El fin del oasis político vasco
La cercanía de las elecciones y unas encuestas ajustadas agitan el avispero político y agrieta el pacto PNV-PSE

En los últimos años la política vasca parecía haberse convertido en una balsa de aceite en mitad de la crispación política. Mientras en Madrid se repetían elecciones por falta de consenso, en los despachos de Bilbao regía una suerte de pacto estable entre los ... socialistas vascos y los nacionalistas, que se renovaba en reuniones convertidas en mero trámite.
A todo ello se añadió hace un año una nueva estrategia política de EH Bildu, que pasaba por alejarse de la bronca política y presentarse como 'partido clave' dispuesto a negociar. Sin embargo, la cercanía de las elecciones de mayo, que en el País Vasco serán solo municipales y a las diputaciones forales, y unas encuestas ajustadas como hacía tiempo no se daban, están agitando el avispero político.
Buena muestra de ese nuevo clima es lo ocurrido en las últimas semanas con la ley de presupuestos. En realidad, el Gobierno vasco cuenta con mayoría absoluta y no necesita del apoyo de ningún otro partido para sacar adelante las cuentas. A pesar de ello, hace un año, el lehendakari, Iñigo Urkullu, en un intento por escenificar unidad en la política vasca, logró un pacto para incluir enmiendas de EH Bildu y Podemos. El resultado fue una ley que solo tuvo la oposición de siete parlamentarios (PP+Cs y Vox) que dio lugar a los presupuestos con mayor apoyo de la historia del País vasco.
Pero a seis meses de la cita con las urnas el guion ha sido bien distinto. El Ejecutivo vasco intentó reeditar la imagen de unidad de 2021, pero las negociaciones apenas duraron unos pocos minutos. Podemos dejaba claro desde el inicio que no tenía intención de sumarse al pacto, y a EH Bildu le bastaron diez minutos de reunión para levantarse de la mesa y estropearle la foto al Gobierno vasco, a pesar de que en Madrid sí se ha convertido en un pilar básico de las políticas de Pedro Sánchez.
«Pura fachada» negociadora
Desde la coalición independentista han tratado de trasladar el mensaje de que las intenciones del Gobierno vasco eran «pura fachada» y que no veían ninguna intención de acceder a sus propuestas. Desde el Ejecutivo aseguraban que quienes no tenían intención de negociar eran los independentistas. Incluso el lehendakari, siempre comedido en sus comentarios, elevó la semana pasada el tono para retar a Bildu a ser «valiente» y explicar su «portazo unilateral».
Urkullu reprochó a la formación liderada por Otegi que al Ejecutivo vasco le exigiera enmiendas por valor de 450 millones para sentarse a negociar, mientras que en Navarra y en Madrid le bastaron 15 y 160 millones, respectivamente.
Son varias las voces que apuntan a que en realidad la estrategia abertzale responde a la necesidad que tiene EH Bildu de marcar distancias. Según las encuestas, es el único partido político que gana votos y las fuerzas están especialmente igualadas en Guipúzcoa.
Según el Sociómetro de octubre elaborado por el Gabinete de Prospecciones Sociológicas del Gobierno vasco, El PNV, con el 36,3% de los votos, y EH Bildu, con el 33% de los votos, prácticamente empatarían. De hecho, no es descabellado que los números terminen sumando para llevar a cabo un pacto de izquierdas.
Ese es precisamente uno de los escenarios que más teme el PNV. Porque el pacto de los socialistas vascos con Bildu parecía inviable mientras Idoia Mendia era secretaria general, pero la llegada de Eneko Andueza dio un giro de 180 grados al escenario político. El líder de los socialistas vascos ha reconocido en público que aunque, a la izquierda abertzale «aún le queda un largo camino por recorrer», no debería descartarse un pacto a futuro.
De hecho, desde su llegada no ha hecho más que retar al PNV por sus postulados más nacionalistas. «No comparto el interés del PNV por instrumentalizar el traspaso de competencias», llegó a asegurar. Los nacionalistas, por su parte, han reprochado a los socialistas vascos poco apoyo para presionar a Pedro Sánchez con el calendario de transferencias.
Brecha en el Gobierno
En las últimas semanas, además, las desavenencias, hasta ahora entre partidos políticos, han abierto una brecha en el seno del Gobierno vasco a cuenta de continuar o no financiando los billetes de transporte público. Los socialistas quieren que rebajados hasta el verano, mientras el PNV cree que el descuento solo debería mantenerse si el Gobierno central sigue financiando el 30% del coste.
De poco han servido las intervenciones del portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, negando cualquier «brecha» al respecto. El PSE ha votado en sentido contrario a los nacionalistas en ayuntamientos, diputaciones y parlamentos en los que se ha debatido esta medida, lo que ha causado un gran malestar que los nacionalistas solo reconocen en privado, porque en la práctica supone un importante acercamiento de los socialistas a los postulados de EH Bildu.
Eneko Andueza llegó a tachar de «desleal» al Gobierno vasco por «poner trabas» a una decisión que reunía un «amplio consenso» político. Hacía estas declaraciones después de reunirse con la presidenta de Navarra, María Chivite, que alcanzó el Gobierno gracias a los apoyos de Bildu en la comunidad foral. El delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso, iba más allá y acusaba al Ejecutivo de Vitoria de hacer un «ejercicio de escapismo», por no querer asumir la prórroga independientemente de lo que decida el Gobierno de Sánchez.
Al fin y al cabo, el PSE se está esforzando por marcar un perfil propio. «Siento orgullo por sacar adelante una medida liderada por los socialistas», retaba Andueza a Urkullu. Y es que en el Ayuntamiento de Vitoria se espera una dura pugna entre el PSE y el PNV. Algunas encuestas hablan de empate técnico en número de concejales, y los socialistas se están esforzando en los últimos tiempos en demostrar que no son un partido «supeditado» al PNV.
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