Rutas exclusivas de 400 euros por el gabinete secreto de Goya para captar al turista de lujo
En alianza con Galería Canalejas, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando propone una experiencia inédita para apreciar la calcografía goyesca
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![El estampador de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando realiza un grabado en directo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/23/goya-foto-U605349742831oE-R3QDVAsTXqPJNhzZl2RZp8L-1200x840@diario_abc.jpg)
Los artistas eternos están dispersos por el mundo, pero Madrid es la excepción. Goya es la excepción. «No hay capital en el mundo que concentre la práctica totalidad de obras de un gran maestro», asegura a ABC Javier Blas, subdelegado de la Calcografía Nacional que ... forma parte de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quienes cuentan con todos los grabados hechos por Goya y con la mayor colección de planchas de calcografía española. Es por eso que han concebido una experiencia de máxima intimidad para adentrarse en las piezas y experimentar en vivo la labor artística que implican.
'Traces: from painting to engraving' es una nueva propuesta cultural de lujo. Empieza con un recorrido pictórico a puertas cerradas donde el conservador del centro -no un guía turístico- contextualiza distintos cuadros inmortales para entrar en ambiente. Se detalla la historia del único Arcimboldo en España, se estudian los Rubens y los Zurbarán, hasta llegar a la obra magna: El Entierro de la Sardina, de Goya. Pareciera inverosímil, pero esto es sólo el preludio. Lo siguiente es un primer repaso al 'Nuevo Gabinete Goya'.
En la soledad de su sordera, el zaragozano pasó de pintar retratos reales alegóricos a retratar las realidades sombrías de su ingobernable época. El cambio de concepto no fue brusco, en el medio reposa su arte gráfico. Se trata de una serie de grabados llamados 'Caprichos', 'Desastres de la guerra', 'Tauromaquia' y 'Disparates'. Y en una proeza de la museografía moderna, la Academia de San Fernando extendió considerablemente su espacio para exponer el conjunto entero de 228 grabados y sus láminas de cobre -alma máter que les dio primer nacimiento-. Antes, injustamente, sólo se presentaban 45 obras.
Al llegar al gabinete, el conservador Alberto Urueña explica su valor: «Copias de estas piezas también las hay en Zaragoza y en Boston, pero nosotros tenemos las planchas originales». La posibilidad de calcar cuantiosos grabados de una sola lámina, hace que esta última sea la que adquiera relevancia. Por ello, Urueña recuerda que si se están exponiendo la práctica totalidad de las planchas del considerado -junto a Rembrandt- como mejor grabador de la historia, entonces significa que el cliente está frente a la obra cumbre de la calcografía mundial.
Sólo cuatro fueron vendidas al Louvre, por sumas que sobrepasan el millón de dólares cada una. Y es que estas series son el antecedente principal de las Pinturas Negras; el tesoro más preciado del Museo del Prado -junto con El Jardín de las Delicias y Las Meninas-.
El historiador del arte Jaime Romero sostiene que las piezas -publicadas entre 1799 y 1823- satirizan la vida cotidiana española; otros como el ya mencionado Javier Blas afirman que muchas de ellas sólo buscaban representar su época con grotesca crudeza. La diferencia está en que la sátira, desde su afán ridiculizador, todavía no niega que una sociedad podrida pueda tener solución, mientras que lo grotesco es pura desilusión.
La mutación de Goya se atestigua fácilmente al comparar sus dos praderas de San Isidro. Pasa de un relato bucólico (1788), con alegres majos y manolas en un tranquilo tardeo, a pintar una pradera ennegrecida con personajes profundamente perturbados (1823).
En el medio de ambos cuadros sucede la revolución francesa, la enfermedad que lo deja sordo, el inicio de sus alucinaciones, la muerte de su esposa, y la guerra de independencia; una vorágine de caos que Goya va relatando desde sus grabados, pues los cuadros suponían costos muchas veces sólo posibles mediante encargo ajeno, lo que reducía su creatividad. «Es en el grabado donde el maestro empieza a liberarse», arguye Silvia Martínez de Tejada, una de las organizadoras del paquete cultural, para resaltar la relevancia del artista en su faceta gráfica.
Empieza entonces el primer recorrido por las series. Alberto Urueña prevé el contenido con una frase del mismo Francisco de Goya y Lucientes: «No hay reglas en la pintura», ambientando así la observación. Procede entonces a explicar dos de los conjuntos: 'Caprichos' y 'Desastres de la Guerra'.
El primer recorrido a los grabados
En las 82 piezas de 'Caprichos' se hace un repaso crítico de toda la sociedad. Todas las clases sociales, las profesiones, y las situaciones cotidianas, cubiertas bajo un ojo juicioso que las enturbia con envidiable destreza técnica. Destacan las llamadas 'Asnerías', donde muestran, por ejemplo, a un burro como médico haciendo un pobre trabajo al atender a su paciente. La leyenda reza con ironía: '¿De qué mal morirá?'. También está otra de un burro-profesor, que se encuentra dando clases con un libro que sólo tiene la letra 'a'. El título: '¿Sabrá más el discípulo?'.
En 'Caprichos' también está la famosa estampa 43. En ella, Goya confiesa su deteriorada condición mental. Un hombre tirado en su escritorio -seguramente él mismo-, adolece de su existencia mientras lo acechan lechuzas; el símbolo de la sabiduría. Abajo del escritorio, el maestro deja esta frase: 'El sueño de la razón produce monstruos'.
Un texto llamado 'Genio y Neuropsicopatología', recopila documentación sobre las enfermedades mentales que atormentaban al pintor-grabador. Por ejemplo, de su bipolaridad hay cartas donde le confiesa a su mejor amigo: «Sigo igual en cuanto a mi salud, paso de una excitación que ni yo mismo me aguanto, a estar tranquilo como ahora, que cojo una pluma para escribirte, y ya estoy cansado».
