Desalojo exprés en Collado Mediano: «Vi las llamas y salí corriendo de casa; sientes miedo e impotencia»

El trauma de la jornada roja atascaba las palabras de una vecina que ronda la cincuentena y que prefiere mantener el anonimato. «Es que no quiero hablar, porque mira...», empezó. La voz se le quebró, la piel, de gallina, y los ojos, lacrimosos. «Vi las llamas de metros de alto enfrente de mi casa y salí corriendo, me dejé hasta las llaves... No es lo mismo que verlo en los telediarios, sientes miedo e impotencia», añadía. El infierno de 2009 obligó a desalojar a 2.000 personas de cuatro urbanizaciones. El del martes, a un millar de personas: todos los vecinos de El Reijo del Roble y un bloque de pisos y una calle de Serranía de la Paloma. A las 4 de la mañana, un cambio repentino en la dirección del viento forzó a vaciar otras dos calles del pueblo, en la ladera sur del cerro, donde se originó el fuego.

«Esa es la torre eléctrica donde supuestamente se desató el incendio», señalaban este miércoles tres voluntarios de Protección Civil encargados de sofocar desde primera hora de la mañana los conatos de llamas en la cola del incendio. Un cortocircuito en la instalación eléctrica es la principal hipótesis con la que trabaja el Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. La torre en cuestión se erigía este miércoles junto a un cortafuegos horadado por los servicios de emergencias para evitar que las llamas saltasen al pueblo, en la base del cerro del Castillo.

La red pertenece a Iberdrola. «No tenemos constancia de ningún fallo, incidente o aviso», señala la empresa a este diario. Sin embargo, el Ayuntamiento de Collado Mediano planea interponer una demanda a través del Seprona. Los habitantes de El Reijo del Roble, también. «Un vecino dijo que oyó un chisporroteo en el tendido eléctrico; vamos a poner una demanda por negligencia porque evidentemente es un fallo de Iberdrola y es su responsabilidad», dice el presidente de la urbanización, Francisco José Fábrigues, de 72 años. «Hasta que no haya un atestado que ponga negro sobre blanco de lo sucedido, el resto son especulaciones», se defienden desde la compañía.

El desalojo fue rápido. Fábrigues recibió el martes la alerta alrededor de las 16 horas y se dedicó a llamar por teléfono para correr la voz. «Enseguida se consiguió, te vas con lo puesto», cuenta. El guardia de la garita de seguridad, Paco Ruiz, acompañó a los agentes de la Guardia Civil puerta por puerta. «Hay gente mayor y gente terca, algunos no querían salir», recuerda, «pero sacamos a todos, mayores, familias, animales...». Aunque al caer la tarde podían regresar a sus domicilios, Fábrigues y algunos vecinos prefirieron dormir en casas de familiares de municipios cercanos. Una veintena, personas de avanzada edad, con patologías y movilidad reducida, pasaron la noche en el polideportivo de Collado Mediano.

Bien entrada la mañana, el polideportivo estaba desierto, salvo por un puñado de niños chapoteando en la piscina. El único bar tenía puesto el candado; sus dueños se tomaron el día libre después de ayudar la madrugada anterior a los desalojados, que el miércoles por la mañana estaban de vuelta en sus casas. Los bomberos ya han abierto cortafuegos en el monte para proteger el pueblo y las viviendas. «No corren peligro», aseguró el portavoz de Emergencias 112 de la Comunidad de Madrid Damián Parsero.

El incendio se desató el martes a la altura del kilómetro 8 de la M-601, en la ladera sur del cerro del Castillo, y el viento transportó las llamas a la cara norte, donde ayer se concentraban las labores del operativo desplegado. Tres medios aéreos que recogían agua del contiguo embalse de Navacerrada y la vertían sobre el monte, y 14 dotaciones terrestres entre Bomberos de la Comunidad de Madrid y Brigadas Forestales. «El incendio está en fase de control, eso significa que está activo, no lo podemos dar todavía por controlado», indicaba Parsero a primera hora de la tarde, en el puesto de control del 112 a las afueras del pueblo.

El perimetraje del incendio –blindar la zona afectada para evitar reproducciones más allá de ese perímetro– rondaba el 90% a las 16 horas. Por la noche, los aviones y helicópteros aterrizaron para dar paso a los drones que, con cámaras geotérmicas, localizan los posibles puntos calientes para que las unidades terrestres puedan sofocarlos. Las altas temperaturas y las rachas de viento complican la tarea, sostienen desde el 112. La extinción total tardará unos días.