Las huellas borradas del Atlético en el callejero de Madrid
Un parque en el antiguo Calderón con una cápsula del tiempo, o una placa en el centro, marcan la arqueología y la relación del equipo con el devenir de la capital
Cien años del club de la franja, el rayo que atraviesa al barrio
![Aficionados del Slovan de Bratislava bajo la placa que recuerda dónde nació el Atlético de Madrid](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/14/1489836965-RlOnyykagbha3hcHKBr4AvI-1200x840@diario_abc.jpg)
Decía Manuel Vázquez Montalbán que «gracias a los argentinos el fútbol tiene literatura y filosofía». Nadie le quita razón, pero, en ese apotegma, el escritor olvidó «la pasión», si no como género literario, sí como marcador de un tiempo y de un país, ... de su historia y su memoria sentimental. No es un anuncio nuevo decir que Madrid es y fue la capital del fútbol mundial, que Real Madrid y Atlético de Madrid, que Atleti y Real, fueron dos entes donde el españolito disfrutaba de un esplendor en la hierba. Hay un Madrid de Quevedo, es un decir, como hay un Madrid del Atlético. Recorrerlo es imaginarse gradas que fueron, bigotes almidonados que dieron paso a los tifos.
Hay un punto de inicio al ahondar en el Atlético; su afición lleva «doliéndose, llorando en cada mudanza». Lo dice José Antonio Martín Otin, Petón, atlético y poético, y miembro de Los 50, una asociación con 'numeros clausus' («como la RAE»), y depositaria de un esfuerzo científico: bucear en la historia del equipo. No tienen sede, pero Petón, apasionado, da una cartografía de los distintos éxodos de su club del alma. Su memoria más vetusta va al antiguo Metropolitano, y «al marcador Dardo» que funcionaba con unas papeletas donde se comprobaba, como en una adivinanza publicitaria, los resultados ligueros. Todo dependía del patrocinio.
En esas mismas gradas del Metropolitano, hay que imaginar a un joven José Luis Garci, americana sin corbata, pensando en imágenes: «Siempre que perdía el Atleti, aunque hubiera sol, se hacía de noche en el Metropolitano. Si perdíamos, volvíamos por lo que los madridistas llamaban con malicia 'la senda de los elefantes'». Garci aún ve ese mirar abajo y ese murmullo del espectador desazonado: «Este Atleti, este Atleti...».
Enfilando Reina Victoria, añade el cineasta y escritor, iban «de chaqueta muchos seguidores». Con algo británico en el vestir. El Metropolitano, lo que es hoy, es una manzana en Moncloa que, curiosidades o no, traza desde el aire el escudo del club. Por andar, en diciembre del presente, se camina hasta la Torre Metropolitana, donde los conserjes invitan a no hacer fotos y menos a preguntar. Un vecino sitúa, más o menos bajo el mostrador del portero de la finca, el círculo central. La imaginación espacial lo intenta ubicar, pero reconoce que es difícil. Insisten en que no quieren fotos y así se hace más difícil imaginar esa zona gélida de Madrid como un estadio fetén. No hay, más allá de la denominación del edificio, más recuerdo atlético que este. Aunque en una superposición de planos de dos tiempos sí concuerdan vagamente los espacios, las épocas.
Justo ahí, en un parque público, cerca de la plaza Ciudad de Viena, los 50 del Atlético han pedido a la alcaldía un «elemento ornamental», y de momento está aprobada por la Junta Municipal de Moncloa-Aravaca, a fecha de 12 de enero de 2023, la colocación de una «placa conmemorativa». Se intenta imaginar esa famosa 'gradona' y Nacho, 'colchonero' amable y septuagenario, la erige a su manera.
