Oswald Aulestia, la vida de película del rey de los falsificadores

«Si no el mayor, seguro que uno de los mejores», apunta en la cinta el inspector de la Policía Nacional Carlos Gil, uno de los muchos agentes que intentó echar el guante a Oswald Aulestia Bach, maestro del engaño, embaucador a jornada completa y pieza clave de la 'Operación Artista', intervención internacional que en 2018 descabezó la mayor red de tráfico de arte falsificado de las últimas décadas. Entre las piezas requisadas, 3.000 grabados y litografías atribuidos a Picasso, Dalí, Miró, Tàpies, Chillida, Warhol, Lichtenstein... Casi todas, por no decir todas, firmadas por este barcelonés de 73 años que fue «pirata» -«un pillo que ha sabido aprovechar la ocasión», dice él mismo- y vive ahora en Gràcia junto a su perro y sus pinturas, coloridos cuadros a caballo entre el pop art y el neoplasticismo.

Artista nato, pintor superdotado y 'vivalavirgen' de manual, Oswald Aulestia (Barcelona, 1946) heredó de su padre, el escultor Salvador Aulestia, la pulsión creativa, pero prefirió poner casi todo su talento al servicio del lado oscuro. «Canalizó su sapiencia y su pericia para hacer el mal», sostiene en el documental el inspector Gil. «Era mucho más fácil vender las obras falsas que las obras buenas», relativiza el propio Oswald mientras va repasando una vida de leyenda que, de Barcelona a Miami pasando por Venecia, le llevó a hacerse pasar por el marido de la amante de Miró y a firmar obras de Tàpies como quien expende talones para pagar el alquiler.

- «Pero, ¿cuántos Tàpies has hecho?», le pregunta durante uno de sus encuentros el director del documental.

-«No sé, es que sólo se contar hasta tres», responde con guasa Oswald.

Apasionado del dinero y de los excesos, los setenta fueron una barra libre de «sexo, drogas y rock and roll». «Él pintaba, pero lo que le daba placer era el carpe diem», reconoce su hijastro. Los noventa fueron los años de Miami y el alterne con la 'jet set'. Cuadros a 40.000 dólares, fiestas salvajes en casa de Al Pacino y Ricky Martin enviándole «el Rolls Royce todas las noches a casa». O eso, claro, es lo que él mismo explica.

«Tampoco os lo creáis todo. Lo que hoy es verdad mañana puede convertirse en mentira», sostiene enigmático. De lo que no hay duda es que en pleno rodaje del documental, Aulestia fue detenido, extraditado a Estados Unidos y recluido en una prisión de Illinois durante nueve meses. Era su tercera detención y la única que acabó prosperando.

Una experiencia que, asegura Maíllo, le cambió la vida. Será que, por primera vez en su vida, el chaval que tuvo que salir por patas de Barcelona en 1969 tras robarle la pistola a un Guardia Civil; el hombre que pasó buena parte de su vida esquivando a la policía de medio mundo, podía dejar de huir.