La presidenta de la Federación de las clarisas: «No sé quién les ha metido este disparate en la cabeza»
Sor María Javier reconoce que «llevo cuatro días llorando» y confía en que «reaccionen y vuelvan atrás»
¿Quién es quién en la rebelión de las monjas de Burgos que reniegan del Papa?
Hace días que tiene periodistas haciendo guardia a la puerta de su monasterio ante los que prefiere guardar silencio. Sor María Javier Soto, es la presidenta de la Federación Nuestra Señora de Aranzazu de las Hermanas Clarisas, que engloba a 32 conventos en España, tres en América del Sur y cinco filiales adscritos (dos de África y tres nacionales). Reconoce, sin embargo, que «todos los cenobios son autónomos, completamente independientes, no dependen de nadie más que del Papa y mi autoridad es de hermana».
Y como hermana, al otro lado del teléfono, desde el cenobio situado en el municipio burgalés de Castil de Lences, donde es abadesa, no oculta que «he llorado bastante en estos cuatro días». Se reconoce «muy dolida» por la decisión de las comunidad de Belorado y Orduña de abandonar la Iglesia y asumir los postulados de la Pía Unión de San Pablo Apóstol y de su impulsor Pablo de Rojas, un sedevacantista excomulgado.
Sor María Javier se resiste a hablar de las monjas cismáticas. «No comprendemos lo que ha pasado; espero que reaccionen porque las quiero de verdad y no sé quién les ha metido este disparate en la cabeza», se lamenta en conversación con ABC. No oculta que era consciente de que algo pasaba en Belorado, pero nunca pensó que llegarían tan lejos. Por eso, se resiste a asumir lo ocurrido «en una Orden en la que siempre hemos sido muy fieles a la Iglesia, al Señor y a los papas».
«Que salgan ahora con esto, nadie lo entiende», mantiene, aunque reconoce que «somos pobres y débiles». Pese a todo, la presidenta de la Federación clarisa insiste en que lo ocurrido «está en manos de los tres obispos implicados y en Roma» y confía en que «haya diálogo con ellos» y las hermanas «vuelvan atrás porque es todo un disparate», añade, al tiempo que ensalza el convento de Belorado que ha sido siempre «majísimo» . «El mayor dolor que tengo es que hayan llegado hasta aquí», insiste una y otra vez.
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