Viaje al corazón portugués de Altri
ABC visita las instalaciones de la firma en el país vecino para conocer el ciclo industrial tras la planta que proyecta en Palas de Rei (Lugo), los retos que enfrenta la empresa y las causas de su interés por asentarse en territorio gallego
¿Maná sostenible en un «desierto industrial» o celulosa encubierta?
![Visita a los viveros de Altri de Furadouro (Óbidos). Cada bandeja como la de la imagen sostiene unas 2.400 plantas](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/21/Viverosaltriforestalbis-RpZ8Y3KOUX94CJA4aetLKGI-1200x840@diario_abc.jpg)
Gama. La portuguesa Altri bautizó así al proyecto que plantea una nueva fábrica en Palas de Rei (Lugo), y que también supondría la primera incursión de la empresa europea líder en producción de pulpa de eucalipto en las fronteras de Galicia. La comunidad aún conserva en su paladar el sabor amargo que dejó tras de sí la pastera Ence, y la firma lusa es consciente de que camina sobre hielo fino. Por eso mismo, presenta argumentos con un claro afán de distanciarse: ni traerá más eucaliptos a suelo gallego ni contaminará el curso del Ulla, promete. Tampoco producirá pasta para papel, más contaminante que la pensada para el mercado de los tejidos. Esta sí la fabricará, junto al recientemente mercantilizado lyocell, el que, en palabras de su CEO, José Soares, será «el proyecto más sostenible de fibras textiles en el mundo». En un viaje al 'corazón' de Altri, invitado por la empresa a recorrer sus instalaciones en Portugal, ABC pudo conocer de primera mano las fases que implica ese ciclo industrial, los retos que enfrenta la compañía y las razones de su interés por asentarse en territorio gallego.
La producción, tanto de lyocell como de pasta soluble, se sustenta en dos pilares irrenunciables: madera y agua. Su acceso en grandes cantidades es esencial para la industria vinculada; por eso, en cincuenta años, la firma ha tejido un entramado transversal a varios sectores buscando asegurar su disponibilidad. Un ecosistema que, al mismo tiempo, ha logrado fijar población, generar empleo e impulsar la natalidad en poblaciones rurales en las que estas eran problemáticas arraigadas.
Industria y sociedad
«La idea es proyectar todo lo que la empresa está haciendo en Portugal en el entorno de Palas de Rei», expone el director del proyecto Gama, Bruno Dapena, y tal concepto abarca «otras actividades, además de la puramente industrial», que incluyen el apoyo a pequeños empresarios, cursos de formación, becas científicas y colaboraciones con áreas de cultura. Es lo que sucede en Vila Velha de Ródão, localidad lindante al Tajo y próxima a Extremadura, con algo más de 2.000 habitantes y de marcada tradición rural, rasgos comparables a los de Palas. Allí lleva medio siglo asentada una de las plantas de Altri, Biotek, que presenta un funcionamiento muy similar al que se proyecta para la del municipio lucense, en el Ulla, y con la que la comunidad local lleva «muchos años conviviendo en perfecta armonía».
«La principal actividad económica en el siglo pasado fue la agricultura, pero con los años perdió su importancia. Teníamos un reto para crecer y asentar gente», explica a este medio el regidor local, Luis Miguel Ferro, que sostiene que la llegada de Biotek propició su transición «de un entorno agrícola a uno industrial» y la creación de «cerca de 300 puestos de trabajo». «En diez años, duplicamos el número de alumnos en escuelas y lo triplicamos en guarderías; es algo único aquí, en Portugal. La realidad del interior es que los jóvenes se van a la costa y a las grandes ciudades en busca de trabajo», una situación que no es ajena a la comunidad gallega, «y lo que sucede ahora en Vila Velha es que están viniendo para trabajar aquí».
Madera lusa y gallega
En Portugal, Altri cuenta con 96.990 hectáreas de áreas de gestión forestal, de las que 77.340 son plantaciones de eucalipto y 10.550 son zonas de conservación de especies vegetales. Mantener la biodiversidad es garantía de que siempre habrá algunas plantas supervivientes ante las plagas y otras amenazas, como la falta de agua o la acidez del suelo; y, dado que el país vecino abarca varios climas distintos, la compañía cruza distintas cepas de árboles para crear otras, preparadas para resistir diferentes condiciones. Pero la incipiente desertificación es un problema a largo plazo y, según sus estimaciones, en un plazo de tres décadas, la aridez volverá implantables grandes áreas de la superficie –hoy– forestal; de ahí, en buena parte, su interés por asegurar su acceso al recurso fuera de las fronteras lusas.
Ese trabajo genético se realiza en una red de centros de investigación que emplean miles de ejemplares cultivados en viveros extensivos, que son con los que comienza el ciclo productivo. En los Viveiros do Furadouro, próximos a la ciudad amurallada de Óbidos, se producen entre seis y ocho millones de plantas cada año, eucalipto en su mayor parte: unos cinco o seis a partir de semillas y el resto empleando esquejes, mediante clonación. Esta técnica se reserva para los ejemplares que, tras varios cruces, presentan las mejores características –resiliencia a sequías y plagas, potencial de enraizado, ritmo de deshoje–, para replicarlas. En el otro caso, en el que el objetivo es alcanzar esos rasgos deseables, se realiza artificialmente mediante polinización controlada, seleccionando a los dos progenitores.
