Miguel Rellán: «Nunca tuve que poner copas para sobrevivir en Madrid. Hice entrevistas para 'Playboy'»
COLONOS
Conoce su oficio y Madrid de una manera profunda y pasional porque es un «buen cicerone» de la ciudad
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Miguel Rellán nació en Tetuán un 7 de noviembre de 1942, no en el barrio, sino en la próspera ciudad que España tuvo en el Protectorado de Marruecos. No le quedan en su parla rasgos dialectales algunos de su infancia y de su ... paso por Sevilla, donde cursó, «sin acabar», la carrera de Medicina. Hay que consignar que una conversación con él es feliz, sapientísima.
Es un hombre que, al menos en esta entrevista, va de lo general a lo particular. Compra, lee y devora de todo; con especial predilección por lo que lleve el nombre de Madrid en la cubierta del libro.
Por eso, siente algo telúrico cuando está en el Ateneo de Madrid, la «docta casa»; el mismo temblor que cuando pasea, buscando nuevas perspectivas, por el Madrid de los Austrias. Lleva en la ciudad desde 1971.
—De Tetuán, pasado por Sevilla y en Madrid. Cuénteme esa peripecia.
—Nací en Marruecos. Mi padre era médico y viví 21 años allí. Estudié Medicina en Sevilla y empecé a hacer teatro. Teníamos familiares en Sevilla No terminé la carrera. Allí fundamos Alfonso Guerra, Pedro Álvarez-Ossorio y otros el mítico Esperpento.
—¿Estudió Medicina?
—Pero no la llegué a terminar. Tomaba centramina y mi padre me dijo: «Déjalo ya, que lo tuyo es ser actor».
—En el 71 se instala en Madrid. ¿Cómo conquistó la plaza en la Corte?
—Lo pasé mal, porque yo vine para hacerme profesional y procedía de los grupos alternativos. Pero para dar el salto, al cine, y al teatro, no tenía ni puñetera idea. Nunca tuve que poner copas en Madrid porque sobreviví haciendo cosas que me gustaban. Como escribir. Y escribí en una revista que se llamaba 'Doblón', hice entrevistas para la edición española de 'Playboy'...
—Pues sí que se ha prodigado en las artes teatrales y periodísticas. Oiga, lo pasó mal, pero aguantó...
—Cada vez que lo pienso, me digo qué insensatez. Hoy viven cuatro en un piso y con 18 años ya empiezan a hacer castings. Dios mío de mi vida. Cuando doy talleres de actuación, tras una semana, me preguntan qué hay que hacer para trabajar. Lo que hace falta es suerte. Para ser actor, escritor, periodista, fotógrafo o perito agrónomo.
—¿Cómo anda Madrid de suerte?
—Evidentemente, si vives en Teruel, y que me disculpen allí, solo te queda la salida del teatro aficionado.
—Quiero preguntarle por qué José Luis Garci lo dirigió en 'El crack' con el apodo de El Moro.
—En el rodaje me preguntaron de donde era. De Tetuán, dije. Pues por eso me pusieron ese apodo en la película y así fuimos creando el personaje.
—Decía Gómez de la Serna aquella máxima de «Madrid es moro».
—Todos somos moros, y romanos, y fenicios...
—¿Cómo destina su tiempo libre en Madrid?
—¿Qué es tiempo libre? No acabo de entender eso del tiempo libre. La mejor manera de descansar es cambiar de vocación. Recuerdo cuando Núria Espert estaba haciendo 'La violación de Lucrecia', de Shakespeare. Le preguntaron que si la función duraba una hora que qué hacía el resto del día. 'La violación de Lucrecia', respondió. Pasear despacio por Madrid no es perder el tiempo. Miro para arriba. Madrid es inacabable.
—¿Qué autor teatral relaciona más con Madrid?
—Calderón, Lope, Chéjov no... (Ríe).
—Ha mencionado a micrófono cerrado, o no tan cerrado, que uno de los males de esta ciudad es el turismo. Y el turismo es diferente del viaje, con todas las connotaciones del sustantivo «viaje»... ¿Cómo debe prepararse el viajero que viene a Madrid?
—El viajero debe conocer, leer libros de su destino. Conozco a gente que al volver de Tailandia se quejaba de que allí no había tortilla de patatas.
—Perdone por volver a sus orígenes. ¿Qué parte de Madrid le evoca, en algún aspecto, a Marruecos?
—Ninguna, pero sí te digo que el ser humano es igual en todos los sitios.
—Hombre, digo yo, que Yamaa el Fna puede ser un poco la Cuesta de Moyano.
—Sí, bueno, cogiéndolo por pinzas.
—Pongámonos en que le tiene que explicar Madrid en un día a un shakesperiano...
—Le diría Willian, o Hans, Madrid empezó siendo muy chiquitito. Pero mira, que te voy a llevar al Palacio Real. El Alcázar, donde comenzó todo. O a la Plaza Mayor, que era plaza del Arrabal porque estaba fuera. Ven y te cuento cómo han cambiado estos sitios a lo largo de la historia.
—¿Qué opina del sempiterno tráfico 'madriles'?
—No se puede tener el Prado, el Reina Sofía, el Thyssen y no aguantar el tráfico. Milagritos no.
—¿Siente algo telúrico cuando pasea por el barrio de las Letras?
—Es lo que siento cuando vengo al Ateneo, que es un lugar sagrado. Ahí estaba el despacho de Manuel Azaña. En ese piano tocaron Falla y Lorca. Aquí pronunció una conferencia Albert Einstein. Es que es un sitio sobrecogedor. Y el Madrid de los Austria, si sabes lo que ha ocurrido, esa emoción de pisar la historia la sientes. Se trata de conocer bien. Lo mismo en el Museo del Prado, donde hay una habitación pequeña con fotografías. Pues una de ellas es del cadáver del asesino de José Canalejas. Algo que poca gente sabe.
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