Rendido a los estados alterados, utiliza el arte para narrar su vida y materializar su distópico alrededor. 'Caprichos' es un tratado de psiquiatría colectiva pero que todavía permite espacio para ironizar. Aunque luego, el recorrido llega a 'Los Desastres de la Guerra'.
El conservador empieza a describir con detalle el contenido de las piezas: «Goya fue el primer reportero de guerra en el mundo», sostiene. El título responde a la ecuanimidad del maestro en su desgarradora descripción de la guerra de independencia española. No existen personajes heroicos o historias gloriosas, todo indica sufrimiento. Javier Blas describe las obras como «una meditación universal de los conflictos bélicos».
Después de las explicaciones, los encargados de la experiencia sacan unas laminas de cobre para que el cliente pueda palpar los trazados. Por supuesto que no son las originales, pero forman parte de la vivencia íntegra que se quiere ofrecer. «Digitar las laminas de un grabado bien hecho es otra forma de leer el arte. Es una especie de braille espiritual», dice el ya citado Jaime Romero.
La cámara acorazada y el arte en vivo
Pasados los Caprichos y los Desastres, llega el punto culmine de la visita: la apertura de la cámara acorazada. Ahí se guardan 10.000 laminas originales de todos los artistas que alguna vez pisaron la Calcografía Nacional -nacida en 1789-. En una puerta que, por seguridad, emula ser una simple pared, se abre la caja fuerte y se pueden contemplar las piezas, nunca antes expuestas al público en toda la historia del centro. Se trata, pues, de la colección más importante de laminas en el mundo.
Será el estampador oficial de la Academia quien empiece a desglosar semejante archivo, abriendo cajones y sacando planchas. No es posible fotografiar el interior del lugar, pero se trata de una seguidilla de gavetas que se pueden abrir para explorar, y la plena disposición del experto para detallar.
Una vez satisfechas todas las curiosidades, continúa el recorrido. Lo siguiente no es menos asombroso: el nacimiento de una obra de arte en vivo. Se dispone el estampador a preparar sus materiales. Y explica su técnica, el aguafuerte. Saca su lámina de cobre, la cubre con un manto gentil de barniz para protegerla. Explica que aquí es donde el artista traza el diseño -incisión por incisión- con una punta metálica. En este caso, se trata de la iglesia de Notre Dame.
Luego se introduce la lámina en una cubeta de aceite mordiente que hace desaparecer el barniz: la capa protectora que, una vez nacido el dibujo, ya no tiene función. Por último, transporta la lámina preparada a una maquina llamada tórculo, y coloca un papel en blanco.
Dicho tórculo actúa como prensa, ejerce presión entre el metal y el papel, y así se reproduce la estampa. Es una mezcla indivisible y virtuosa del arte con la artesanía, la cual se podrá contemplar con toda la calma del mundo en este tour.
Cuenta el estampador que Goya, aparte de ser el más docto del grabado en términos conceptuales, también lo era en la inventiva. Una de sus creaciones fue la técnica del aguazúcar; método utilizado aún en la actualidad, que sirve para hacer líneas más suaves. Sin embargo, antes de retornar al artista, se avecina una última experiencia.
Ahí, en el taller privado de Calcografía Nacional, a todos los que adquirieron el recorrido se les obsequia un grabado original del siglo XIX, hecho por el renombrado artista Joaquín Pi i Margall. Las temáticas de su trabajo hacen referencias a clásicos literarios como La Iliada o la Divina Comedia.
El segundo recorrido de los grabados
Nuevamente se baja a la exposición del gabinete de Goya. Toca conocer 'La Tauromaquia' y 'Disparates'. Los primeros son una serie de grabados que hacen alusión al toreo, pero no desde el punto de vista folclórico, si no, desde lo visceral.
El académico Javier Blas comenta la posibilidad de un cambio de posición en Goya respecto a esta actividad, a la que antes se suscribía por completo. Uno de los números más representativos es el último, donde se relata la muerte del famoso torero Pepe Hillo.
Y por último, está 'Disparates', la serie más enigmática. Se trata de lo macabro y grotesco en su máxima expresión, con figuras deformes y devoraciones. «Hay seres sobrenaturales y monumentales frente a seres humanos diminutos. Esta es una serie onírica lo más cercana a las pinturas negras», asegura el mismo Blas.
«Goya se adentra en todos los aspectos del ser humano, desde sus pasiones más bajas hasta las más elevadas» dice para ABC el creador de la iniciativa Querido Museo e historiador del arte, Gonzalo Pascual. Es la entera condición humana lo que está en revisión. Y este viaje introspectivo que empieza en lo idílico, pasando por la sátira como canal -el ejemplo máximo en 'Caprichos'- llega a la putrefacción con 'Disparates', y se perfecciona en las pinturas negras.
«A medida que crecían los encargos de la corte para pintar escenas populares, tanto más cuestionable le parecía a Goya presentar la cara amable de la vida», resume Sigrun Pass-Zeidler. Pese a ello, no hay misantropía alguna que haya podido con la curiosidad del zaragozano. Poco antes de morir, trazaba un autorretrato de su vejez en Burdeos, y en la esquina superior derecha remarcaba la leyenda: «Aún Aprendo».
Todo esto es meticulosamente enseñado en la experiencia 'From Traces to Engraving', que luego del fuerte consumo cultural, acaba en la Galería Canalejas para un disfrute gastronómico. Estarán esperando a los clientes con una cata de vinos y jamones, para luego invitarlos a una comida de lujo en la arrocería St. James.
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