desde la raya

La España hemipléjica

La Raya fronteriza, esta patria mía que mira a Portugal a través del Duero, parece en algunas zonas más un desierto de Arizona que un enclave en la España del siglo XXI

Apesta

Las dos Españas

ABC

No soy sospechosa de entonar el «Amén Jesús» al presidente Mañueco en muchas de sus afirmaciones, pero si algo le compro sin regateos es esa «España hemipléjica» a la que aludía hace apenas unos días en referencia a potenciar el corredor del Atlántico. Una España ... hemipléjica desde hace décadas, siglos incluso, desde que la Vieja Castilla cayó y no se ha vuelto a levantar; desde que la Ruta de la Plata perdió su lustre y se puso negruzca en el mapa; desde que la mano del Este comenzó a hacer cosas que no sabe la del Oeste no por consejo bíblico, sino por pactos políticos que la terminan de rematar con el Cupo Catalán que rompe la solidaridad e igualdad entre los pueblos.

Lo mismo podría aplicarse el presidente de la Comunidad sobre la Castilla y León hemipléjica con este Oeste Rayano siempre en el alambre, con mi Zamora bonita un año más como la menos favorecida en los presupuestos; con la Sierra de La Culebra calcinada y sin recibir el Maná milagroso, las ayudas prometidas, y el tren de la Vía de la Plata como un recuerdo del pasado, con sus infraestructuras desmontadas y sus raíles fantasmas a ninguna parte.

Como en las películas de indios y vaqueros, la Raya fronteriza, esta patria mía que mira a Portugal a través del Duero, parece en algunas zonas más un desierto de Arizona que un enclave en la España del siglo XXI. Un desierto humano, me explico, que no será por falta de vegetación o de un paisaje natural mágico; ni por ausencia de arte, patrimonio o historia que maravilla en estos días en Valladolid, en la Feria de Turismo Cultural AR-PA, como bien explicaba el presidente del Patronato de Turismo de la Diputación de Zamora, Víctor López de la Parte, desvelándole al mundo que existen enclaves de ensueño por esta provincia, piedras milenarias, historias, leyendas, que merecen ser conocidas, vividas, visitadas; que somos la capital del Románico y del Modernismo, o que todos los caminos de esta provincia conducen a Santiago.

En esta España hemiplégica, en esta Comunidad también hemiplégica, ese soñado Corredor del Atlántico es más que una necesidad; es una vía de futuro, de empleo; un camino a la justicia histórica y económica entre los pueblos de España y sus gentes.

Ahora, mientras el Levante resucita desde el barro y la tragedia, es tiempo de esa solidaridad entre los pueblos, de que se preste lo necesario y se deriven los impuestos a quienes más sufren, no a quienes más tienen y más exigen, como es el caso contrario de la Cataluña nacionalista, que no conoce el hartazgo.

Quizá sea hora de que España pase por el hospital de Toledo y refuerce su flanco del Este para ser, de verdad, un país de sueños y oportunidades para todos.

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