La degradación del debate político: «El nivel de sectarismo es altísimo»
Diputados y senadores de ideologías diferentes muestran su preocupación por la crispación instalada en las Cortes
Los españoles miran a la UE ante la creciente desconfianza en las instituciones propias
![La vicepresidenta Primera, Maria Jesús Montero y el El portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado,](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/10/05/newspaint-1728144570493-1200x840-R6i0bM04BK6OLfcHZKsgpbL-1200x840@diario_abc.jpg)
Un acto protocolario en las Cortes deja una imagen poco habitual, con varios políticos de ideologías bien distintas charlando amistosamente sobre una preocupación común. En el centro del debate, la crispación que se ha adueñado del Congreso y el Senado y que avergüenza a ... todos de alguna manera. «Muchas veces, la presidencia nos tiene que llamar más la atención a nosotros que a sus propios compañeros de partido», afirma uno de los políticos presentes. Confesión que se queda en ese corrillo informal y que aún cuesta que salga a la luz pública. Y eso que la sensación de degradación está generalizada en la calle, convertido ya en uno de los principales problemas de la sociedad españoles según el último barómetro del CIS.
«El nivel de sectarismo es altísimo. El debate de los adjetivos supera al de las ideas y muchas veces se vota a favor o en contra de una propuesta sin leerla, solo observando la autoría de la misma. La política ha perdido humanidad y profundidad en favor del fanatismo y eso se nota en que el debate parlamentario ha caído», asume crítico Javier Arenas, senador del PP y uno de los políticos en activo más autorizados para hablar de este asunto. No en vano, a sus espaldas tiene casi 50 años dedicados a la política en diferentes cargos de responsabilidad. Del Ayuntamiento de Sevilla a la vicepresidencia del Gobierno de España. Un periplo que le permite hablar con conocimiento de causa sobre esta degradación que él mismo ha vivido en primera persona.
Las causas para que ese deterioro se haya acelerado en los últimos años son diversas. Desde la fragmentación del parlamento hasta la irrupción de las redes sociales, pasando por la actual debilidad del Ejecutivo o la irrupción de formaciones radicales que no sienten afección por las instituciones. Al contrario. «Hay una serie de concausas que han provocado ese declive periodizado, que se ha acusado mucho más en los últimos años. Esto tiene que ver con la mutación del parlamentarismo español, que ha pasado de un bipartidismo imperfecto a un bibloquismo también imperfecto, en el que ambos bandos se disputan la legitimidad, acusando la intransigencia recíproca», explica a ABC Juan Fernando López Aguilar, otra de esas voces que sientan cátedra al hablar sobre parlamentarismo.
El actual eurodiputado del PSOE, que fue ministro de Justicia bajo la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero, es uno de los políticos en activo que mejor conoce esta evolución del debate parlamentario, en el que lleva instalado un cuarto de siglo y al que dedicó muchas horas de estudio durante su juventud. Algo impensable en muchos de los actuales congresistas y senadores.
«Para mí, la llegada al Congreso fue la culminación de una ilusión personal y de un ciclo vital. Yo había estudiado mucho los diarios de sesiones del ciclo constituyente y en ellos aprendí mucho. Hoy en día, nadie elabora sus intervenciones sobre bases escritas. Todo está concebido, no para el ciudadano o el adversario político, sino para protagonizar un impacto en redes sociales. El buen parlamentario ahora es el que consigue que un tuit logre concitar la atención del buceador casual», razona López Aguilar, quien va más allá al hablar de las vías en las que el discurso llega a la gente.
«La comunicación política consiste en confirmar las emociones negativas de tu público y no ir al encuentro del razonamiento del otro o tender un puente. Todo eso ha desaparecido por completo. Todo eso ha desaparecido hoy en día y hace que el parlamentarismo sea concebido como una barra de bar. Se ha futbolizado, hablando en términos claros, para que la gente lo entienda».
«Ha llegado un momento en el que alguien debe llamar a alguien para decirle 'vamos a sentarnos porque esto tiene que corregirse'»
Juan Fernando López Aguilar
Eurodiputado del PSOE
Un argumento compartido por Arenas, que opina además que todo ese frentismo crea «desafección». «La gente tiene una imagen de los políticos muy distinta a la de hace décadas, cuando ser parlamentario suponía un reconocimiento social y ahora una presunción de culpabilidad. Hay que recuperar el espíritu de concordia de la Constitución, cuando los políticos no éramos enemigos, sino simplemente adversarios».
Una gran sentada
Y para eso, tanto el popular como el socialista proponen una amplia reflexión de todos los que forman parte del entramado político actual. Una gran sentada con la que recuperar las formas de antaño, evitando los insultos y las decalificaciones.
«El ambiente es irrespirable y el Parlamento no puede seguir así, no puede ser un patio de colegio donde la gente no se escucha. Hay que convocar un encuentro interpartidario para reconducir las reglas, sabiendo lo que arriesgamos. Ha llegado un momento en el que alguien debe llamar a alguien para decirle 'vamos a sentarnos porque esto tiene que corregirse'. Debemos volver a ser ejemplares y sacar los insultos de las cámaras», dice López Aguilar sobre una idea que refuerza Arenas.
«Desde la lealtad, y cuando sea posible -que ahora no lo es-, haría falta una profunda reflexión de los dos grandes partidos sobre los valores de la política, porque la gente desconecta cuando ve que solo hay frentismo e insultos entre nosotros», señala.
«Estamos asistiendo a episodios inimaginables, porque atravesamos un momento de extrema debilidad»
Javier Arenas
Senador del PP
Habla Arenas de sentar a los dos grandes partidos, porque tanto para él como para López Aguilar, el declive comenzó con la llegada de las formaciones populistas más radicales, tanto de izquierdas como de derechas. «El populismo no es útil a la sociedad. Muchas de sus propuestas son erróneas e irrealizables y ofrece respuestas facilonas a problemas profundos», dice el senador del PP.
López Aguilar, por su parte, habla del desprecio a las instituciones que tienen estas formaciones. «Tienden a insultar y a humillar al oponente, porque en realidad no se está dirigiendo a él, sino al público que luego puede verle en redes sociales. Esto genera un efecto contagio que es preocupante. No es una crítica ácida, sino disruptiva con las instituciones. Y un país sin instituciones no puede funcionar. Si las erosionas, no queda nada», señala el eurodiputado, sobre un fenómeno que se reproduce a nivel internacional.
Recuperar las formas
Como cuando Donald Trump trató hace unos días de «deficiente mental» a Kamala Harris, su rival en las próximas elecciones. «Hay un riesgo real de que ese efecto contagio haga al parlamentarismo irrecuperable», advierte López Aguilar, quien denota que la situación en el Parlamento Europeo no es tan grave, porque se cuidan más las formas. «Allí no puedes exhibir camisetas con un lema político y una persona que grita es expulsada inmediatamente. En el Congreso o el Senado, las salidas de tono son cada vez más habituales y preocupantes», insiste.
El debate es poliédrico y la preocupación es clara en el parlamentarismo español, preso de su propia deriva. De hecho, en las sesiones de control ya no existe el diálogo, solo el intercambio de proclamas preconcebidas que no responden a un intercambio de convicciones.
«Estamos asistiendo a episodios inimaginables, porque atravesamos un momento de extrema debilidad», expone Arenas echando la vista atrás, cuando los debates en el Congreso estaban centrados en las ideas y no en la crispación. Tiempos en los que el parlamentarismo lucía un enfrentamiento respetuoso que ha desaparecido para preocupación de sus propios protagonistas.
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