BAJO CIELO
Olavide, la plaza donde salen a vivir los jugadores
De día es un cielo en movimiento, ese azul velazqueño que deja pasar los grises de las nubes que vuelan empujadas por el viento de la sierra
El Retiro, un gran parque que se le ha quedado pequeño a Madrid
![La terraza de una cafetería en la plaza de Olavide en el barrio de Chamberí, en un día laboral](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/03/16/plaza-olavide-Raf3jpPBqtTrZjMNAzSiZpO-1200x840@diario_abc.jpg)
La plaza de Olavide es un octógono donde los jugadores salen a vivir. En medio de Chamberí, no se puede ser más de aquí y de allí. Reúne a todos los habitantes del foro en una terraza que casi es la misma pues la plaza entera se rodea de sillas y mesas para beber y fumar hasta que la Ministra lo prohíba. Los que vienen de fuera dicen que es la zona auténtica, la que recomiendan los que han visitado la ciudad en otras ocasiones y fardan de no ver turistas. Aunque últimamente tengo la sensación de que los turistas somos nosotros y los que vienen de fuera los de aquí.
Años ha, la plaza de Olavide era un menudeo para colocarse, pero el paso del tiempo ha ido expulsando hacia el sur a los camellos y lo que se busca ahora es ver la vida pasar mientras se escucha la risa de los que no temen nada.
Entre sus calles, las que mueren en la plaza, hay un bar nuevo que sirve los cócteles reviviendo a Chicote en el agitar de una 'bargirl' que causa devoción. The Dash se llama el templo. No dejen de probar el Gimlet, mi favorito.
En el centro de la plaza algunos niños juegan a ser niños mientras sus padres lamentan que no les contaron todo eso de la paternidad entre sorbo y sorbo. Qué duro procrear mientras le dicen al camarero que divida la cuenta entre todos.
Justo al lado, la calle Alburquerque sigue estando igual de apagada mientras Clamores lamenta que Germán se fuese temprano a programar conciertos a San Pedro. Fueron tantas las noches que pasé junto a él viendo tocar a Antonio Vega que, si cierro los ojos, veo su sombra recorrer las mesas de ese Ronnie Scott's madrileño. Sigue abierto, así que luego no me digan que no sabían dónde ir. Junto al templo musical, el bar Trafalgar se lleva de calle la moda de Madrid. Este nuevo bar restaurante con música y lista de espera es sin duda la mejor opción para echarse afuera cuando la pena nos alcanza, se come de bien y se bebe mejor, y no es raro encontrarte con personas que tienen las mismas ganas que tú de volver a sentirse vivos. Un par de anchoas con mantequilla, bravas, una carne y un Margarita, y verán como todo no era tan jodido como pensaban antes de apearse por allí.
Luchana y Palafox están ahí mismo, calles que albergaban cines de barrio cuando las plataformas no habían convertido la televisión en una barra libre de aburrimiento. Háganse un favor y vuelvan de vez en cuando a ver una película con palomitas y el teléfono apagado. Que el ritmo de la tecnología no siga marcando su enganche de ver otra notificación en su pantalla, adictos de mi vida.
A esta zona de la ciudad no se viene de paso sino a pasar del resto. De día es un cielo en movimiento, ese azul velazqueño que deja pasar los grises de las nubes que vuelan empujadas por el viento de la sierra. Los bancos se llenan de mayores y los coches atraviesan por debajo la plaza porque un oasis así no se deja amedrentar por el runrún de los que llegan tarde a todo.
La tarde es para los pequeños, y la noche para volver a ser un niño, como dijo Enrique Urquijo, quien se movía por esta zona porque su vecino Malasaña no perdonaba los errores. Es Chamberí una plaza como Olavide, donde el tiempo suma y sigue dejando que algo quede sin transformarse del todo. Lo castizo que nos queda, donde los gatos maúllan alborotados porque están en celo, ahora que la primavera se deja ver entre las ocho calles que terminan en esta plaza de Olavide, como si todos los caminos llegaran a Roma, como si el imperio fuese una caña bien tirada y nuestra patria, una excusa para ver a tu gente sonreír.
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