«Seguiremos en la lucha»: los pensionistas vascos no se rinden cinco años después
Las movilizaciones surgieron de manera espontánea y las imágenes de la plaza del Ayuntamiento de Bilbao abarrotada dieron la vuelta al mundo. Su tenacidad les ha permitido lograr una revalorización histórica de las pensiones
![Andrea y Jon acudieron por primera vez a las protestas en 2018. Desde entonces, su lucha ha seguido constante](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/14/mireya-lopez-andera-jon-RaCNBmAjp5JIk4Ljvyl9aDI-1200x840@abc.jpg)
Hasta hace cinco años el Ayuntamiento de Bilbao era un punto neurálgico de la ciudad que, en general, pasaba desapercibido para los bilbaínos. Era habitual pasar por delante una y otra vez y muy pocos reparaban en los detalles de su fachada de estilo francés ... o en la amplitud de su escalinata. Sin embargo, todo cambió l 15 de enero del año 2018. Aquel día los pensionistas convirtieron esas escaleras y la plaza aledaña en el símbolo de una lucha que todavía hoy se mantiene.
Precisamente cuando se cumple el quinto aniversario del movimiento pensionista del País Vasco, que tuvo su epicentro en Bilbao, volvemos con Andrea Uña y Jon Fano al lugar «donde surgió todo». Aunque ahora son buenos amigos, hace un lustro ni siquiera se conocían. Tampoco podían imaginar entonces que terminarían convertidos en portavoces y en rostros conocidos de un movimiento que ha hecho historia.
Y es que la movilización de los pensionistas vascos nació de forma totalmente espontánea. El detonante fue la carta que envió en 2018 la entonces ministra de Empleo, Fátima Báñez, confirmándoles un incremento del 0,25% en sus pensiones de jubilación. Muchos jubilados se indignaron con una subida que consideraron insuficiente y empezó a circular por redes sociales una convocatoria para salir a protestar frente a los ayuntamientos de toda España.
![Cada lunes, la plaza del ayuntamiento de Bilbao se llena de pensionistas](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/14/EFE-2020-U04414456480Yzk-624x350@abc.jpg)
«Nos convocamos a través del 'pásalo' y del Whatsapp», recuerda Andrea Uña, que asegura no saber cuál es el origen de la cadena de mensajes. Ella acudió al Ayuntamiento de Bilbao sin conocer a nadie. Allí también estaba Jon Fano, que recuerda la sensación de «hartazgo y cabreo» que reinaba en el ambiente «por la situación que veníamos sufriendo desde hace años».
Aquel 15 de enero apenas se juntaron uno o dos centenares de personas. Recuerdan que ni siquiera hubo que interrumpir el tráfico. En un momento dado, relata Uña, alguien dijo en voz alta «el próximo lunes otra vez aquí» y ese fue el origen de una protesta multitudinaria. Una semana después, eran miles los jubilados que inundaban las inmediaciones del ayuntamiento. No solo se llenó la plaza, también el puente del ayuntamiento y buena parte de la otra orilla de la ría de Bilbao. «Fue como una catarsis», rememora Fano, que recuerda con emoción la sensación de «orgullo» que invadía a los manifestantes.
Comienzos difíciles
Aunque esos comienzos espontáneos no fueron del todo sencillos. Carecían de una estructura para solicitar permisos y convocar concentraciones. La Ertzaintza incluso llegó a amenazarles con multas de hasta 60.000 euros por estar ocupando sin permiso la vía pública. «En ese momento alguien propuso hacer una asociación para pedir permisos», explica Uña, y así comenzó a organizarse un movimiento que a día de hoy sigue concentrándose todos los lunes no solo en Bilbao, sino también en el resto de capitales vascas, en Pamplona, y en más de 70 municipios de País Vasco y Navarra.
«Nos hemos convertido en referente importante para cambiar las políticas públicas», se enorgullecen
«Rápidamente se creó una ilusión; entendimos que teníamos derecho a que nuestras pensiones se actualizasen y se mejorasen», explica Fano. Desde entonces, los pensionistas de Bilbao no han faltado a su cita, cada lunes a las doce del mediodía, para reivindicar unas pensiones dignas. Incluso durante la pandemia, una vez finalizado el confinamiento, organizaron concentraciones manteniendo las distancias sociales y los aforos.
También se han unido a otras reivindicaciones sociales. El colectivo de pensionistas en estos años ha apoyado la sanidad pública o la educación, y ha protestado en contra de los recortes o a favor de las medidas de ayuda a la dependencia. «Nos hemos convertido en referente importante para cambiar las políticas públicas», se enorgullecen en el manifiesto que han publicado coincidiendo con su primer lustro reivindicativo.
De hecho, la lucha de estos años no puede decirse que haya sido en vano. El detonante de las propuestas fue aquella subida, para ellos raquítica del 0,25%. Cinco años después, se ha acordado una actualización del 8,5% para 2023. También han conseguido que se modifique la base de cálculo y que se elimine el factor de sostenibilidad que debía aplicarse este 2023.