Antes
Después
![Imagen después - El antiguo Vicente Calderón y el actual parque del Atlético de Madrid ubicado en su solar](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/14/1489836834-U50120027254UZJ-624x350@diario_abc.jpg)
![Imagen antes - El antiguo Vicente Calderón y el actual parque del Atlético de Madrid ubicado en su solar](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/14/50230260-U41408141442frJ-624x350@diario_abc.jpg)
Horas antes de ir a los corazones de un sentimiento que en palabras Sabina «no se puede aguantar», cuando Madrid iba ardiendo el frío, el reportaje principiaba en calle de la Cruz, 21, donde una placa de 2008, ya llena de mugre, sonríe a Juan Sánchez, camarero de Casa Toni, donde además del gazpacho fresco los 365 días del año, están a cuatro metros de donde el Atlético, como sucursal del Athletic de Bilbao, vino a nacer. En la Sociedad vasco-navarra. Corría casi el alba del 26 de abril de 1903, y después de un partido contra el Madrid, cuentan los cronicones, los bilbaínos, estudiantes de Minas en la capital, sacaron una filial que andando los años fue gloriosa e independiente. Hoy, en ese minuto cero del Atlético de Madrid, apenas se para el público. La placa, erigida en 2018, pondera la aportación a Madrid del club. Sobre él caen churretes de óxido temprano que, a cuatro metros, ve con resignación el hostelero, atlético de corazón. Si acaso, alguna vez, entre vapores de casquería, algunos pocos días, ve gente que se arremolina ante la placa, que merece tratamientos mejores. A la vera del 'Portal de Belén del Atleti' hay un garaje. Un Tesla se marcha ajeno a recuerdos. Pasan aficionados del Slovan Bratislava antes del partido. Se les sitúa junto a la placa sonrientes, que ese será el mejor recuerdo que les quede de su visita a Madrid
No es está una ruta histórica, sino sentimental, de la huella del Atlético en el callejero. Hay que recordar, y muchos, como César, lo tienen presente, cómo era el Calderón en el recién inaugurado parque Atlético de Madrid. Sacan una IA sentimental para ubicar las gradas en el parque del Atlético de Madrid con su cápsula del tiempo que, por no estar, no es ni el centro del campo. Entre Mario, con dotes de agrimensor, César y el 5G se localiza el centro del campo. A tres metros hay un llano de césped inspirado en los Juegos Olímpicos de la antigüedad. Una pista lo circunda en lo que quiere ser un tartán. Ante el túmulo del tiempo donde se conservaron objetos para la eternidad con una tapa de granito que refleja el antiguo templo rojiblanco, los vecinos piden al cronista «una pasarela, mejores árboles, que se note que aquí estuvo el Calderón», y vuelven a sus asuntos en lo que hoy es arena y árboles con afán de retoñar. Allí, donde el viento entra como un cuchillo, Luis Aragonés inauguró el marcador del Manzanares un día gris. 2 de octubre de 1966.
Antes
Después
![Imagen después - Antiguo estadio Metropolitano y viviendas actuales levantadas en el mismo lugar](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/14/1489836923-U21567402777ojI-624x350@diario_abc.jpg)
![Imagen antes - Antiguo estadio Metropolitano y viviendas actuales levantadas en el mismo lugar](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/14/7463851-U63543771831KpJ-624x350@diario_abc.jpg)
Todas las fuentes, aún siendo octubre, recuerdan aquella jornada con un relente inopinado por los espacios abiertos del estadio: «Un regalito que nos dejó el alcalde Arias Navarro», apunta Petón. Aunque el espacio, con árboles raquíticos, pretende aislar melancolías, lo cierto es que llegan las nieblas tristes del río junto a dos escolares, Cristóbal y 'Caco', que preguntan sobre ese sepulcro del Vicente Calderón.
Al final se ve la losa entre la arena de los pinarcillos. Gastada, mínima; igual que donde teóricamente estaba el medio campo del Calderón que representa en el granito un balón antiguo, de los de a tiras de cuero. No hay, ni rojo, ni blanco ni azul: sólo dos arquetas donde hay que imaginar un homenaje y no más de cuatro vecinos haciendo arqueología a la hora de la siesta.
La historia del Atlético de Madrid no sería como es sin sus incondicionales. El taxista usa la pantalla para sobreponer campos y dejar la crónica en el lugar de autos. Piensa que «la Peineta (sic) es un estadio complicado y lejano». El Atlético también pasó sus infiernos y, en él, el tatuaje de los traslados. «Lloré cuando nos fuimos del Metropolitano», dice Petón por llamada en el bar Las Pirámides, desde donde hay que imaginar el estadio. Allí mismo aparece una enfermera al auxilio del jefe, con el brazo en cabestrillo sujetado con una bufanda del Atleti. No quiere fotos y se pierde calle de Toledo arriba.
Las huellas 'indias' se pierden en otras sedes: Barquillo 22, o el número 4 de la calle Colmenares. Paseando por Madrid, hay ADN rojiblanco hasta en La Cibeles hasta el año 86, cuando, por una cuestión de repartir los espacios y de estar cercanos a la mitología clásica y transcurriendo un mundial, se ordenó para el fútbol el paseo del Prado. Quedan más lugares, claro. El primerísimo Campo de la Rana, en el Retiro, donde los propios jugadores tenía que adecentar el barrizal. O el de O´Donnell. O el Hipódromo donde están hoy los Nuevos Ministerios. O el campo del Rayo e incluso Chamartín. Si no queda ya quien viviera esta prehistoria atlética, la hemeroteca respalda el inicio de una afición.
Hasta aquí un relato callejero. Pero cómo no hablar, si de Urbanismo va el texto, de esos «atípicos», que era como Jesús Gil llamaba a la explotación de los bajos del Calderón en la banda contraria a la del río. Luego la Peineta y sus mil nombres, donde, aprovechando un graderío de las antiguas instalaciones, se construyó la nueva sede rojiblanca, con esos espacios donde, hay que incidir, siempre entra el frío. Una constante que forja un carácter.
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