Ripoll, la inmigración y un café con Alianza Catalana
ABC recorre el municipio gerundense cuya alcaldesa, Sílvia Orriols, nos recibe en una panadería para explicar sólo en catalán que quiere echar a los inmigrantes que delincan
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De Ripoll a la frontera de Francia no hay más de media hora en línea recta, tres cuartos de hora si, en vez de atravesar los Pirineos con piolet, optamos por hacerlo en coche. Si el día es soleado, Ripoll es un pueblo con ... encanto, rodeado de un entorno natural privilegiado y con un aire medieval agradable, ya saben, piedra a mansalva, carne al punto y monasterio románico.
Dicen que este lugar es la cuna de la identidad catalana, su corazón, su origen, su alma. Quizá por eso hay una 'senyera' en lo alto y varias más rodeándolo. Pero, en realidad, todo es muy parecido a los pueblos del norte de Palencia, con su románico, sus condados seminales y sus mitos de la Reconquista. Y, al igual que sucede en la Montaña Palentina, cuando no hace sol, el ambiente de Ripoll se transmuta y la luminosidad histórica se torna en un silencio plomizo y contemporáneo. Por las calles vemos a señoras comprando en el mercado, a hombres saliendo de los bares y a gente esperando el bus. Aunque según el censo el porcentaje de inmigrantes no llega al 20%, la sensación es que esa cifra puede ser mayor. Están mezclados, eso sí. No hay guetos y todos caminan centrados en sus quehaceres y apenas los velos de las mujeres nos hacen sospechar que son musulmanas.
Esa sensación es confirmada por algunas de las personas a las que pregunto. «Mira, aquí no pasa nada, no hay demasiados problemas, los inmigrantes son gente que trabaja y punto. Los problemas los creamos entre todos. Y el problema de la alcaldesa es que no sabe gestionar nada», me dice un hombre de unos sesenta años haciendo referencia a Sílvia Orriols, líder de Alianza Catalana, el partido que ganó las municipales y que ahora se presenta a las autonómicas con una política de inmigración dura. Esa opinión no es compartida por otro varón, que me explica que «aquí hay de todo: hay gente que viene a trabajar y gente que viene a dar guerra. El problema son las ayudas. Hay gente con necesidades y me parece bien que se les ayude, pero digo yo que primero estaremos los de aquí. Yo también tengo una situación complicada y está claro que nadie elige donde nace. Pero que les ayuden en sus países de origen, no entiendo por qué tenemos que hacernos cargo de todo el mundo».
Como ven, una división de opiniones que sigue en los siguientes consultados. En este caso Ana y Maria, dos ancianas que afirman ser de la comarca, pero no de Ripoll. Una me confiesa que «sí que hay problemas con la inmigración», pero la otra me dice que no tanto, que «lo que pasa es que aquí en el Ripollés somos muy cerrados. Y, en todo caso, ya es tarde para hacer nada, no hay solución, no los podemos echar». Remato mi ronda de contactos con Lluís, que me dice que «algunos son buenos, otros no. No hay tanto problema como parece con los musulmanes». Y cuando le digo que entonces no estará de acuerdo con la alcaldesa, me dice que «por supuesto que sí. Ella lo hace bien. Hay que tener mano dura con esta gente, porque, aunque no son todos, muchos sí que son delincuentes e integristas».
Preservar la cultura catalana
Como ven es complicado intentar comprender lo que sucede desde posiciones apriorísticas. No es fácil explicar qué es Alianza Catalana sin caer en estereotipos, en clichés y en conclusiones enlatadas. Así que llamo a Sílvia Orriols, líder de Alianza Catalana. Me cita en una panadería y me avisa que solo habla en catalán, con ese sentimiento de inferioridad a lo castellano que muestran siempre los supremacistas periféricos. Pero lo que me cuenta tiene sentido: no quiere expulsar a la gente por su raza, por su origen o por su credo, sino solo a los que delincan o a los que expresen discursos contra Occidente. Quiere mantener la libertad de culto pero supeditada a las leyes europeas y reconoce que su partido es la consecuencia política de los atentados de las Ramblas -cometidos por musulmanes nacidos en Ripoll- y «de la impotencia de aceptar que hemos perdido el control de nuestras calles y que la actual política de inmigración supone una amenaza para nuestra integridad física». Y afirma que «el que venga a trabajar, a integrarse y a comportarse no ha de tener ningún problema». Admite que puede coincidir con Vox en materia inmigratoria, pero que «mientras Vox está por destruir Cataluña, nosotros estamos por salvarla. Es decir, coincidimos en algunos aspectos de inmigración y en abolir la autonomía catalana: nosotros para restituir el Estado catalán y ellos para asimilar Cataluña a la nación castellana».
Puedo comprender que quieran expulsar a los delincuentes. Pero no logro asimilar que uno de los motivos sea preservar la cultura catalana. El límite de un musulmán y de uno nacido en Sant Gervasi ha de ser el mismo: la ley. Si yo viviera en Ripoll haría todo lo posible por cumplir la ley, pero sin integrarme ni un solo segundo en la cultura monolítica y aldeana del Ripollés. Yo soy castellano de Valladolid, algo que no es ni inferior ni superior a un payés de Vic o a un tipo de Rabat. Pero me temo que el nacionalismo de Alianza va a tener unos grandes resultados porque el problema es innegable. Algunos les sitúan incluso en el entorno de los ocho diputados, lo cual haría difícil que Junts fuera tercera fuerza y facilitaría un gobierno de Illa. Y yo me voy pensando que tan erróneo es hablar de ellos como un partido racista como negarlo por completo. Si yo fuera usted, me prepararía para lo peor.
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