Placas para conmemorar a los indigentes que murieron en las calles de Barcelona
Unas 496 personas sin hogar han fallecido en la capital catalana en los últimos ocho años. Su media de edad era de 57 años, un cuarto de siglo menos que el resto de habitantes de la ciudad. Según indica Arrels, muchos de ellos por falta de atención médica a dolencias crónicas como la diabetes
Una dirección para dejar de ser invisible
![Una de las placas que estudiantes del CEIR Villarroel han colocado en Barcelona para recordar a los sin techo muertos en sus calles](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/23/DAMBin(2)-R9fnWCZPwkAOkoI72cE3qlJ-1200x840@abc.jpg)
Rosario Endrinal dormía en un cajero de la zona alta de Barcelona cuando tres jóvenes la mataron. La madrugada del 16 de diciembre de 2005, la rociaron con disolvente y le prendieron fuego. Dos de ellos la habían increpado aquella misma tarde. Luego se fueron a cenar con unos amigos y, horas más tarde, volvieron a la oficina bancaria para atacarla. Murió días después en un hospital, por la gravedad de las quemaduras. Un crimen que visibilizó la aporofobia, el odio contra los pobres, aunque no se incluyó en el Código Penal hasta hace dos años.
Precisamente, dos son los años que Sara, Oriol e Isa tenían cuando mataron a Rosario, pero este lunes, junto a su profesora Marta, la han recordado. Todos estudian el grado de Integración Social en el CEIR Villarroel y han dedicado la tarde a recorrer el barrio de Sant Antoni para colocar placas con los nombres de algunas de las personas sin hogar que murieron en sus calles. Lo que más sorprende a Sara e Isa es la corta esperanza de vida -un cuarto de siglo menos que el resto de barceloneses- de quienes duermen al raso. De unos 57 años para ellos, y de 44 para ellas. «Mis padres ahora tienen 50», explica la última. «Es como si a mí solo me quedasen 30 de vida», calcula, para apuntar que, hasta ahora, era una posibilidad que no se había planteado.
![Placa en recuerdo de David, que murió la Nochebuena de 2017 en las calles de Barcelona](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/23/DAMBin(1)_20231023195134-U30705084278IXQ-624x350@abc.jpg)
Tampoco la de quedarse en la calle. «A veces tenemos la impresión de que son personas sin empleo, con adicciones, pero hasta escuchar sus historias no entiendes que también te puede pasar a ti», cuenta Oriol, después de conocer la de un hombre que, tras una disputa familiar perdió el control sobre su empresa, que le reportaba importantes beneficios. Acabó sin ingresos, sin red de seguridad y sin un techo bajo el que cobijarse. Cuando lo conoció, llevaba ya una década sin hogar.
El estereotipo es el de «un hombre de mediana edad con un cartón de vino, que incluso nos puede dar miedo«, asume Sara, para desterrarlo. »A veces las adicciones llegan por estar en la calle y no al revés«, apostilla. El recorrido de estos futuros trabajadores sociales llega de la mano de la Fundación Arrels, que desde 1987 atiende a personas sin hogar en la capital catalana. Según sus cifras, han sido 496 las que han fallecido en los últimos ocho años. Ocho de cada diez eran hombres. «A veces olvidamos que también hay mujeres, y que su situación es mucho más complicada», remarca la profesora. Según los datos de la entidad, el 46 por ciento de las personas que malviven en las calles de Barcelona refieren haber sufrido alguna agresión física o verbal. En el caso de ellas, también sexuales. Su vulnerabilidad es aún mayor.
Entre las vidas que recuerdan las placas, una realidad para algunos aún «invisible» -en palabras de Sara-, la de Jerónimo S., que murió en marzo de 2021, cuando tenía 55 años, tres después de comenzar a ser atendido por la fundación. Apasionado del cine y de los cómics. Un «amante de la vida», pese a no haber tenido una infancia fácil. También la de David P., que dormía junto a un parking 24 horas (las cámaras de seguridad les puede salvar de alguna agresión), y que murió la Nochebuena de 2017.
Según los datos de Arrels, el 46 por ciento de las personas que malviven en las calles de Barcelona refieren haber sufrido alguna agresión física o verbal
«Pero en Barcelona no hace tanto frío», ha razonado una de las alumnas, sobre las causas de los fallecimientos. Muchos de ellos, apuntan desde Arrels, se deben a la falta de atención y cuidados a dolencias crónicas, como la diabetes. En ocasiones, al no estar empadronados, carecían de tarjeta sanitaria. «¿Y el médico no los puede atender?», ha reaccionado la estudiante. «Sólo en urgencias», ha sido la respuesta. Cuando las temperaturas son especialmente bajas, el Ayuntamiento de Barcelona habilita centenares de plazas en albergues, la llamada operación frío, pero son muchos los indigentes que rechazan acudir. El motivo son las exigencias. Horarios fijos de entrada y salida, veto a mascotas y tolerancia cero con las adicciones. Fijan unas normas, explican desde la entidad, a las que una persona sin hogar no puede adaptarse del día a la mañana. «Para dormir a cubierto durante dos días no van a abandonar a su perro, por ejemplo, que es su compañero el resto de noche del año».
Algunas de las muertes fueron violentas. Fue el caso de Assad, al que en abril de 2022 apuñalaron en el cajero en el que malvivía, en el barrio de Horta. Un hombre de 40 años, aunque haber pasado una década a la intemperie había deteriorado su aspecto. Sus vecinos lo veían siempre con un cartón de vino y con sus cascos puestos para escuchar música, por lo que no dejaba de bailar. Un hombre pacífico, al que ayudaban como podían. «Estar en la calle significa correr ese riesgo. Se producen peleas y agresiones. Algo que bajo techo no ocurriría», lamentó entonces Ferran Busquets, presidente de Arrels.
Son, al menos, 1.200 las personas que duermen al raso en Barcelona. Sólo en los últimos 12 meses, han muerto 65. Una cada dos semanas. Tres de cada diez también murieron en plena calle.
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