Juan Lobato y su manual de resistencia contra la política de trincheras
El hasta ahora líder de los socialistas da un paso al lado ante las presiones de su partido, que no le ha perdonado que acudiera al notario con la conversación sobre los datos confidenciales del novio de Ayuso
Juan Lobato dimite como secretario general del PSOE de Madrid tras la exclusiva de ABC
Lobato no dimite, denuncia el linchamiento del PSOE y avisa: «Parece que el malo es quien decide no hacer las cosas mal»

Sentado a una pequeña mesa, solo con un micro, un vaso de agua y un escueto cartel recién pegado del PSOE madrileño, Juan Lobato (Madrid, 1984) empezó a escribir el martes, en la planta del Grupo Socialista de la Asamblea, su propio manual de resistencia. ... La resistencia frente a las presiones de su partido que mostró ese día le ha durado poco, pero está decidido a aguantar bastante más para reivindicar una política diferente, alejada de las trincheras, en la que siempre ha creído. Como técnico de Hacienda del Estado tiene un escrupuloso respeto por las formas y la legalidad más rigurosa y, con su citación como testigo mañana ante el Tribunal Supremo, ha medido cada unas de sus palabras durante los últimos días, en los que se ha visto sorprendido por un tsunami de críticas internas, mientras él ha confesado tener la conciencia clara de haber actuado bien.
Lobato ha sido lo más parecido a un verso suelto dentro del sanchismo que domina el PSOE desde hace años. Ha sido un perfil crítico, pero no demasiado. Un defensor de las buenas formas en política y del respeto a la ley, pero procurando no ser excesivamente molesto para Sánchez. Siempre se ha quedado a medias en ese camino que le habría situado en la galería de los perfiles críticos y eso le ha valido que en su partido le miraran con creciente recelo, sobre todo en Ferraz y en La Moncloa, mientras que en el Partido Popular, con Ayuso a la cabeza, le reprochaban su «falta de valentía» para enfrentarse de verdad a su 'jefe supremo' en el PSOE. Nunca dio el paso decisivo para plantar cara a Ferraz... hasta hace dos días.
El martes apenas tardó tres minutos en denunciar el linchamiento que había sufrido por parte de su propio partido, insinuar una posible mala práctica por parte de la Moncloa y lanzar un aviso: nada ni nadie está por encima de la ley, tampoco Sánchez ni el PSOE, que, según ha subrayado Lobato con insistencia, sigue siendo un partido de militantes.
Y esa ha sido siempre la palabra clave para él: militantes. Son los que le dieron el apoyo en 2021 para ser el actual secretario general del Partido Socialista de Madrid (PSM), en unas primarias frente al alcalde de Fuenlabrada, Javier Ayala, al que dobló el pulso con el 61% de los votos. Y son los militantes a los que ayer agradeció su apoyo en su carta de despedida.
Lobato siempre ha tenido presente que él ha estado ahí, al frente del PSOE de Madrid, haciendo oposición directa a Isabel Díaz Ayuso día a día, porque los militantes socialistas le colocaron en ese puesto. Y no Ferraz. Ni La Moncloa. Han sido las bases del partido en Madrid. Y eran ellas a las que quería ligar su futuro en las próximas primarias del PSM. Pero no ha podido llegar a esa cita.
Ha sido ese respaldo de la militancia el que le ha hecho sentirse con una legitimidad extra cuando se ha dirigido a sus compañeros de la dirección federal o de La Moncloa y no ha tenido problemas en criticar, aunque fuera suavemente, algunas de las actuaciones del Gobierno de Sánchez, como ocurrió con la ley de Amnistía. Eso le generó enemistades dentro de su partido y no pocas ni menores. Pero a Lobato no le asustaba esa rivalidad interna. Él siempre ha considerado sano que haya distintos puntos de vista y debate interno en el PSOE y en cualquier organización. Pero quizás el PSOE que él defiende no es el mismo que gobierna ahora España ni entiende la política de la misma manera.
En su entorno siempre decían que no es de los que se encogen cuando les señalan desde dentro del partido. Aunque considerara que una batalla era difícil, como la de disputar de nuevo la Secretaría General del PSOE de Madrid ante un eventual candidato avalado por Sánchez, Lobato estaba dispuesto a coger el toro por los cuernos y seguir adelante hasta el final. Sin rendirse mientras pudiera.
Enfrente, en el PP, los que pelean con Lobato en el día a día le reprochaban siempre su falta de coraje por no ser capaz de marcar una línea clara frente al sanchismo a la hora de defender Madrid y a los madrileños. En la Asamblea se veía cada semana: había un freno oculto que le impedía decir lo que realmente piensa de algunas actuaciones de Sánchez y del Gobierno, relacionadas, por ejemplo, con las políticas hacia los independentistas.
El portavoz del PSM presume de tener un estilo político muy próximo a la gente y de buenas formas, algo que practicó cuando fue alcalde de Soto del Real (9.400 habitantes), con mayoría absoluta en su última legislatura. Ahí hizo su rodaje como político y donde llevó a la práctica sus ideas sobre el diálogo con otras formaciones de todo signo y la necesidad de llegar a acuerdos con todos, aunque él tuviera mayoría. Por eso, lo primero que hizo al llegar al parlamento madrileño esta legislatura fue tender la mano a Ayuso para alcanzar distintos pactos y en su partido muchos no lo entendieron. De esa mano tendida ya no queda ni el recuerdo en Vallecas.
Ahora, Lobato se echa a un lado, pero deja una puerta abierta al futuro y con un mensaje muy claro: «El PSOE es un partido de militantes». Son ellos los que mandan y los que decidirán en las próximas primarias quién estará al frente del partido en Madrid. El exlíder del PSOE, mientras, redacta su propio manual de resistencia frente a un modo de hacer política, basada en el linchamiento y la polarización, con el que nunca se ha identificado. Resistencia frente a esa división de la sociedad impulsada desde el poder y a favor de manos tendidas, diálogo con el adversario y grandes acuerdos entre la izquierda y la derecha.
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