'Turismo' criminal: los clanes de Georgia a las órdenes de los 'vor'

Veintisiete de los encartados tienen entre 22 y 45 años, según fuentes policiales. Los otros seis son españoles o dominicanos. Su 'modus operandi' es bien sencillo: marcan con unos testigos de plástico invisible las puertas de sus potenciales víctimas y regresan al cabo de uno o dos días. Si el cebo sigue en su sitio, es que los moradores han salido de vacaciones y tienen el terreno franco para arramplar con todo lo que deseen. Y, en estos casos, lo hacían casi siempre de madrugada.

La comunidad georgiana tiene sus puntos de encuentro bastante frecuentados, como Madrid Río o el entorno de la Iglesia Ortodoxa de la Gran Vía de Hortaleza, explican a ABC fuentes de toda solvencia.

Clanes como el de Penta o Taka son de los más poderosos y suelen estar conformados incluso por algunos toxicómanos, ya que la heroína ha hecho estragos en la juventud del país. Los 'vor', a su vez, dependen de jefes superiores, que viven a todo lujo con todo el dinero que obtienen de los botines. Expertos en la técnica del 'bumping' (reventar cerraduras casi de un toque, si no pueden abrir por el fácil método del resbalón), se calcula que operan unos 200 en nuestro territorio.

Y se conocen nuestra legislación: no es lo mismo asaltar un chalé con sus moradores dentro, como los albaneses y mafias chinas, que cuando no hay nadie a quien amordazar. Les sale muy barato robar.

El primero de los casos resueltos, todos 'in fraganti', se produjo la madrugada del 1 de agosto. En la calle de Saporo (Alcorcón), una patrulla de la Policía Nacional sorprendió a tres sujetos que huían por un callejón. Le echaron el guante a uno de ellos, que llevaban joyas y dinero en un calcetín; un compinche cayó al día siguiente cuando un agente fuera de servicio los vio manipular el bombín de un portal. Venían de robar en otro piso.

La madrugada del 2 de agosto, en la calle de La Rioja de Leganés, también fueron interceptados dos georgianos que huían con sus botines y, además, llevaban encima los testigos que colocan en las puertas. Al día siguiente, en la calle de Legazpi, en la capital, una mujer llamó al 091 explicando que había visto a dos individuos a través de la mirilla de su puerta, entrando en el piso, cuando la víctima estaba de vacaciones.

En la ciudad de Móstoles actuaron, al menos, en dos ocasiones. El 30 de julio, un ciudadano avisó de que había dos ladrones en su bloque. Portaban botes de pegamento, plásticos duros y llaves maestras, así como dinero en efectivo. El 4 de agosto, en la plaza de Biarritz, una patrulla comprobó que en diversas puertas de domicilios había distintas marcas de plástico colocadas, y los agentes se pusieron manos a la obra hasta dar con los ladrones. La escalada criminal continuó el día 7, esta vez en Gomeznarro (Hortaleza). De nuevo, una célula georgiana de seis sujetos fue sorprendida en la calle. Intentaron huir al verse atrapados por la Policía, pero de nada les sirvió.

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Cuarenta y ocho horas después, en la avenida del Doctor García Tapia (Moratalaz), se dio parte al 091 de que se veían luces de linternas y ruidos en el piso colinante. Sigilosos, los policías llegaron al lugar, vieron la cerradura violentada y dieron con los dos ladrones, que lanzaron su botín por la terraza.