Patricia Pardo: «La primera vez que sentí ese pellizco de dolerme Madrid fue cuando el 11 M»
COLONOS
Su primera residencia en la capital la tuvo en su lugar soñado, en Gran vía y sobre el teatro Capitol
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Patricia Pardo es presentadora y periodista, con todo lo que conlleva el oficio. En el programa 'Vamos a ver', junto a Joaquín Prat, va pasando la vida, que es lo suyo. Con las alegrías y las penas del mundo, las buenas nuevas de una ... folclórica; todo en ese telar inabarcable que ellos, los reyes y reinas de la televisión, tejen como un milagro diario. Algo que es consustancial a la profesión. En Patricia Pardo hay muchas lecturas. Conoce al dedillo, por ejemplo, la obra completa de su paisana, Rosalía de Castro.
Sonríe cuando se le menta aquel poema, 'Castellanos de Castilla', en que advierte la poetisa de cómo los castellanos, trataban, a su parecer, a sus paisanos galaicos. Patricia Pardo es una «gallega militante» que tiene, en sus cuatro esquinas domésticas, elementos que le hacen sentirse en Galicia: desde un cocido gallego contundente al mes (no la «sopita» que, bromea, dan en Madrid) a la «cerámica de Sagardelos». En el fondo, su vida, sentimentalmente, va de la plaza del Obradoiro a la Gran Vía, donde se instaló por primera vez en el Madrid que ha hecho suyo.
Amar una ciudad, a Madrid en este caso, se consigue cuando se enfrenta todo hijo de cristiano al dolor: a ella «ese pellizco» de estar fuera de Madrid y notar el vacío de una nevera en el corazón lo sintió en la fatídica fecha, del 11 de marzo de 2004, con sus padres en Ifema por motivos laborales.
Viene Patricia Pardo a considerar Madrid como su hogar. Un hogar que significa «libertad», una explosión de ilusión que lleva en la mirada y en la voz firme de quien está abierta a la magia de una ciudad querida. Sus recuerdos madrileños más pretéritos, ya se ha dicho, pasan por la Gran Vía, «encima del teatro Capitol», donde le llegaban los ecos de Paloma San Basilio y su 'My fair lady'. Buena vecindad.
—Usted cae de pie en Madrid, que es expresión castiza que nos gusta rescatar de vez en cuando. El primer sitio donde se instala en Madrid es en la Gran Vía. Cuente, cuente...
—Yo tenía la ilusión y el sueño de vivir en Gran Vía. Un sueño desde que venía, frecuentemente, con mis padres, que se dedicaban al textil. Era una calle que significaba libertad, significaba cultura. Una explosión de ilusión. Tomé la decisión de que tenía que vivir en Madrid y en la Gran Vía. Lejos de buscar un colegio mayor. Y no sé cómo, busqué y encontré una residencia mixta y en Gran Vía. Se llamaba Arti.
—Decía Francisco Umbral que cuando no había tema para una columna o un artículo, solo había que pasear por Gran Vía. Y usted estaba en el cogollito madrileño, tan ricamente...
—Pues mira, la residencia estaba en Gran Vía, 78, encima del teatro Coliseum. Empecé a vivir allí justo cuando Paloma San Basilio empezaba a interpretar 'My fair lady'. Y la escuchaba, con el eco, con la resonancia de su voz.
—¿Y no se cansó? Quiero decir; la ambrosía puede llegar a odiarse por la fuerza de la costumbre.
—Qué va. A los veinte años volví por trabajo al teatro Coliseo y fue como muy significativo. Supuso un año de renacimiento.
—Esta pregunta va dirigida a una gallega militante. Hay quien dice que Madrid es una provincia gallega donde se canta flamenco...
—Hombre, la muñeira también se baila mucho. Ahora, siendo gallega por los cuatro costados, estoy muy agradecida a Madrid, que es mi hogar.
—Aunque en puridad no haya nacido en primera línea de costa, sí que en Santiago llega el influjo del mar. Resumo y pregunto. ¿Usted tiene en la casa algunos elementos mirando hacia el cuadrante noroeste de la Península?
—Literalmente no, pero no pueden faltar mi cerámica de Sagardelos; mis fotografías de la plaza del Obradoiro. Y el sentimiento y la morriña.
—Y aunque esta pregunta sea común siempre que un gallego nos visita, ¿cómo se cura la morriña en Madrid? Sobre este particular puede explayarse, que la nostalgia es plural.
—En Madrid se come buen marisco y buen cocido pero es imposible encontrar costilla salada. Y ni tenéis empanada de masa de maíz. Eso no se lo perdono a Madrid. Escucho, eso sí, 'Negra sombra', un poema de Rosalía de Castro interpretado por Luz Casal.
—¿En Galicia tiene morriña de Madrid? Y si la tiene, ¿cómo se la cura o se la mitiga?
—Me gusta que me hagas esa pregunta. La primera vez que noté ese pellizco de dolerme Madrid fue en el 11-M. Lo recuerdo perfectamente. Ese día mis padres estaban en Ifema, y fue un día que me marcó. Cuando llegué a Santiago supe que tenía que estar en Madrid.
—¿Cómo lleva la bandera de su tierra en plena España seca?
—Bueno, Galicia está presente siempre. No solo en mis recuerdos constantes a mi infancia. 'Falo en galego' a veces, a mis hijas, para que no se pierdan las raíces. Y un buen cocido gallego tiene que estar en mi mesa una vez al mes. Vivo con un mostoleño al que le he enseñado a preparar el cocido gallego como Dios manda. El cocido gallego está reñido con el madrileño, pero en mi casa gana el primero por goleada.
—¿De qué hay que alertar a un paisano suyo que quiere 'hacerse los madriles'?
—No hay que alertarles de nada. Da igual como seas, los gustos que tengas, siempre vas a encontrar. Advertir, sí; si esperan encontrar un cocido como el nuestro no lo van a encontrar.
—Esa pregunta me recuerda al poema de una poetisa que intuyo que es su dilecta, Rosalía de Castro, 'Castellanos de Castilla', en el que alerta a sus paisanos sobre la gente de la Meseta.
—Bueno, es que Rosalía de Castro, por la profesión de su marido, Manuel Murguía, tuvo que dejar Galicia.
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