LAPISABIEN
El mariachi
Ese ramillete de canciones de cuando el desamor nos abrasa, que es siempre
1.Oh!
![Dos mariachis en plena actuación](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/05/mariachi-RBav1lMLSAeLsPa5nwZrJ1J-1200x840@abc.jpg)
Veo al mariachi ahora que anochece más temprano. En una esquina del intercambiador de Avenida de América. Lo veo, en esas horas en la que ya se ha puesto el sol y anda uno en la ciudad subterránea, la que mezcla sueños truncados ... y sueños por hacerse, y sueños por echarse.
El mariachi es lo último sublime que veo antes de conciliar ese sueño que digo, y ya en el metro, si se ha hecho tarde, lo sigo, que lleva camino parejo al mío. Si no, entre dientes voy cantando cualquier tema de José Alfredo Jiménez, ese genio mexicano que compuso el ABC de la canción del mejor amor, el que se pierde, sin tener idea alguna de música reglada. Y por eso somos tantos los que lo seguimos, a los que en ocasiones se nos escapa alguna lagrimilla.
El mariachi es uno. Va con su vestimenta charra (que en puridad no es la misma del mariachi), cuidada con esmero. Sabe quizá que su aliño indumentario en perfecto estado de revista le garantiza algunas monedas más; las justas para ir tirando un poco mejor.
Su altavoz resuena sin molestar, porque en el hipotálamo del madrileño reside ese ramillete de canciones que se nos viene a las mientes cuando el desamor nos arrasa, que es casi siempre. Y casi por norma.
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Una vez le di una moneda, y me guiñó. Ayer me sorprendió no verlo y encontrarme con que, en su lugar, alguien tocaba, mal, algo de Bob Dylan. El mariachi es un consuelo en el duro bregar.
Llegará tras cantar en otros lugares a su casa, y quizá ni tenga ganas de cenar. Igual quiere cambiar de repertorio, de vida. Qué sé yo. Si se lo encuentran, no olviden darle una moneda. Lo merece. Siempre lo merece.
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