CARTAS AL ALCALDE
Huérfanos de asiento
La Puerta del Sol ha quedado monísima, con su adoquinado de unidad
El mundo, un viejo error
Cumplí el otro día un bureo de vagabundo por el meollo del cogollo del Madrid, alcalde. Quiero decir que me di el premio de perder la mañana ganándola en un brujuleo de paseante por la Puerta del Sol, que es empleo de jubilados ... perversos, bohemios de añeja horma, y poetas ajenos a Instagram.
Es amable cosa, esta del paseo sin brújula, y en ella advertí que el centro de la ciudad no tiene bancos, o muy pocos, salvo un pespunte en los tramos mejores de Gran Vía, y luego algún banco testimonial en la plaza de Ópera, que suelen tener pillado en fijo usufructo los vagabundos titulares de la zona. Echan un colchón de ruina, encima del banco, y hala, ahí queda prescrito el domicilio de intemperie.
En la plaza de Oriente, por cierto, suele pasar lo mismo. De manera que no hay donde componer un respiro del trote. Somos huérfanos de asiento, los vecinos y el turisteo. Creo que hace falta algún banco más, por la zona, alcalde.
Algún lector ya nos dejó, hace un tiempo, a pie de esta columna, el consejo de pensar algunos bancos en la nueva Puerta del Sol y su órbita. Hay, sí, pero son cosa insuficiente.
Como ahora prospera mucho la terraza de riel, cogiendo sitio en la acera, o en las calles peatonales, que son más bien las aludidas, no repara uno en que hay poco banco disponible y popular. Poco, o ninguno, según tramos.
Vi mucha vikinga domando a dúo una 'mahou', y también varias puntas de ejecutivos matando el almuerzo con menú del día, y algún ramo de adolescentes que se sientan bajo la toldería de los bares a echar cháchara por los móviles.
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Pero banco para el paseante solitario, banco para el jubilado sin prisa, banco para el espía de nubes de la zona, ninguno, alcalde, pero lo que se dice ninguno.
La Puerta del Sol ha quedado entre mona y monísima, con su adoquinado de unidad, y sus farolas de chulería, y todo eso. Pero, alrededor, resulta poco apaño la vecindad de cuatro bancos contados, que ahí están más por la decoración que por la necesidad. La gente hace romería de sentados en los bordillos.
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