LAPISABIEN
La cara B de Madrid
Existe una ciudad que acaba por devorar, una ciudad de despertadores muy tempranos
Muerte de un librero
Sí, existe una ciudad que acaba por devorar. Una ciudad de despertadores muy tempranos, trenes llenos de sueño, y esos mismos sueños, en plural, que no se cumplen, que mueren a la orilla de Príncipe Pío.
Es un Madrid que agota, en el ... que parece que no hay más esperanza que aguardar otro amanecer. La ciudad, y en este resol, puede ser verdaderamente desoladora.
Se habla de las virtudes innegables de Madrid, pero la cara B, quizá, sólo la relató Joaquín Sabina en uno de esos momentos suyos, muy plausibles, que vinculaban la desolación que sufro a una forma de vida. La veía galopando, a la capital desolada, por la M 30 aunque yo, siempre, he conocido al de Úbeda sonriendo.
A mí, Madrid me provoca arritmias, un cansancio vital que se me ha hecho crónico. He perdido todas las raíces, los amigos han 'volado' y me veo en los atardeceres fatigado, enjaulado en una reiteración de lo mismo y en una casa donde la luz no entra y me condensa en mis malos pensamientos.
Antes no, antes los bulevares eran un lírico paseo en el que iba atento a todo. Madrid es un taxista resoplando en una calleja de Malasaña viendo que los repartidores no tienen precisamente diligencia; es la novia que pasa por la otra acera de Princesa, y uno se esconde bajo la gorra para 'no infundir sospechas' a decir de Lorca. Esa sensación que se padece, también, en una estación del metro en obras, allá donde parece que el infierno está en los círculos, como en el libro de Dante.
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Dicho todo esto, Madrid, una vez que entra, no se puede dejar. Da una visión del mundo que no se va ni en las playas más remotas e índigas.
Yo, a estas alturas, le veo lo malo a la ciudad cuando tanto la disfruté, haciendo de todo menos acampando en el Bernabéu. Espero que la cosa cambie. Y ya.
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