La luz que recuerda a las víctimas del 11M: Madrid estrena la reforma del monumento en Atocha
Un foco proyectado a la capital y un espacio nuevo, azul cobalto, diáfano modifican el homenaje a los fallecidos y heridos
La autoría intelectual del 11-M
![Iluminación del nuevo monumento del 11M en Atocha](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/03/10/Foco2-U601445656197Q4H-RQPjicOHlou7SfPJJEWukpK-1200x840@diario_abc.jpg)
Veinte años sí es nada, es febril la mirada. Aún en casas en distintos acentos hay una foto del ausente, del ausente de un día de entretiempo de marzo. Cuando acudía al trabajo, al instituto, y resuena aquel verbo de Machado «a mi trabajo acudo, con mi dinero pago el lecho donde yago y la mansión que hábito».
Dos décadas no son nada desde aquel marzo, los días, quizá, tienen algún mínimo encanto, pero hay lugares donde el alma siente un repelús. El anterior monumento al recuerdo en uno de los epicentros de los atentados del 11M, la rotonda de Atocha ha cambiado.
La ciudad ha cambiado y los taxistas, tan dados al mote, por respeto, no quisieron rebautizar la obra, el túmulo. Allí y en El Pozo, Santa Eugenia, Vallecas, España y Madrid cambiaron para siempre. Todo hijo de vecino de lo que recuerda qué es España, recuerda, también, la valentía del pueblo de Madrid. Quizá un mutilado arrastrando a la ambulancia a una mujer con la conciencia ida, un taxista que llevó a un familiar a IFEMA con psicología y calma, en la palanca de cambios y en el conducir el presunto duelo. Los móviles sin cobertura.
Todo el mundo, madrileños o no, recuerda aquella mañana de marzo algo tibia y nubosa. Cuando la normalidad se quebró por siempre. Eulogio Paz, por ejemplo, encanecido prematuramente y dejando cartas en la garita de un periódico. Y violines. Y en los familiares de los 193 fallecidos y los dos millares de heridos, un deseo del abrazo. El abrazo lo tuvieron, pero no fue suficiente. Ni el memorial de Atocha, tan raro que, frente al de la calle Téllez, sigue siendo de un exotismo que llevaba a todo menos a la memoria.
La Comunidad de Madrid ha inaugurado este domingo, en la víspera atardecida del día, un nuevo espacio de recuerdo a las víctimas en el mismo lugar del anterior recordatorio con la presencia de los consejeros regionales de Presidencia, Miguel García Martín, y de Transportes, Jorge Rodrigo. Porque las obras de ampliación del Metro de Madrid debían recoger ese jirón de la España más dolorosa y reciente, y lo han recogido haciendo caso a las recomendaciones.
Del monumento exterior se sabe que con el tiempo cambiará, del espacio interior, una sala de color azul con mensajes de esperanza en todos los idiomas que se volvieron mudos aquel día, y algún idioma más. Porque en la matanza no hubo bandera, sino, más bien, una manta de cariño y flores que hizo más tratable, si la expresión es permisible, el luto.
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De momento, en el azul mencionado, en un espacio que llegará a los 2.000 metros cuadrados, y 193 luces por cada fallecido. Por cada mártir. Cada mártir que sale, cuyo nombre en mayúscula en un espacio diáfano. Dos bancos de mármol, partidos en varias partes para que no parezca funeral del todo el recuerdo. Y en el laconismo de la nueva instalación el azul sobre el blanco.
De tripas, corazón
Eleuterio, con una boina, una enseña de la Comunidad, ha hecho «de tripas corazón» para venir al acto previo. Una valla mínima lo separa del espacio, que lo verá en breve. Estos veinte años, y viniendo a los actos, le dejan la lágrima a punto de salir. Pero el pundonor lo puede todo. Su hija María Dolores se «iba a casar» y esa parca interesada hundió su vida en círculos concéntricos. Tan concéntricos como el mentado frío mármol de los asientos frente a los nombres de los asesinados.
Hablan los políticos rodeados de más autoridades, insistiendo en «la necesidad de recuerdo». Antes, en la bulliciosa Atocha, por instantes hay silencios y miradas al suelo. Y hasta un minuto de silencio.
Y ya la luz, ante unidad entre las víctimas. Los pasajeros del 10 miran con incredulidad, pero miran y saben de respeto. El haz de luz vertical, difuso, se percibe. Con la ciudad en silencio, donde anduvo el tubo, Madrid mira a sus estrellas más doradas. Más fiel cuando se apaguen las luces y se enciendan los grillos.
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