Atrapados en Chamartín por el caos ferroviario de Renfe: «Esto es tercermundista»
Un grupo de afectados por la interrupción del servicio hacia Murcia y Comunidad Valenciana esperan en las inmediaciones de Chamartín un transporte alternativo por carretera
Renfe suspende una veintena de trenes tras la incidencia del túnel entre Atocha y Chamartín
![Un grupo de afectados esperaba un viaje alternativo por carretera en Chamartín](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/20/chamartin-tania-RgFJPgHiJ79D6yawAHMKOjI-1200x840@diario_abc.jpg)
Los bares del Jardín Tropical de Atocha, que tenían que haber bajado las persianas ayer a las 21.00 horas, no cerraron hasta medianoche. «Y mira como tengo las vitrinas, ayer acabaron con todos los bocadillos», contaba a mediodía de ayer uno de los camareros ... mientras seguía haciendo a toda velocidad montados de jamón. A pocos metros, otro empleado de la estación se afanaba por reponer las máquinas expendedoras, que también se vaciaron durante la noche (toledana) que vivió la estación el sábado debido, primero, al descarrilamiento de un tren sin pasajeros en el túnel de alta velocidad que lleva a Chamartín, y después, a la suspensión de la circulación en toda la base debido a la presencia de un hombre que amenazaba con tirarse a las vías. Esta segunda incidencia se resolvió en un par de horas, pero el tren volcado ha seguido generando problemas este domingo. Hoy, sin embargo, la zona cero de las incidencias estaba en Chamartín, desde donde salían los 22 trenes de Renfe, seis de Ouigo y cuatro de Iryo con destino a la Comunidad Valenciana y Murcia cancelados debido al bloqueo del túnel que une las dos grandes estaciones de la capital.
A las puertas del servicio de atención al cliente de Renfe en Chamartín, en medio de las obras, cerca de 50 personas cuyo tren había sido cancelado esperaban un autobús sustitutorio que tenía que haberles recogido a las 16.00 horas. O al menos eso les dijeron. Media hora después continuaban en el mismo punto, esperando información. «Esto es tercermundista», decía Teresa, que a esas horas tenía que estar ya a punto de llegar a Alicante. «Tú verás como lo expresas mejor, pero estamos desesperados, porque no nos dan información, no sabemos cuándo vamos a llegar...». «Si digo lo que pienso me llevan preso», saltaba a su lado, hastiado, un joven asturiano. «Todos entendemos que puede haber incidencias, pero el problema es que no dan información. Yo vengo desde Gijón y tenía que hacer transbordo en Chamartín; si me dicen antes que el tren se iba a suspender quizás ni salgo. A mí no me ha llegado ni el mensaje avisando de la cancelación», lamentaba.
Con mejor humor se lo tomaba una grupo de jóvenes que venían a unas jornadas de la Fundación Secretariado Gitano. «Te has dado cuenta de que estamos afectados por las cancelaciones por nuestras caras de desesperación, ¿verdad?», bromeaba una de las chicas. Llevan ya un buen rato esperando el autobús que no llega. «Cansados, indignados... puedes poner todos los adjetivos que quieras», añadían. Al menos, reconocían, ese ratito de hablar con la prensa les amenizó la espera: «¿Quieres un bocadillo? Que la cosa va para rato». Precavidos, ellos tenían ya hasta la cena.
Aunque le había pasado «de todo», Josefina, de 75 años, también relataba su periplo tirando de ironía: «Tenía que haber cogido su tren con destino Alicante el sábado por la tarde. Cuando estamos ya sentados, nos dicen que nos bajemos que el tren salía de Atocha. Entonces cogemos Cercanías, llegamos allí y nos montan en otro tren. Cuando estamos sentaditas, se apagan las luces... Eso que no arrancaba. Y nos dicen que un señor se quería suicidar y se había subido a los cables», recordaba. Total, que la reubicaron en uno de los trenes que horas después fueron cancelados. «Pínchame que ya no me sale ni sangre. ¡Y ahora me dicen que me vaya en autobús! La verdad es que estoy que me subo por las paredes», admitía. Ahora, no solo está preocupada por saber cuándo saldrá su nuevo transporte por carretera, sino también por qué hará cuando llegue a Alicante, porque ella vive en Torrevieja. «Y de madrugada, ¿cómo me voy yo a casa?». Esa es otra guerra.
Primeras veces
La primera es salir de Madrid. De hecho, en los mostradores de atención al cliente de Chamartín la cola recorre gran parte de la estancia. A algunos, les recomiendan esperar a un transporte alternativo por carretera. A otros, les toca coger el Cercanías rumbo a Atocha y buscar allí los servicios en los que les van reubicando. Juan José acaba de llegar de Colombia. Es la primera vez que visita España: «Vengo en viaje de trabajo. Soy ingeniero químico y el martes tengo que estar trabajando en Cartagena. Me dijeron que esperase que a las 15.30 horas llegaba un tren». No se va a llevar la mejor imagen posible de nuestro servicio ferroviario. «Bueno, yo viví en París unos meses, estoy acostumbrado a este caos», dice con una sonrisa.
La desesperación hace siempre que cunda mejor la desinformación. «Yo he oído que los trenes no funcionan porque había jabalíes en las vías», decía uno de los afectados. En realidad, el animal estaba desatando el caos en Entrevías. Pero esa es otra historia.
También había quienes decidieron no esperar al transporte alternativo y se organizaron en grupos de cuatro para coger un taxi. Una carrera hasta Valencia o Murcia, comentaba un conductor de camino a la estación, puede superar los 400 euros. Y en días como esto alguna sale, porque hay quien tiene que llegar sí o sí a su destino.
Hasta Atocha y viceversa
También había quienes, ante la falta de billetes libres disponibles hasta el viernes, decidieron no esperar al transporte alternativo y se organizaron en grupos de cuatro para coger un taxi. Una carrera hasta Valencia o Murcia, comentaba un conductor de camino a la estación, puede superar los 400 euros. «Y en días como así alguna sale, porque hay quien tiene que llegar sí o sí a su destino».
Asimismo, también había quienes pasaban por esta zona cero del desorden ferroviario de camino a Atocha, donde muchos viajeros estaban saliendo reubicados. De hecho, una monitora de la fundación Menudos Corazones trataba de organizar a un grupo de jóvenes que venían de pasar un fin de semana de convivencias. Algunos se quedaban en Chamartín, pero otros tenían que partir hasta la recién bautizada Puerta de Atocha-Almudena Grandes para llegar a su destino final.
Allí, aún pasado el mediodía seguía cundiendo la desorientación. Cualquier mostrador era un punto de información improvisado con decenas de personas haciendo cola para preguntar cuándo y dónde saldría su tren. Otros, miraban perdidos las pantallas o el móvil, en busca de algún correo o mensaje de Renfe, Iryo o Ouigo. La casuística era infinita, así que el personal de atención de las dos grandes estaciones madrileñas trabajó a destajo durante todo el día. Algunos que viajaban con transbordo en Chamartín se habían quedado en Atocha y buscaban el Cercanías, que al menos ayer domingo cumplió, para coger a tiempo su enlace.
Como Samuel, un turista alemán que no acababa de entender por qué todo el mundo le indicaba salir de la estación hacia los trenes locales si su destino final era Gijón. «Vaya quilombo», resumía cuando por fin entendió el concepto de lanzadera. Hasta la propia tripulación de los trenes de alta velocidad recurrió a la red autonómica para moverse de una estación a otra. «Y lo que nos queda de día», sentenciaron todos.
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