Además de eucalipto, en los viveros se cultivan alcornoques, encinas, robles, madroños y fresnos. Cada bandeja sostiene 2.400 plantas que se fertilizan mediante riego y en diferentes regímenes, porque así se controla su crecimiento con mayor precisión que inyectando nutrientes en el suelo; y cada espécimen pasa entre tres meses y un año en el vivero antes de plantarse en los terrenos de explotación, en primavera u otoño. En torno a una mitad de la producción abastece las fábricas de madera, mientras que la otra se vende en el mercado, tanto a empresas como a particulares.
Lo que Altri busca es lograr la integración completa del ciclo productivo en un solo marco, y eso, a largo plazo, solo puede hacerse donde hay abundancia de madera, por lo que posa su mirada en la comunidad gallega. «Uno de los motivos fundamentales por los que la nueva planta se proyecta en Galicia es precisamente porque hay disponibilidad de materia prima», explica Dapena. Por esa misma razón, insiste, no se contempla una mayor eucaliptización, sino echar mano de la producción actual: «2,4 millones de metros cúbicos de madera de eucalipto se están vendiendo como troncos, cada año, fuera de la comunidad. Esta planta va a consumir 1,2 millones, aproximadamente la mitad de esa cantidad que hoy sale fuera porque no tiene mercado».
Ciclo fluvial
Cosechada la madera, la cadena productiva continúa en las plantas de Celbi, Caima y Biotek. Igual que esta última, la gallega funcionaría reutilizando agua del curso fluvial, aunque, cincuenta años más tarde, se proyecta con tecnología mucho más puntera. La inversión en el tratamiento de las aguas supera el cuádruple: de los 15 millones de euros dedicados a la planta portuguesa se pasa a destinar 80 a la lucense. Biotek cuenta con tres biorreactores de 2.000 m3 que fijan las condiciones para que los microorganismos depuren el agua. Un sistema de membranas, finísimos 'hilos' porosos, separa los minerales del agua que atraviesa diminutas ranuras de 0,4 micras. En tandas de veinte minutos, filtran 200 m3 de agua por hora y en el proceso, que culmina en una caldera, se produce un excedente de energía que se retorna a la red.
![Vista aérea de la planta de Biotek, en Vila Velha de Ródão (Portugal)](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/21/vistaaereaplantabiotek-U15241410275iMJ-760x427@diario_abc.jpg)
El efluente recogido, ya tratado, se conserva un par de días antes de ser devuelto río arriba y se separa en dos balsas, de modo que siempre hay una que sirva de «testigo reciente» para las autoridades en caso de que decidan revisar el estado en el que se retorna. «No hay un consumo neto de agua, como ocurre en plantas que captan agua de una masa dulce y por su proximidad a la costa la vierten en el mar. La misma cantidad que captamos, la tratamos y la devolvemos aguas arriba», expone Dapena. Así producen, cada año, 250.000 toneladas de pasta para papel, aunque su infraestructura permitiría mudar la fabricación para la industria textil; ese será el caso gallego, que se plantea con una producción compartida con lyocell, la sonada alternativa para crear tejidos que deja un menor impacto ambiental y genera un mayor valor añadido.
Para ello, las instalaciones lucenses captarán, al día, «un máximo de 20.000» m3 de agua del río en su funcionamiento, aunque estarán preparadas para asimilar hasta 46.000. Esas serían «condiciones extremas», aclara Dapena, pero el diseño industrial debe contemplar el caso más desfavorable: «La obra tiene que durar los mismos 60 o 70 años que lo haga la planta, y ser capaz de absorber cualquier variación». Rechaza que las voces que alertan sobre una afectación en la calidad del agua del río o, incluso, nubes de «lluvia ácida» formadas por gases expulsados por las chimeneas, dispongan de una «base técnica». Las considera fruto de una «desinformación absoluta» y asegura que «no» se contempla «la más mínima afección al medio»: «La legislación que hay en Galicia es muy garantista, protege mucho tanto los cauces de agua, sobre todo interiores, como es este caso, como las cantidades de gases, con límites sobre las concentraciones que se pueden expeler».
Producción integrada
Vistas las ventajas del nuevo material, «¿por qué no producir el cien por cien de lyocell desde un primer momento? Hay tres razones fundamentales», comienza a explicar el director de Gama. «Primero, a causa de su mercado, que es relativamente nuevo. La producción, a finales de 2022, era cercana a las 600.000 toneladas al año a nivel global. Siguen incorporándose nuevas fábricas pero, para tener una idea, esta planta representaría el 10% de la producción mundial», expone, por lo que conviene su introducción paulatina. «Segundo, por una cuestión de inversión. El coste de esta planta, con una integración parcial, supera los mil millones de euros; hacer una integración total desde el principio costaría casi el doble». La tercera es una cuestión técnica por la que conviene la producción pareja: «El proceso para producir pasta soluble es excelente en [gasto de] energía eléctrica y térmica; justo lo que necesita la producción de lyocell, que es un gran consumidor de esas energías».
En total, la planta de Palas fabricará 250.000 toneladas de producto: 60.000 de lyocell y 190.000 de pasta soluble, que se venderá al mercado textil. Pero, a medida que vayan pasando los años, la idea es que el lyocell, la alternativa más valiosa y menos contaminante, gane cada vez más peso. Por el momento, «esa proporción de dos tercios-un tercio es el resultado que da esta integración neta de los procesos, de manera que justo lo que le sobra a uno es con lo que se produce el otro».
Si la primera planta de la firma lusa pisará o no Galicia está aún por ver, y depende por completo de que el Estado considere al proyecto Gama apto para recibir los fondos PERTE que solicitó: nada menos que 200 millones de euros. Entre la aprobación y la negativa, pendiente sobre las aspiraciones de Altri, oscila la espada de Damocles.
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