La absurda plaga de lo minimalista
BAJO CIELO
Si quieren comprar pienso para perros, pantalones vaqueros o tomarse un buen café, háganlo en un sitio que no pretenda ser otra cosa de lo que es
El Madrid de azoteas, palomares y bañadores
![Establecimiento de la cadena Museo del Jamón, en la Gran Vía madrileña](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/21/museo-jamon-RpYCmR7OhTP0BJymRSmxNtO-1200x840@diario_abc.jpg)
Ando confundido, aturdido, perdido…; no sé cómo definirlo exactamente, pero me pasa cada día más. Las tiendas de Madrid (y me atrevo a decir que las de todas las grandes ciudades) son todas la misma. Uno no entiende si es el mismo arquitecto de ... interiores que trabaja para cambiarlas todas, o es que las modas están terminando con la esencia de cada comercio. Pero esto no hay quien lo pare. Los suelos de madera, láminas bien anchas y oscuras, las paredes en ese blanco grisáceo que pretende calidez, los mostradores como si fueran piezas de arquitectura, la luz tenue con la bombilla destacando la mandanga (uno no sabe bien si están abiertos o cerrados), unas estanterías muy vacías destacando el producto de turno…; en fin, que da lo mismo lo que vendan porque al entrar no se sabe muy bien qué encontrar. Lo mismo comercian con pienso para perros que se ofrece como si fueran corbatas de Hermés, que cafés de autor molidos al son de nuestra sorpresa. Zapatillas de diseño, pantalones vaqueros que se cuelgan torcidos como si fueran los únicos del mundo, gafas de sol y me temo que hasta las panaderías.
Una de mi barrio, en Mariano de Cavia, abre menos horas que el estanco. Es imposible comprar pan los domingos porque descansan, pero entre semana tiene un horario que parece como si en vez de panaderos fueran notarios o registradores de la propiedad: de 10 a 14 horas y la hogaza de pan a precio de copia simple lista para la firma.
Los restaurantes están empezando a sucumbir también a esta moda minimalista que está terminando con la esencia de las cosas. Lo llaman boutique porque seguimos siendo un poco paletillos, y eso se nota en la poca originalidad que demuestran los dueños de los comercios nuevos, con esa pretensión de aparentar lo modernos que son haciendo lo mismo que el resto.
Hay toda una industria que está enfocada a sacarle la pasta al que te vende cosas. Ya sea el perfume al que debe oler una tienda moderna, el sonido o hilo musical que te acompasa el sablazo, la decoración cálida y plana, el logotipo que firma la nonada o el naming que te venden para que tu marca suene exótica. Los propietarios de las tiendas, los emprendedores que abren comercios hoy en día son el público objetivo de una industria destinada a que todo sea igual y que se extinga el auténtico valor que les hacía diferentes ofreciendo el mejor producto. Ahora son ellos, me temo.
Es tal la confusión que me rodea que, para sobrevivir en Madrid, he decidido entrar en los sitios que a la legua me dejen bien claro lo que ofrecen. Por este motivo voy a comer en El Museo del Jamón los días que pueda y sentarme en su barra rodeado de patas de cerdo y cuchillos largos. Huele a grasa de curación, a manjar, a loncha bien cortada y encima tienen producto para todos los bolsillos. No hace falta meterse en la boca siempre el pata negra 100% jabugo alimentado sólo de bellota y con cuatro comidas al día. Hay para todos los paladares y para todos los posibles, pero lo que más me gusta de este lugar es la honestidad de lo que ofrecen. Sabes que vas a comer jamón e incluso, como mucho, un poco de lomo o chorizo.
Y qué curioso que, por lo general, todos estos comercios que no pretenden ser otra cosa de lo que son, llevan abiertos muchos años haciendo lo mismo, es decir, haciendo las cosas bien. Tenemos la obligación de proteger a quienes nos ofrecen un trabajo bien hecho, delicado y honesto. Por eso, no se dejen engañar por las modas del minimalismo imperante. Desconfíen de lo que tiene una apariencia obvia, porque si quieren comprar pienso para perros, pantalones vaqueros o tomarse un buen café, háganlo en un sitio que no pretenda ser otra cosa de lo que es. Porque como les venía diciendo, es más que probable que el dueño de ese sitio que no sabe muy bien ni lo que vende, haya sido víctima de alguno de esos gurús de la moda y el diseño de interiores. Porque al final, más vale malo conocido que bueno por conocer. Al menos el primero no pretende engañar.
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