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Spectator in Barcino

Los jardines de Colau

Barcelona lleva ocho años metida en el «jardín» de Colau. Jardín, en su otra acepción: laberinto del que costará mucho salir. Pocas veces un gobierno municipal había aplicado sus dogmas con la prepotencia de un Plan Quinquenal soviético

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Sergi Doria

Sergi Doria

Barcelona

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Tengo mis dudas sobre si Colau sabe lo que es un jardín. Y después de ver la birria en el solar del antiguo teatro Talía que el ayuntamiento adquirió urge que la todavía alcaldesa se lea 'Jardines de Barcelona', el libro que Nicolau M. Rubió i Tudurí publicó en 1929, el año de la Exposición.

Supongo que, además de tachar de facha al almirante Cervera e imponer el antisemitismo por decreto, la todavía alcaldesa conoce al autor de los jardines de Laribal y Miramar, Santa Clotilde en Lloret, Font del Racó, Pedralbes, Letamendi, Francesc Macià, Guinardó, Turó Park o Sagrada Familia. Si así fuere, no habría bautizado el hirsuto espacio del que fue también teatro Martínez Soria como 'Jardinets El Talía'. Con cuatro jardineras, una higuera y banquitos los eco-leninistas nos llevan al huerto (una vez más).

En realidad, ahí no va un espacio verde sino equipamientos públicos. Según la web oficial: «En este solar, de 785,30 m2 de superficie, el Ayuntamiento tiene previsto hacer vivienda social, destinada a colectivos específicos como pueden ser jóvenes o personas mayores, y un equipamiento cultural. El objetivo es dar respuesta a las necesidades de disponer de más vivienda y servicios de barrio en el Eixample, el territorio con más habitantes de la ciudad -el 16,4%- y que cuenta con una densidad más alta que la media». Y bla, bla, bla. Prometer queda bien cuando ya no queda tiempo para cumplir la promesa. ¡Y mira lo rápidos que han ido en Consell de Cent! ¡Ya lo están celebrando antes de acabar!

A ver si entendemos, alcaldesa, de qué va un jardín. Decía Rubió i Tudurí que no basta con trazarlo sobre plano: un jardín es un volumen compuesto de cielo, vistas, árboles y fragancias naturales. La belleza de los jardines urbanos depende también de la arquitectura que los acoge. El mejor destino de la jardinería en el Eixample son los interiores de manzana que este ayuntamiento no ha querido explorar en su totalidad antes de lanzarse a la destrucción de la cuadrícula de Cerdà. En el caso de ajardinar zonas viarias, el paisajista y arquitecto advierte de la necesidad de un buen mantenimiento (nada de parterres-papelera, como ahora). Plantar por plantar no tiene sentido; no basta con unos cuantos árboles y bancos. Esto es una caricatura de jardín.

Mencionamos los jardines del Turó. Rubió i Tudurí se resistía a llamarlos Park; los concibió como un 'square' al estilo londinense. Los 'jardincitos' de Talía son otra caricatura del seudoecologismo de Colau y su tropa populista.

La demagogia verde que prohíbe los coches sin mejorar antes el transporte público o establecer aparcamientos disuasorios en las entradas de Barcelona suprime quinientas plazas en Sant Martí. Los vecinos perjudicados abuchean a la todavía alcaldesa cuando arguye que no sabía nada de la tropelía. Sus caladeros de votos se agotan. Mejor dicho, se empezaron a agotar en 2019 cuando los sufragios menguaron en Nou Barris al perder una tercera parte de los votos de 2015. Entre las razones vecinales, promesas incumplidas y que en cuatro años los comunes no asomaron por allí. Moraleja: a Colau no la detestan solamente en los barrios altos ni desde los poderes económicos.

Tanta demagogia barata debería salirle más cara que en 2019. Quienes se llenan la boca de «procesos participativos» ningunean la opinión ciudadana con su despotismo poco ilustrado. Como el tranvía por la Diagonal que rechazó el 80 por ciento de vecinos y que la todavía alcaldesa impone con el apoyo de Esquerra, su aliado de la Coalición Contra Barcelona. O la Colonia Castells de Les Corts que el plan municipal ha desvirtuado ciscándose en los compromisos con la Asociación de Vecinos. Su presidenta, Adela Agelet, subrayaba en 'El Periódico' que el ayuntamiento no ha seguido el modelo de las Casas Baratas del Bon Pastor: «Parece un nudo de autopista… Han pasado la goma de borrar… Dicen que, cuando levantemos la mirada y veamos las pérgolas, se podrá ver cómo eran los pasajes. Es una tomadura de pelo».

Barcelona lleva ocho años metida en el «jardín» de Colau. Jardín, en su otra acepción: laberinto del que costará mucho salir. Pocas veces un gobierno municipal había aplicado sus dogmas con la prepotencia de un Plan Quinquenal soviético.

El 28 de mayo la ciudadanía irá a votar sin ilusión a los dos candidatos con más posibilidades para acabar con este mal sueño. No por sus méritos: Trias (marcado por su independentismo) y Collboni (por su colaboracionismo).

Hay que salir de los jardines de Colau. Enviarla a sumar con Yolanda Díaz, o a la oposición con ese Maragall que presume de apoyos inexistentes. Tan ficticios como la vivienda pública que la todavía alcaldesa prometió en su caricatura de los jardincitos de Talía. La musa del teatro.

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