Desde la raya
Las dos Españas
Los muertos quedaron sepultados bajo las frías aguas del Lago de Sanabria, cementerio de soledades
Solsticio de nada
Nuestro cáncer
![Vecinos de Ribadelago, tras la tragedia](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/11/02/Ribadelado2-RcaC5e1h3nBRlGtG8SSLfQL-1200x840@diario_abc.jpg)
En la madrugada del 9 de enero de 1959, la presa de Vega de Tera reventó a causa de las fortísimas lluvias, descargando toda su fuerza sobre el pueblecito de Ribadelago, llevándose la vida de 144 vecinos, casi la mitad de su población.
Faltaban diez ... años para que yo naciese, pero el recuerdo de mis primeros pasos por Sanabria está marcado por casas derruidas, escombros, silencios, palabras a media voz y un ejército de cruces en los solares, a cielo raso, donde un día hubo vida y alegría.
Zamora, mi Sanabria hermosa y sufrida, fue noticia nacional e internacional, aunque el Ministerio de Prensa aconsejase acallar las voces de los muertos y de los vivos. La llama de solidaridad que se encendió como la pólvora terminó consumiéndose, apagándose, hasta que el mundo ignoró la noche «de aquello», los botes de leche en polvo y mantas de lana. No hubo responsables. El silencio y el olvido regresaron como una losa sobre Ribadelago, las indemnizaciones se perdieron por el camino y los supervivientes aprendieron a ponerse en pie, resucitados de un infierno de agua que arrasó con todo a su paso.
Han pasado 65 años de esa catástrofe que marcó un antes y después en la política hidráulica y en las presas que el general Franco inauguraba en blanco y negro en el No-Do. Los muertos quedaron sepultados bajo las frías aguas del Lago de Sanabria, cementerio de soledades.
Como en cada tragedia, la cruda realidad, tanta muerte, fue un bofetón en la conciencia, el corazón del pueblo, que extendió sus brazos amorosos sobre las víctimas y sus familias, arropando en aquel enero gélido su falta de todo, la desnudez de sus pies, sus almas rotas. Las políticas, normas y previsiones cambiaron, llegamos a la Luna y al XXI, pero la Naturaleza sigue desbocándose, enseñándonos lo pequeños que somos, lo frágil que es el todopoderoso hombre frente a sus caprichos.
Hoy, como entonces, las dos Españas afloran sin guerras de por medio: los que maldicen su suerte y los que, a pesar de todo, celebran su vida; los que corren a ayudar y los que aprovechan para robar a quienes ya lo han perdido todo, asquerosos rapiñadores; los solidarios y los sinvergüenzas; los que suman y los que no saben estar a la altura; los que abjuran y los que bendicen a su Dios; los que miran al futuro con esperanza y los que sienten que las aguas han arrastrado también sus vidas; los que demandan y los que agradecen, los que dan un paso al frente y los que reculan.
Dos Españas, cara y cruz, que sacan lo peor y lo mejor de cada uno; este tiempo descreído en el que miles de jóvenes voluntarios nos devuelven la dignidad de ser, esa España buena, camisa blanca de nuestra esperanza, que tanto amo.
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