Una oportunidad para mujeres sin hogar en Madrid : «Vivir en la calle me destrozó»
El programa 'No Second Night', financiado por el Ayuntamiento, ha atendido a 245 personas desde 2021
Este recurso brinda apoyo y cubre el alojamiento a mujeres para evitar que empeore su situación de vulnerabilidad
Una de las usuarias, en una habitación del centro
Cada minuto pasado en la calle, debatiéndose bajo qué techo dormir esa noche, qué comer o dónde asearse nubla, desmoraliza y bloquea psicológicamente a cualquiera que acabe en esa situación, que se agrava en el caso de mujeres. Maribel perdió todo hace unos meses ... y no tuvo otra opción que pasar la noche en la estación de Atocha, después de que la conocida que la acogía le dijera que no podía a pasar más tiempo en su casa. «Durante el día tan solo deambulaba de un lado a otro. Llegar a esa situación me derrotó, no hacía más que pensar que todo estaba perdido», relata la cubana a este periódico. Ahora, tras haber sido derivada por Cáritas al programa 'No Second Night', ve todo de una manera distinta: «No puedo tirar la toalla. Con esa ayuda veo la luz al final del túnel».
Esta mujer reside con otras 32 en un centro gestionado por Accem y financiado por el Ayuntamiento de Madrid desde el Área de Políticas Sociales, Familia e Igualdad, que ofrece oportunidades de alojamiento y ayuda en el ámbito laboral a personas que se han quedado en la calle. «Nació en 2021, replicando una experiencia piloto anterior. Durante la pandemia, fallecieron los ancianos a los que trabajadoras domésticas e internas cuidaban. Muchas de ellas acaban en una situación de sinhogarismo. Así, se llevó a cabo un proyecto de emergencia para responder ante este problema», determina Yolanda García, jefa del Departamento de Prevención de Sinhogarismo y Atención a Personas sin Hogar del consistorio madrileño.
El planteamiento principal es el de dotar de una cama y evitar tan pronto como sea posible que estos individuos lleguen a una situación de calle. Para ello, se lleva a cabo un proceso preventivo, en el que participan tanto servicios sociales como recursos de emergencia y distintos organismos como Cáritas o Cruz Roja, que derivan a mujeres que cuenten con el perfil adecuado para ingresar en este programa.
Una vez dentro, las mujeres cuentan con el apoyo y asesoramiento de trabajadores y educadores sociales, asesores jurídicos y psicólogos con el objetivo de que puedan salir a la vida autónoma. «En mi caso, soy víctima de violencia de género, aquí me he sentido arropada y apoyada en todos los sentidos, pero siempre sabiendo que este un recurso transitorio», cuenta una de las residentes a ABC, que llegó en abril de un centro de acogida de Cáritas. «Estaba destrozada, traía la autoestima muy baja. Aquí me han preparado para lo que hay ahí fuera y que no vuelva a recaer en las mismas dificultades», determina.
ha salido a vida autónoma y un 12% han sido derivadas a un recurso adaptado a sus necesidades.
De esta forma, en el recurso se trabaja con la idea de que «hay que sacar a estas mujeres del estado de supervivencia en el que terminan y que ha podido estar motivado por abuso o violencia sexual o por haber perdido su vivienda». Todo ello, determina Víctor García, coordinador del programa, «las lleva a experiencias traumáticas que bloquean y desvinculan de lo comunitario y de las redes de apoyo. Antes de llegar a ese punto tenemos que intentar la recuperación y llegados a ese punto hay que tomar el tiempo necesario para apoyarlas».
Desde el momento en el que se estableció como un recurso permanente, 245 mujeres han pasado por las 53 plazas de las dos residencias que hay en la capital. El año pasado se atendió a 114 y más de la mitad salió a vida autónóma. En 2024, los datos que aporta el coordinador de este programa son mejores, pues un 80% de las residentes ha salido autónoma y un 12% han sido derivadas a un recurso adaptado a sus necesidades. «Son unos resultados verdaderamente positivos», califica García, sobre todo teniendo en cuenta que desde que arrancó el programa, nunca ha habido una cama disponible y que el tiempo de estancia medio que pasan las mujeres en estos centros ronda los siete meses.
Cada una de las personas que han pasado por este recurso cuentan con su propia historia de superación. Desde víctimas de violencia de género –estos casos son mayoría entre las residentes que ingresan en este programa– como las complicaciones más singulares. La de Judith forma parte de este último grupo. «Mi historia es diferente», relata la mujer de 46 años y origen keniata.
del programa 'No Second Night', destinados a mujeres en riesgo de sinhogarismo, están abiertos en la capital de España
Judith llegó a España hace poco más de un década para ser religiosa. Hace un año, su padre enfermó y trató de pedir un permiso para volver a su país y cuidar de él. Sin embargo, su petición no fue aceptada. «No me servía de nada dejar a mi padre en esa situación y yo en un convento. Decir que estaba sirviendo a Dios sería un engaño», apunta. Voluntariamente escribió una carta de renuncia. Sin embargo, tuvo que volver a España ya que en Kenia no tendría oportunidad para trabajar y apoyar a su familia.
Tras agotar la vía de los conocidos, no le quedó otra que ingresar en uno de los recursos de Cruz Roja mientras buscaba un empleo. «Llegué al albergue, pero la situación me resultó muy difícil porque era mixto y me sentía incómoda dada la vida que había tenido antes», continúa. Tras varias semanas, su trabajadora social la derivó al programa 'No Second Night'. «Ahora me puedo seguir formando mientras busco algo de lo mío», cuenta Judith, que hoy busca una oportunidad como repostera, en lo que no solo tiene experiencia sino que es su pasión.
Una vez abandonan este refugio, estas mujeres no son abandonadas a su suerte, pues el proyecto contempla además un seguimiento tras haberles dado de alta a todas aquellas que así lo deseen y se mantiene al menos durante un año, aunque hay casos en los más. «La vinculación es algo muy importante. Una vez salen de la red se trabaja por si existe algún tipo de dificultad y así se consiga reorientar a las personas», señala Yolanda García.