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La política incendiaria de Vox manda a Monasterio y Ortega Smith a la irrelevancia

El partido de Abascal logra entrar con 10 diputados en la Asamblea y con 5 concejales en el ayuntamiento pero se ve fagocitado por las mayorías absolutas de Ayuso y Almeida

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Los candidatos de Vox a la Comunidad y de la Alcaldía de la capital, Rocío Monasterio y Javier Ortega Smith, en una reciente sesión de 'Cañas por España' EP
Aitor Santos Moya

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La irrupción de Vox en 2019, con cuatro concejales en Cibeles y doce diputados en la Asamblea, coincidió con los peores resultados de la historia del PP. Un discurso agresivo, escorado al extremo y en plena caída de Podemos, su rival más antagónico, aupó a sus líderes Rocío Monasterio y Javier Ortega Smith a sendas posiciones de fuerza, decisivos para el devenir del gobierno en ambas instituciones. «Que no olvide nadie que Vox va a hacer valer su votos; significa que no vamos a permitir cordones sanitarios de ningún tipo», llegó a expresar un exultante Abascal, sin saber que cuatro años después, el 'fenómeno Ayuso' y la mayoría absoluta de Almeida les dejaría en la Comunidad y el ayuntamiento relegados a la nada.

Pese a su interés por entrar en los ejecutivos del PP, el veto de Cs finalmente les relegó en el ayuntamiento al papel de socio de investidura, desde donde a lo largo de este mandato los de Ortega Smith han boicoteado diversas negociaciones como los presupuestos (solo los ha apoyado en una ocasión) o el nuevo plan urbanístico. El primero de los desencuentros con José Luis Martínez-Almeida llegó de la mano de Madrid Central, cuando el que fuera boina verde atacó duramente al regidor por mantener la medida impulsada por Manuela Carmena. Aún así, ha trazado una campaña en la que no se ha cansado de repetir su intención de tender puentes con los populares y ya de paso postularse como el próximo vicealcalde de la ciudad; un sueño que los resultados han tornado pesadilla.

El discurso efectista de Ortega Smith, con mensajes constantes en contra de la supuesta inseguridad en los barrios, la okupación, los manteros o los menores extranjeros no acompañados, no ha calado esta vez más allá de su electorado. Las cifras son similares, y ello, en un partido cuya curva venía dibujándose al alza, ni mucho menos se puede catalogar de éxito.

Mientras, en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, tampoco podrá salir en la foto. Si en el primer gobierno de Ayuso con Ciudadanos, no hubo manera de llegar a la investidura hasta que consiguió que Ignacio Aguado se sentara a negociar con las dos, y en el segundo su formación le tumbó a la popular los presupuestos de 2023, en este tercero la mayoría absoluta del PP le hará caer en la irrelevancia.

Sus 10 diputados no servirán esta vez para sacar adelante las principales leyes. Su voz tenue y tono pausado, para algunos frío, seguirá eso sí dando que hablar en el hemiciclo. Controvertidas propuestas, como trasladar las fiestas del Orgullo Gay a la casa de Campo para no «colapsar Madrid» o devolver a sus países de origen a los menores inmigrantes que vienen solos, a buen seguro que seguirán entre sus oraciones. Pero ahora ya desde la oposición.

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