La lenta resurrección del monasterio más antiguo de Madrid que un arquitecto compró en ruinas
Recuperan la cilla y la capilla mozárabe de Santa María la Real de Valdeiglesias, que data del siglo XII
Los «Pilares de la Tierra» en Pelayos de la Presa
Esta es la historia de un gran desconocido: un monasterio cisterciense de Madrid que se fundó en 1150 y pasó luego por dos incendios, el expolio de las tropas de Napoleón, la desamortización de Mendizábal, el saqueo popular y hasta la amenaza de derribo ... para construir en el lugar una urbanización. Una joya histórica y artística que sobrevivió casi de milagro, sin ninguna protección, durante siglos, hasta que un arquitecto se topó con un anuncio en ABC informando de la venta de sus ruinas, lo compró y dedicó el resto de su vida a su recuperación. Y lo logró: existe un programa del Gobierno regional que año a año va rehabilitando partes del monasterio, y ahora acaba de recuperar la cilla y la capilla mozárabe.
«Se venden ruinas de un monasterio», rezaba el anuncio que publicaba ABC en febrero de 1974. Mariano García Benito, arquitecto, lo vio y despertó su curiosidad. Fue a visitarlo y tuvo un flechazo: el 22 de marzo de ese mismo año ya tenía las escrituras de propiedad del monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, en Pelayos de la Presa. Fundado en 1150 por el rey de Castilla y León, Alfonso VII, y bajo la obediencia de la orden cisterciense desde 1177, con el patrocinio del rey Alfonso VIII.
El monasterio tuvo sus momentos de gloria en el siglo XVI, pero también pasó por muchas vicisitudes, terminando muy deteriorado por los daños a una propiedad sin ninguna protección legal ni una simple valla que la cerrara, y donde entraron a llevarse cornisas, pavimentos, alicatados, etc.
La sillería, en Murcia
Incluso perdió, a lo largo de su vida, algunas piezas muy destacadas con las que contó en su interior, como la sillería de nogal del coro, que talló Rafael de León entre 1567 y 1571 y que, tras sufrir daños por caerle encima el campanario, fue sacada del monasterio y trasladada primero a los sótanos de la Universidad de Madrid en 1836 y después a la catedral de Murcia, en 1854, tras el incendio que destruyó su coro.
Expoliado y en un estado de total abandono fue como se lo encontró Mariano García Benito cuando lo compró. Pero enseguida captó su enorme potencial y la importancia artística del lugar. Ahí comenzó su particular cruzada por conseguir mantenerlo en pie.
Lo primero fue ponerle un cierre a la propiedad, para acabar con el saqueo de quienes lo utilizaban como cantera de piedra labrada. Luego reparó la torre campanario, en 1987, y llegó a habitarla durante un tiempo, mientras seguía luchando por conseguir apoyo oficial para dotar de protección legal al monasterio cisterciense. Tanto tesón y trabajo logró sus frutos: en 1983, fue declarado Monumento Histórico-Artístico de carácter nacional, y en 1987 comenzaron los primeros trabajos de rehabilitación.
El sueño de Mariano García Benito era que algún día «llegue a formar, junto con El Escorial y el Paular, la tríada de grandes monasterios de la comunidad». El arquitecto cedió la propiedad en el año 2004 al Ayuntamiento de Pelayos de la Presa, de forma gratuita, a cambio de que el consistorio lo aportase a la constitución de una fundación que desde entonces lucha por su rehabilitación. El Gobierno regional inició el proceso de recuperación va recuperando partes del monasterio cada año.
Lo último que se ha hecho es la restauración de la cilla –un almacén que servía para guardar las provisiones del monasterio– y la capilla mozárabe del monasterio. Unos trabajos que se iniciaron en julio de 2022 y finalizaron en marzo de 2023, y que han costado 261.497,85 euros.
Estabilizar y consolidar
Es voluntad del Gobierno regional continuar con estos trabajos, explicó el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Mariano de Paco. «Para detener el proceso de deterioro del conjunto, la Comunidad de Madrid ha puesto en marcha sucesivas intervenciones de estabilización y consolidación«, señala De Paco. Entre 2017 y 2021 se restauró y consolidó el ábside, la antesacristía, la nave y la portada de la iglesia y, además, se mejoró la accesibilidad de todo el monasterio.
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