Además, cuentan con el compromiso del ministro Escrivá para hacer una auditoría interna y demostrar que el sistema público de pensiones es «sostenible y viable». «No tenemos la culpa de que se haya utilizado el dinero de las pensiones para otros gastos impropios», se queja Uña, en referencia a aquellos gastos que no están directamente relacionados con el pago de las pensiones.
En estos años, eliminar la brecha de género, o al menos atenuarla, ha sido otra de las obsesiones del movimiento. De hecho, en aquellas plazas abarrotadas se veía casi tantas mujeres como hombres. «Me emocionaba ver a señoras de 70 y 80 años», destaca Uña. Y es que, por lo general, son las mujeres las que sufren mayor precariedad entre el colectivo pensionistas.
«Muchas llegaron a los 65 años y no tenían nada porque se habían pasado la vida cuidando de la familia», destaca Uña. El hecho de haber tenido menos años de cotización o carreras laborales más cortas por cuestiones familiares hace que en la práctica muchas de ellas tengan que vivir con ingresos muy inferiores al salario mínimo interprofesional. Según los últimos datos estadísticos de la Seguridad Social, el 62,7% de las mujeres jubiladas tienen una paga inferior a 1.000 euros.
Es más, siete de cada diez recibe menos de 700 euros. A todo ello hay que añadir 444.000 pensiones no contributivas, que no llegan ni a los 500 euros mensuales. «En Bilbao por primera vez se escuchó la voz propia de las mujeres que había estado en la retaguardia», añade.
Con la nueva reforma estas pensiones no contributivas se incrementarán un 15%. A pesar de ello, los pensionistas vascos creen que todavía queda mucho por hacer. De hecho, a Jon Fano le cuesta esconder su enfado cada vez que escucha que son «unos privilegiados» por la subida histórica del 8,5% que han conseguido. «Una persona de 65 años que cobre la pensión mínima, incluso con esa subida, va a recibir una paga de 784 euros», advierte.
En el caso de las no contributivas, el incremento del 15% se traducirá en unos escuetos 474 euros mensuales. «Lo que no quieren reconocer es que los poderes no asumen que los trabajadores también deberían tener derecho a unos sueldos dignos», asegura. Recuerda además que la subida de este año no compensa la pérdida adquisitiva que han acumulado en años anteriores y que la pensión mínima sigue siendo inferior al salario mínimo.
De hecho, lograr que las pensiones mínimas alcancen los 1.080 euros sigue siendo su principal reivindicación. Es la cifra que fija la Carta Social Europea, que también ha sido refrendada por España, como el nivel de ingresos mínimo para no vivir por debajo del umbral de la pobreza. También seguirán reivindicando que no se incremente la edad de jubilación o la base de cálculo. Otro de sus objetivos es que se reduzca la penalización por jubilarse de forma anticipada, una situación que, advierten, muchas veces se hace por decisión de la empresa y no del propio trabajador.
Generación luchadora
«Estamos seguros de que lo vamos a conseguir», se enorgullece Uña. Y lo cierto es que pertenecen a una generación a la que no le faltan fuerzas para movilizarse. Son los trabajadores que en los años 80 protagonizaron los enfrentamientos laborales y las huelgas que en el País Vasco se convirtieron en mejoras laborales. Herencia de esas huelgas son, por ejemplo, los convenios del metal, a los que están adheridas la mayoría de empresas industriales, y que mejoran las condiciones laborales por encima de la mayoría del resto de convenios.
En su día fueron capaces de paralizar el País Vasco durante meses, y ahora han demostrado su tenacidad en favor de las pensiones. Este lunes se cumplirán 230 semanas concentrándose frente al ayuntamiento de Bilbao, así lloviera o luciera el sol. Solo han parado sus movilizaciones durante el confinamiento, y también algún lunes de agosto, de Navidad o de Semana Santa, que se lo toman de vacaciones.
Bilbao sigue reuniendo cada semana a una media de 500 o 600 personas que reivindican mejoras en su pensión
Es cierto que el número de participantes se ha reducido cinco años después respecto a las movilizaciones más multitudinarias, pero siguen reuniendo cada semana a una media de 500 o 600 personas. «Estamos demostrando con nuestra lucha que somos el muro de contención para los recortes», presumen Fano y Uña, que aprovechan además para reivindicar «unidad» también de otros colectivos en favor de las pensiones. «Luchamos por nosotros, por nuestros hijos y por nuestros nietos», subraya Uña.
Este lunes celebrarán el quinto aniversario del movimiento con actos en las tres capitales vascas, en Pamplona y en otros 27 municipios vascos y navarros. «Ni los más optimistas del lugar hubiesen imaginado entonces que iba a surgir de la nada un movimiento así», reflexiona Fano.
«Esta plaza algún día se llamará plaza de los pensionistas», añade Uña, convencida del valor histórico de sus movilizaciones. Quién sabe. De momento han conseguido mejoras para sus pensiones que hace años parecían imposibles. Y aún les queda cuerda para rato.
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