Por mi vereda
Otra mentalidad rural
Hay decenas de viviendas vacías todo el año en la España interior, con poca salida en el mercado que se ve complicada por la inacción de herederos y propietarios
Sin firmar manifiestos
Un respeto a la veterinaria
Sigue habiendo tantas dificultades de acceso a la vivienda que, en el fondo, uno entiende que el hermano de Pedro Sánchez tenga un piso en San Petersburgo o el ministro Grande Marlaska se compre un casoplón en El Escorial, por 1, 2 millones de euros, ... y lo pague a tocateja. Porque ellos pueden y lo valen. Empero, el español de a pie las pasa rameras para encontrar un techo porque los precios no bajan. Hay escasez de oferta, alta demanda porque se crean nuevos hogares y un exiguo mercado de alquiler, sobre todo en las grandes ciudades. Panorama ante el que diversos especialistas alertan contra una realidad cada vez más extendida: se pagan cifras desorbitadas por viviendas que no lo valen. Lo deja claro el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, al referirse a inmuebles erigidos antes de 1970 con serias deficiencias de habitabilidad, eficiencia energética y confort, porque la normativa de antaño era otra.
Nuestro país posee uno de los parques de viviendas más envejecidos de Europa. Falla la cultura de mantenimiento. El número de edificios que se rehabilita cada año es muy bajo: solo el 0,08 por ciento, cuando debería ser del 3,4 por ciento. Dato demoledor. Este fenómeno del sobreprecio ya no solo es exclusivo de las capitales y grandes núcleos urbanos, porque se detecta en localidades pequeñas. Así lo explica Francisco Ayala, presidente de Rural Vivere, una asociación surgida en la Ribera del Duero burgalesa que, como primer objetivo, ha puesto en marcha un banco de vivienda para poner en contacto a personas interesadas en comprar, vender o alquilar casas y solares. Sin duda, una encomiable iniciativa que choca con la cruda realidad de decenas de viviendas vacías todo el año en la España interior, con poca salida en el mercado que se ve complicada por la inacción de herederos y propietarios.
Una postura extremadamente conservadora, plasmada en el consabido «no lo necesitamos para comer», que refleja el abandono presente en los pueblos, con construcciones abocadas a la ruina. Frente a ello, Ayala reclama cambios legales que eviten que se enquisten este tipo de situaciones tan frecuentes, y algo más importante: un cambio de mentalidad radical de los propios vecinos para favorecer, de verdad, el desarrollo rural. «La principal baza la juega la vivienda. Hay muchísimas casas vacías pero nadie alquila y los que venden ponen precios muy por encima del valor real, por lo que no se venden. O nos abrimos o no hay futuro», lamenta, mientras recuerda que familias y jóvenes con voluntad de venir a los pueblos para emprender, desgraciadamente, no encuentran dónde vivir. Un completo sinsentido mientras continúa la sangría demográfica en esta Castilla del terruño que, un siglo después de los poemas de Machado, se mueve entre el recelo, el individualismo y la incuria. Esa no es la actitud.