LAPISABIÉN
El casticismo y mi nostalgia
Tampoco se trata de recurrir al madrileño profesional, que satura de por sí
Muerte de un librero
El casticismo. Llevo tiempo pensando en qué queda de casticismo en la ciudad. Con el rugir de 'trolley' y los bares pretendidamente añejos de la calle de la Cruz me hago una componenda de que cualquier tiempo pasado, si no mejor, acaso fue el ... más nuestro a decir del poeta.
Paseo por este Madrid infartado, con mis ansiedades y pensares, entre el 'turisteo' que describe Ángel Antonio Herrera, y no veo la ciudad que conocí. Yo no sé si es bueno o malo, el signo de los tiempos, que tampoco la castañera del Retiro nos iba a durar para siempre.
Modestamente, intento recuperar el Madrid que conocí en mi mocedad, que era un Madrid que se parecía mucho al de mis sueños, a la cartografía que me había preparado desde el hondo sur.
Hay castizos profesionales, claro, y ellos, modestamente, ponen la nota de color y la anécdota a lo que fue Madrid, o lo que debiera haber sido. Benditos sean.
Los costumbristas es que somos 'ansí' (Baroja), y ya digo que con estos calores voy extrañando a la castañera del Retiro, a los porteros de traje, a esa Latina tranquila donde paseaba Lina Morgan su humor inmortal.
Ando por Las Vistillas, al atardecer, y me invade la nostalgia de lo no vivido, como me pasó esta semana con el reportaje que publicamos en estas páginas sobre aquella Gran Vía, tan humana.
Sé que pertenezco a una cofradía de gente que no queda, que profeso una admiración al castizo, al que marcaba territorio con los palillos en 'los Carabancheles'.
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Muchos 'colonos' que he entrevistado, de mi quinta, aún buscan una esencia que se ha perdido y que no la va a restaurar el madrileño profesional, que, por otra parte, satura de por sí.
Vaya esta estampa de un tiempo y una ciudad. El sueño castizo de una noche de verano.
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