La familia recuerda al escultor en el Peine del Viento, su obra más querida

Recorrer el Paseo Nuevo de San Sebastián es una experiencia en sí mismo. La brisa marina acompaña una de las vistas más especiales de la costa vasca. Pero es justo al final, en ese punto en el que el mar se junta con el monte, donde el ambiente se vuelve hipnótico. Es allí donde la obra más emblemática de Eduardo Chillida peina un viento que acarician constantemente las olas del mar Cantábrico, lo que resulta en una coreografía natural que no deja indiferente a nadie.

Ha sido en ese lugar donde toda la familia Chillida Belzunce, la familia del escultor, se ha dado cita este miércoles por la mañana. Ante un Peine del Viento más exultante si cabe por la majestuosidad que daba al salto de las olas el temporal que asola la costa, hermanos, hijos, nietos y primos han posado en su recuerdo.

De pie y agachados; en varias filas como si fueran un equipo de fútbol, los Chillida han recordado que este miércoles se cumplen cien años del nacimiento del escultor. La foto familiar, tomada en uno de los lugares más queridos por todos ellos, ha servido para dar por inaugurado el programa de actos que servirá para conmemorar el centenario. Lo han hecho con la emoción que les evoca ese lugar. Porque desde muy pequeño Chillida se sintió atraído por las olas que rompían en la mar. A ello añadió las posibilidades que aportaba el viento y así alumbró su maravilloso e insustituible peine.

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Natividad Pulido

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La familia ha terminado el posado con un sonoro aplauso que seguro dejaría abrumado al siempre discreto escultor, defensor de que fueran sus obras las que hablaran por él. En realidad ha sido solo el preludio del calor que todos los donostiarras le han brindado en la gala que se ha celebrado en el Teatro Victoria Eugenia.

Las entradas se agotaron hace días y a las 18:30 en punto ha arrancado el homenaje. Un espectáculo de más de dos horas de duración que ha estado presentado por Anne Igartiburu y Mikel Chillida, nieto del escultor. Este último ha destacado la forma «diferente» que tenía su abuelo de ver la vida. «Nos ha dejado no solo la huella de su obra, sino también la huella de su pesamiento», ha asegurado.

Precisamente la gala ha sido una oda a ese pensamiento con un programa en el que han combinado magistralmente la danza o la música con la obra y el discurso del artista. Porque para Eduardo Chillida la palabra también era lugar de encuentro y por eso Susana Chillida, cineasta e hija, ha recitado algunos de sus escritos. Los creadores del espectáculo tampoco se han olvidado de la inspiración que supusieron las obras de J.S. Bach, una banda sonora que ha estado intepretada por el Centro Superior de Música del País Vasco, Musikene.

El alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, ha puesto la nota más institucional, con una alusión al «puente invisible» que surcó Eduardo Chillida, «ese que separa o une, según se mire, el lado de los artistas del lado de los genios». Porque junto a las personas anónimas la gala ha contado con una nutrida representación institucional. El centenario del escultor ha servido para que Ernest Urtasun hiciera su primera visita a la capital guipuzcoana como ministro de Cultura. En el photocall también se han dejado ver numerosos representantes de la política vasca.

«Los artistas desaparecen, pero de algún modo, permanecen», ha reivindicado Mikel Chillida desde el escenario. De ello se encargará la Fundación Chillida Belzunce que desde hoy abre los actos conmemorativos del centenario del artista. Por delante un nutrido programa de exposiciones, conciertos y conferencias que servirán para recordar y mantener vivo el legado de Chillida.