Madrid entierra a la sardina y a su carnaval en pleno San Valentín
Cientos de madrileños participan en un rito castizo que hunde sus raíces en la historia, la leyenda e incluso en el imaginario de Goya
San Valentín, entre la perfumería y la cursilería
![La Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina, este miércoles](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/14/entierro-sardina-RotkROdxMgKWRXRbstBbM1J-1200x840@abc.jpg)
Corre febrero en la ermita de San Antonio de la Florida, los gigantes y cabezudos son motivo de simpático debate para que los municipales convenzan de que no se perjudique el tráfico en el paseo de la Florida. El Manzanares se extraña y no se extraña de que el sano pueblo de Madrid, el día de San Valentín, acuda, siendo laborable y Miércoles de Ceniza, a una tradición en la que el mismo río, Francisco de Goya o Carlos III sean los protagonistas junto a San Antonio de la Florida.
Cada uno con su cuota de participación en esta tradición castiza, de la que se han hecho franquicias en casi todos los lugares que han tenido relación con Madrid y su memoria. Llegan y siguen llegando capas en autobuses, un luto de mentirijillas, que en el carnaval como en la tragicomedia de la vida, todo es relativo.
Hay ganas de diversión, multitud tranquila de niños que no recuerdan la pandemia, pasa un estudiante curioso por mitad del desfile, comenzado a las 18.00 horas exactas, llevando un ramo de rosas entre una carpeta como de Dibujo Técnico; rosas que no son para enterrar a un pescado podrido y llorarle, sino para declarar el amor a alguien, que también es un carnaval lo del amor.
Se escapa alguna sonrisa entre los agentes del orden, y Aure del Rey, secretario de la Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina, en los momentos de las vísperas, y aunque no se le notara, confesaba «sentir algo de nerviosismo», y eso pese a los años que lleva en el cortejo. Ya, a la mañana, el alcalde Almeida, en el desfile vespertino, les ha ofrecido un discurso irónico, tildando a la cofradía de «vivaracha» con una mención, incluso, al «nudo gordiano moral» entre Don Carnal y Doña Cuaresma que se da en la ciudad.
![La sardina con la que desfilan los cofrades, este miércoles, junto a la ermita de San Antonio de la Florida](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/14/sardina-U23460488870BEE-760x427@abc.jpg)
Ese «nerviosismo» de Aure, sí, queda compensado, dice, porque siempre «hay algo diferente»; lo eterno y novedoso de que la gente quiera pasárselo bien que es tradición que no varía. Lleva a gala, o capa madrileña mejor dicho, el «sentimiento de mantener una tradición nacida en Madrid y exportada a todo el mundo». Más de 250 años, la historia pasando como la anochecida de febrero y el origen de este rito, enterrar a un pez muerto en los desmontes de la Casa de Campo, y según las nieblas certeras de la memoria, debido a una partida de sardinas putrefactas que Carlos III, el mejor alcalde de Madrid, entregó a los madrileños que, en lógica, arrojaron al Manzanares. Suponiendo que más bravío en su época, por el lógico motivo de la pestilencia que se llevó la corriente. Tal que así, con la guasa, empezó este rito. Hoy ya con batucada.
Antropología con risas
Y Goya, claro, que esta misma estampa que ve el arriba firmante, la trasladó a un pequeño óleo en su condición de fotógrafo con pinceles de la capital. A Goya, con su sordera, le llegarían con menos fulgor los tambores del cortejo. Pero ahí está la inmutabilidad del rito, que es antropología con risas.
Cada cofrade hace lo que le toca. Uno, José María, reparte sardinillas de chocolate. Julián cuenta, entre los ritmos de la Banda de Gaitas de Madrid Lume de Biqueira, que ha hecho la cartelería. Otro cofrade porta en la chistera una bandera palestina. En la calle Fortea, en lo que queda del antiguo olmo 'El Capitán', se 'bautizan' a los nuevos cofrades, «siete», reveló alguien que parece tener rango cofrade y 'walkie-talkie'.
![El desfile del Entierro de la Sardina, este miércoles](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/14/sardina2-U73242112030UrP-760x427@abc.jpg)
Y entre bromas y verás, con los balcones de esta parte de Madrid abiertos, con los bares ídem de lo mismo (sic), los del entierro han seguido camino a la Fuente del Pajarito, donde la hoguera nocturna representa la relativa severidad que ha de guardar la capital en la Cuaresma.
La última antorcha del desfile deja la calle del C. Fortea en un silencio que es hasta visual. Queda Madrid, por unas horas para los románticos de San Valentín. Los más castizos, por su parte, se desvelan en mantener las esencias. En las terrazas se apuran botellines para reincorporarse, o no, al cortejo. Hay quien va 'disfrazado de disfraz', el kit completo, y no pasa nada.
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