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Gladiator gestionando la DANA

La reciente gestión de la gota fría en Valencia ha puesto en evidencia una absoluta ausencia de liderazgo

Un tobogán mágico a las pasiones y épica de la Antigua Roma

Forograma de 'Gradiator II' ABC

FERNANDO LALLANA

El cine tiene la capacidad de ofrecernos metáforas potentes que conectan con la realidad. Gladiator II, la esperada secuela del clásico de Ridley Scott, nos sumerge nuevamente en un mundo de luchas épicas y liderazgos que marcan la diferencia entre el caos y el orden.

La épica, un tanto desvalorizada por excesivos tintes Disney, nos transporta al Coliseo romano: un espacio donde el liderazgo, la estrategia y la capacidad de inspirar definían quién sobrevivía y quién no. Sin embargo, la gran pantalla conduce a una realidad donde estas cualidades esenciales parecen faltar. La reciente gestión de la DANA en Valencia ha puesto en evidencia una absoluta ausencia de liderazgo.

En la película, los conflictos no se limitan al combate físico, sino que exploran la lucha por el poder, la toma de decisiones en momentos críticos y el impacto de esas acciones en la comunidad. El líder, aunque imperfecto, demuestra capacidad para adaptarse a un entorno hostil, tomando decisiones difíciles. El liderazgo que combina estrategia, previsión y humanidad, es lo que España entera echa de menos.

La DANA no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, como ocurría en el Coliseo, donde el caos podía convertirse en espectáculo, la respuesta a esta crisis ha estado marcada por la improvisación y la falta de coordinación.

Gladiator nos recuerda que el liderazgo no consiste en actuar solo cuando el problema ya está desbordado, sino en prever, inspirar y organizar. En la película, el joven Jano no solo enfrenta combates físicos, sino también decisiones estratégicas que definen el destino de su pueblo. El caos puede evitarse con planificación y acción temprana.

Un líder efectivo habría priorizado infraestructuras resilientes y abrazado la comunicación preventiva. Se precisaba informar a los ciudadanos con antelación, ofreciendo medidas claras para minimizar riesgos. No podemos enfrentar estas tormentas con improvisación, sino con liderazgos comprometidos y bien preparados.

Así como los gladiadores del cine luchan por la gloria y la libertad, necesitamos líderes que peleen por un futuro sostenible y seguro para sus comunidades. España no puede seguir afrontando episodios climáticos extremos desde la reacción tardía. Es hora de tomar la iniciativa, de ser proactivos.

Si algo nos enseña la segunda cinta de Ridley Scott es que incluso en medio del caos, el liderazgo puede marcar la diferencia entre la derrota y la victoria. El futuro exige más líderes gladiadores. Y menos Caracallas, emperador narcisista al que el guion faltó poner en los labios mientras la sangre de los valerosos inundaba la arena del Coliseo: «si necesitan ayuda, que la pidan».

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