San Isidro en Las Ventas, tardes de vino, puro y toros
BAJO CIELO
Tiene mayo un algo que se viste de gala desde Manuel Becerra hasta la M-30, porque la calle Alcalá vuelve a llenarse de claveles y almohadillas
Próxima parada: plaza de toros de Las Ventas
![El público, en la plaza de Las Ventas](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/27/toros-ventas1-R4jc1uLQV5LlUvnmUhs1TWM-1200x840@diario_abc.jpg)
Madrid se llena de feria. San Isidro, labrador y zahorí, hace que la ciudad se llene cuando el calor aún permite salir a la calle. Adelanta lo estival y eso se nota en cada esquina, calle o plaza, de esta ciudad que no para quieta ... por mucho que intente dormir. Pero tiene mayo un algo que se viste de gala desde Manuel Becerra hasta la M-30, porque la calle Alcalá vuelve a llenarse de claveles y almohadillas, parroquianos que acuden a su iglesia, que es la plaza de las Ventas, para ver el duelo de toreros y bestias, entre el silencio y el tendido 7, la vida y la muerte que se enfrentan cada tarde de este mes que empieza. Sevilla, de resaca, nos brinda el turno de continuar con la fiesta.
Por eso empiezan a escucharse a los reventas, a los flamencos dar palmas, y a los turistas preguntar que cuánto cuesta. Volverán a Madrid los poetas, los que hacen rima con el capote y la muleta, volverá Florito a sacar a sus becerras aunque ya esté jubilado, pues Madrid no es Madrid sin ese hombre que susurra al toro bravo aunque ahora lo haga desde el callejón de su Ventas. Volverán también las mujeres guapas a ser más guapas que cualquiera y los chicos jóvenes a llenar la grada de chaquetas. Los Timbales, Casa Toribio y el Burladero volverán a reventarse hasta media tarde, y el humo que se resiste a que lo prohíban, volverá a llenar de libertad los últimos reductos de algo que no han podido eliminar. No como todo lo demás. Volverá el silencio atronador cuando sea el turno de acabar, albero y cal, sangre y respeto, brindis y miedo, y el aplauso que en mayo suena aquí al este de la ciudad.
Volverá Calamaro a la barrera, y con él lo harán Hemingway y Belmonte, porque nunca se fueron. Volverán las canciones de Los Rodríguez, porque decir «buena suerte compañeros» no es tan fácil como decir «solamente adiós». Volverá Fernando Sánchez Dragó, con su sonrisa de gato Cheshire, vestido de Oriente, con túnica de sexo y seso. Volverá el maestro Chenel, Antoñete, para recordar que «La ligazón es la rima del verso torero». Aquí se quedó un poco de todos los que miraron.
Los cuadros de Picasso comenzarán a moverse y los retratos de Goya se quedarán huérfanos de personajes que habrán salido del marco para venir a los toros. Aunque ya no ladre el perro Paco, seguirán saliendo del Wellington los trajes de luces y el ritual del silencio. Madrid se engalana y ella se deja hacer porque es de esa manera. Canalla y mimada, astuta y villana al paso de una feria que comienza ya mañana. Mañana vuelven las tardes de cera. El susto en el calendario. La fiera y los clarines. Mañana, en Madrid, veremos héroes de luces y sombra, por decirlo con Francisco Umbral.
Rosquillas, barquillos, otro vino y poco más, que en Madrid el hambre se deja engañar por la emoción de San Isidro que te llena la tripa de todo y de nada, que es como estar saciado dos veces de ganas y nervios. Iremos a la Tienta a tomar una, o dos, que ya se sabe que en feria la medida la pone el corazón y no la cabeza ni el bolsillo. En San Isidro, la vida la otorgan Simón Casas y Máximo García Padrós, el ángel que salva vidas cosiendo heridas mortales. En San Isidro, Madrid es un disparo de metales. Un millón de corazones vestidos de palo rosa y oro. No hay truco, mucho menos trato, cuando el destino cuelga de unas astas como espadas. La femoral de los matadores debe elegir entre el quebranto y la gloria. Y la gente contiene el aliento. Y un ay como de terciopelo pone charcos de sangre en todos los relojes. Madrid, mayo en Las Ventas: no va más.
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