La condena de los chiringuitos de La Pedriza: «Es una injusticia terrible que vengan a tirar el negocio donde me crié»
Una docena de quioscos ‘ilegales’ levantados en los años 60 en La Pedriza esperan la llegada de las excavadoras
La Justicia ha dado la razón a la Comunidad, que ya ha derribado cinco construcciones por erigirse sobre vías pecuarias
Los clientes de Casa Torrero echan la tarde en La Pedriza
Pilar y Manolo escogieron una pequeña explanada entre laderas graníticas para levantar su negocio. Lo que nació como una construcción humilde, hoy es un restaurante en toda regla, con una cocina trasera, un salón de madera y una amplia terraza con pérgolas sobre una gruesa ... plataforma de cemento. Casa Torrero es uno de los chiringuitos fetiche de los excursionistas de La Pedriza desde 1965 y, sin embargo, tiene los días contados. La hija de sus fundadores, Marimar, está esperando la misiva que le comunique su derribo.
«Tengo todo lleno», es una de las primeras frases que pronuncia Marimar Torrero (50 años) a primera hora de la tarde, mientras camina atareada de un lado a otro. Algunos comensales todavía terminan sus platos de carne, otros beben su primera cerveza en la terraza entre montañas. Sin embargo, Casa Torrero es ‘ilegal’: está ubicada en el camino de Canto Cochino , uno de los puntos de partida de rutas de senderismo atravesado por una vía pecuaria, uno de esos caminos milenarios para el paso del ganado. Una sentencia judicial, medio siglo después de que naciera el bar, ha dictado que el terreno pertenece a la Comunidad de Madrid , que pretende recuperar esa zona protegida. «Es una injusticia terrible. Estamos a merced de que mañana mismo vengan con la excavadora», lamenta Marimar.
Casa Torrero es uno de los 17 quioscos que nacieron en las décadas de los 60 y 70 en una época en la que el papeleo se pasaba por alto. Muchos están en manos de la segunda generación de propietarios. Algunos no fueron más que casetas. «A mis padres les dieron unos permisos de palabra y hasta hace poco se ha estado pagando IBI (el Impuesto de Bienes Inmuebles)», asegura Marimar. Hace seis años, no obstante, comenzaron los problemas. La basura que anegaba el río Manzanares y la invasión de los bañistas indignó a los vecinos y copó titulares en los medios. En pleno mes de agosto, el Gobierno regional convocó una reunión urgente con el Ayuntamiento de Manzanares El Real . El por entonces consejero de Medio Ambiente, Jaime González Taboada, visitó el río y selló el final de los chiringuitos.
«Nos metimos en un contencioso contra la administración, todos los ahorros se nos han ido ahí durante seis años»
Al menos, esa es una de las versiones del origen de la cruzada de la administración contra este puñado de quioscos históricos. Otros rumorean que hubo órdenes previas de quitarlos de en medio y se aprovechó el ‘momentum’ de la protesta vecinal. En cualquier caso, las comisiones creadas para atajar el asunto sacaron sus conclusiones: «Los quioscos eran intrusiones en el dominio público hidráulico y pecuario y no reunían las condiciones de salubridad e higiene», recuerda por teléfono el anterior concejal de Medio Ambiente de Manzanares El Real, José Manuel Luján. En junio de 2016, la Comunidad envió los requerimientos de desahucio y desató un proceso judicial que todavía no ha terminado.
Desde entonces, cinco chiringuitos han sido demolidos; el último, La Foca, a la orilla del río Manzanares , cayó el pasado 25 de agosto ante una máquina excavadora. Otros seis quioscos ya cuentan con la sentencia firme que avala su desaparición y es cuestión de tiempo –un par de años, trasladan fuentes de la Consejería de Medio Ambiente– que la Comunidad culmine el llamado procedimiento de recuperación posesiva y ordene su derribo. Los seis restantes siguen pendientes de sus litigios. Hay pocas esperanzas:«Por mucha documentación que haya, no hay ninguna que garantice la propiedad», escenifica el exedil Luján.
Una decisión «con bisturí»
Las vías pecuarias tocan numerosos municipios de la región y son «inalienables, imprescriptibles e inembargables». En otras palabras, sagradas. « Tienen gran valor para la Comunidad de Madrid y por eso queremos recuperarlas », explican desde la Consejería de Medio Ambiente para justificar el derribo de los chiringuitos de La Pedriza. Los que van a perder su sustento, sin embargo, comparten otra opinión: «Las vías pecuarias no solo afectan a los quioscos. Han ido con un bisturí», zanja uno de los afectados, que prefiere mantener el anonimato. La mayoría lo hace para evitar represalias, para no «ser el siguiente».
La gasolinera, una piscina pública, el restaurante Casa Julián y un trozo de la urbanización La Ponderosa de Manzanares El Real también cubren tramos de vía pecuaria. En muchos casos, devolver el camino ganadero a su estado original es imposible. «Estamos en la zona recreativa de La Pedriza, en los aparcamientos, ¿qué quieren recuperar, van a quitar todo?», cuestiona Marimar, que ha asistido a cuatro reuniones con el Gobierno regional. Aunque en las dos primeras insistieron en que no sustituirían Casa Torrero ni sus vecinos, en las siguientes empezaron a mencionar «instalaciones propias». «Quieren nuestros chiringuitos para dar la concesión al mejor postor», critica otro de los propietarios. La Comunidad, por su parte, solo se refiere a un «plan de recuperación verde de la zona».
Al margen de injusticias e intereses, la «gran pena» , en palabras del exconcejal Luján, es que la salvación de algunos quioscos se perdió en el siglo pasado. La planicie donde se construyó Casa Torrero es un descansadero de vía pecuaria que, en los años 50, se declaró «innecesario». Más tarde, con el deslinde de 1969, ciertas zonas sobre las que se encuentran algunos de estos negocios dejaron de formar parte de los caminos protegidos. «Se debían enajenar los terrenos y después venderlos a los propietarios» , dice Luján. Pero nadie hizo nada, el tiempo pasó y las tierras, por mucho que las hayan trabajado otros, son de propiedad estatal.
Dolor y dinero
Sin papeles notariales ni registros de la propiedad, todos los juicios estaban perdidos de antemano. «Nos metimos en un contencioso-administrativo contra la administración, todo el dinero de los ahorros se nos ha ido ahí durante seis años», cuenta Marimar. Los seis quioscos que siguen activos han presentado sus respectivos recursos, cada uno con sus particularidades, y perdido miles de euros en el proceso. También el sueño ante la posibilidad de perder su herencia. « Es de mi familia , de mi padre y de mi padre. Me gano la vida con esto, pero aparte es muy sentimental para mí porque me he criado aquí », dice Marimar.
Por ahora, Casa Torrero, El Montañero, Alta Montaña, El Peñote o El Jardín de las Delicias permanecen en el limbo, mientras duren los trámites, hasta la condena definitiva. Unos todavía sueñan con salir victoriosos en los tribunales:«Estoy luchando y los voy a ganar». Otros piden su regularización:«¿Qué hay que hacer? Que nos den una lista con las condiciones y lo hacemos». Muchos destacan su papel en la montaña: «No solo vendemos tercios y cafés, estamos dando servicio (piden auxilio, dan información)». Marimar, además de una carta, espera un milagro: «Somos familias que queremos seguir trabajando, la única solución que nos queda es que nos den una oportunidad».