Cien años atrás

El «de momento, no», que aduce la actual propiedad de la Monumental, fue entonces un clamor de los aficionados contra la programación, especialmente por el ganado nada del gusto del público. La pugna llevó a que en la temporada de 1922 no hubiera toros en la esquina Gran Vía con Marina. Sí que se dieron temporadas completas en el Torín de la Barceloneta y en Las Arenas. Pero la Monumental, cerrada. Las discrepancias siguieron en 1923, con todo tabicado hasta junio. A trancas y barrancas se dio la cosa, y hasta 1924, no llegó el sosiego empresarial que permitió firmar la paz con los aficionados.

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Entonces, la plaza de la Barceloneta cerró sus puertas, Las Arenas, inaugurada con la llegada del siglo XX, era el contrapunto, el complemento más bien, de las temporadas en la Monumental. Todo volvió a la normalidad hace cien años, Los dos cosos vivieron muchos días de gloria. Épocas del mejor toreo, figuras y modestos, páginas de la historia escritas con sudor, triunfos y sangre. Batallas ganadas siempre en el ruedo, y nunca en la política.

Así hasta ahora, con la Monumental cerrada, pero en pie. Como estaba precisamente hace cien años. Ojalá el camino que le quede por recorrer sea el mismo que comenzó a discurrir en aquel 1924, cuando a la plaza aún le esperaba vivir lo mejor.