LAPISABIEN
Milagro de frescor
El soplo inopinado tira de sábana, de sábana en los hombros
El reportero en su descanso
Montero Cupo
Ya en Madrid ha llegado el frescor que tira de sábana, de sábana en los hombros, y endulza los sueños. De mañana, de pronta mañana, ha irrumpido una ráfaga leve, apenas imperceptible, pero que ya dice que una nueva etapa está llegando. Se ... ha notado, toda vestidita de amarillo, pero se notado.
Sopla en el parque del Oeste un frescor inopinado, las fuentes se han vestido de otoño, los perros que beben lo saben y los universitarios ya no dan la guerra de hace una semana. Se han ido enclaustrando a los cuarteles de invierno.
La ciudad espera con sus promesas, sus teatros, y sus tradiciones de rigor. Así se van poniendo las calles hasta que llega el primer atasco.
Me gusta ver la ciudad así, tranquila, y así se la ponderé al veterano reportero hace una semana, bajo el árbol favorito, donde recordamos aquellas rutas teatrales del último Madrid que alcanzamos a ver.
Nos paramos a ver al ciudadano, a sacarles vagos parecidos a Balzac al paseante, y por ahí andamos despejando y disfrutando el mundo que nos ha tocado vivir.
A él, al veterano reportero, ya no lo esperan, por prematuro, en un curso nuevo. Ahora a él le tocan los paseos con la hija, y esos helados de tarde por Chamberí que deben ser algo así como la felicidad doméstica. Su jersey ya no le queda mal por las noches: le quita cierta garra de frío que no se sabe de por dónde viene.
Y por plena glorieta de Bilbao me pide, por favor, que no le hable de televisor y de televisores. Le hago caso. Vaya si le hago caso.
Nos quedamos también otro rato mirando a los bulevares, a quienes nos saludan. Una felicidad barata que también, ahora, permite la ciudad.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete