La España de Felipe VI
La convulsa década de «un Rey constitucional»

No ha sido un tiempo fácil para Felipe VI. En esta década ha mantenido intacto el compromiso que contrajo con los españoles el 19 de junio de 2014: «Todo está en su discurso de proclamación y a día de hoy el Rey no cambiaría ni una coma»
Felipe VI: el Rey estratega
Su lado más desconocido: la persona más allá del trono
El Rey celebra una década de reinado que ha estado llena de retos, desafíos y dificultades. Tomó el mando de la Jefatura del Estado en un momento en el que la Corona se situaba en los índices más bajos de calidad y reputación.
No ha ... sido un tiempo fácil para Felipe VI. Diez años después, mantiene firme el compromiso que adquirió con los españoles el 19 de junio de 2014, cuando ante las Cortes, representantes de la soberanía nacional, se dirigió a todos los españoles y afirmó: «Encarno una Monarquía renovada para un tiempo nuevo». En aquel momento, el contador de sus méritos estaba a cero y debía labrarse cada día el reconocimiento y la estima de la opinión pública para ganarse el derecho a llevar el peso de la Corona.
Diez años después, Felipe VI mantiene firme el compromiso que adquirió con los españoles el día en que fue proclamado Rey. Todas las decisiones -algunas muy dolorosas- que ha tomado durante este tiempo han sido siempre actuando en coherencia con las palabras que pronunció el día de proclamación.
«Todo está en ese discurso y, a día de hoy, el Rey no cambiaría ni una coma», afirman desde el Palacio de la Zarzuela. Esta frase ha sido de las más repetidas durante todo su Reinado, sobre todo, cada vez que surgía una situación insólita a la que el Rey tenía que hacer frente. «Todo está en el discurso de proclamación», repetían siempre.
Aquel 19 de junio de hace diez años, las primeras palabras de Felipe VI como Rey de España estuvieron cargadas de mensajes de compromiso, continuidad y renovación. Transmitió con firmeza y entusiasmo los principios e ideales de la España en la que él cree, para la que puso el acento en su propia legitimidad al afirmar que ese día, ante las Cortes, comenzaba «el reinado de un Rey constitucional».
Felipe VI aseguró que se ponía al frente de «una España en la que caben todos los sentimientos y sensibilidades» y «las distintas formas de sentirse español».
Los temas más recurrentes
en los discursos navideños
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Consciente de que este discurso marcaría todo su reinado, Don Felipe lo pronunció con una voz que en algunos momentos -cuando dedicó sus primeras palabras a Don Juan Carlos y Doña Sofía- pareció a punto de quebrarse, pero que recuperó su firmeza cuando se dirigió a los españoles, a quienes pidió que mirasen hacia el pasado «sin nostalgia, pero con un gran respeto hacia nuestra historia; con espíritu de superación de lo que nos ha separado o dividido; para así recordar y celebrar todo lo que nos une y nos da fuerza y solidez hacia el futuro».
El Rey impulsó en 2014 unas medidas de transparencia de la Corona que en 2022 concretó mediante un real decreto
Don Felipe advirtió sobre las funciones a las que debía «atenerse» por mandato constitucional -«ser símbolo de la unidad y permanencia del Estado, asumir su más alta representación y arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones»- y se comprometió a «colaborar con el Gobierno de la nación -a quien corresponde la dirección de la política nacional- y a respetar en todo momento la independencia del Poder Judicial».
Al mencionar estas atribuciones reparó también en los límites de su encomienda. Los apuntaló para hacer ver a la sociedad que la Jefatura del Estado nunca debe extralimitarse de sus funciones. Don Felipe entibó su disposición a «escuchar, a comprender, a advertir y a aconsejar» y señaló que «las exigencias de la Corona no se agotan en el cumplimiento de sus funciones constitucionales» porque, «desde siempre», ha sido «consciente» de su obligación con la sociedad «a la que sirve», siendo «fiel y leal intérprete de las aspiraciones y esperanza de los ciudadanos».
«La Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza. Y para ello, velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente», afirmó el Rey, al tiempo que remarcó que los ciudadanos «demandan con toda la razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública». Evocó el sentido de su figura y afirmó que el Rey «tiene que ser no sólo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos».
«Nada me honraría más que, con mi trabajo y esfuerzo de cada día, los españoles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo Rey»
En el marco de «una Monarquía renovada para un tiempo nuevo», Felipe VI buscó la complicidad de sus coetáneos: una generación «enérgica», «ilusionada» y con un «espíritu abierto y renovador». A ellos les instó a cumplir con «un deber» que tienen «con los más jóvenes», a quienes transmitió «un mensaje de esperanza»: «Tenemos la obligación de que la solución de sus problemas y en particular la obtención de un empleo, sea una prioridad para la sociedad y para el Estado». «También es un deber que tenemos con las generaciones más jóvenes de acrecentar el patrimonio colectivo de libertades y derechos que tanto nos ha costado conseguir. (...). Porque toda obra política -como toda obra humana- es siempre una tarea inacabada», apuntó.
Reafirmó el Rey su «fe en la unidad de España, de la que la Corona es símbolo». «Unidad que no es uniformidad», recalcó. Afirmó que «en 1978 la Constitución reconoció nuestra diversidad como una característica que define nuestra propia identidad, al proclamar su voluntad de proteger a todos los pueblos de España, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones».
Felipe VI concluyó su discurso con una cita del hidalgo Don Quijote: «No es un hombre más que otro si no hace más que otro». Y en ese momento, junto a la Reina Letizia, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía -y frente a la corona y el cetro, símbolos de la Monarquía española-, en medio de un silencio al borde de romperse por una extensa ovación, proclamó el Rey que se sentía «orgulloso de los españoles». Y antes de concluir con un «gracias» en las cuatro lenguas cooficiales -«puentes del diálogo»-, Don Felipe sentenció: «Nada me honraría más que, con mi trabajo y esfuerzo de cada día, los españoles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo Rey».
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Tras la proclamación, Felipe VI no tenía tiempo que perder: el relevo al frente de la Jefatura del Estado debía ir acompañado de una serie de medidas para situar a la Corona en los más altos estándares de reputación y calidad. Para ello, lo primero que hizo fue reducir la dimensión de la Familia Real, que ahora la componen él y Doña Letizia, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, y Don Juan Carlos y Doña Sofía. Esto tuvo como consecuencia que el resto de sus familiares pasaran a formar parte de la Familia del Rey, lo que dejó a la infanta Elena sin obligaciones de representación institucional y, por tanto, sin asignación por parte de la Casa del Rey. La infanta Cristina, a raíz del caso Nóos, había dejado de percibirla en 2011.
Don Felipe, además, revocó el ducado de Palma a la Infanta Cristina cuando empezaron sus problemas judiciales; suprimió, en 2018, los actos de rehabilitación de su padre previstos por el 40 aniversario de la Constitución; y, en 2019, hizo ver a Don Juan Carlos que debía abandonar cualquier actividad pública de representación de la Corona.
Ejemplaridad
El distanciamiento institucional definitivo entre padre e hijo tuvo lugar en 2020. En marzo, tras conocer las actuaciones de Juan Carlos I, que podían derivar en acciones judiciales, la Casa del Rey comunicó que Don Felipe había renunciado a la herencia de su padre que le pudiera corresponder -en su nombre y en el de su hija- y que Don Juan Carlos dejaba de percibir la asignación económica de la Institución, que ascendía a los 194.000 euros. Todas estas decisiones, aunque ejemplares, fueron dolorosas para Don Felipe, pero él siempre ha tenido en el horizonte que la Corona tiene que estar por encima de las personas que forman la Familia Real.
Transparencia
En un ejercicio de transparencia sin precedentes en la Corona, el 25 de abril de 2022, Don Felipe hizo público su patrimonio personal, que ascendía a 2.573.392,80 euros. Un día después, concluyó una operación que llevaba tiempo capitaneando desde el Palacio de la Zarzuela: pactó con el Gobierno la reforma de su Casa.
La Corona y el Palacio de la Moncloa firmaron un real decreto en el que se acordaron una serie de medidas que acercarían la Monarquía a los españoles. El texto recoge algunas normativas que Don Felipe anunció justo después de su proclamación. Incluye también una auditoría del Tribunal de Cuentas a las finanzas de la Monarquía, la publicación anual de una lista con todos los regalos institucionales entregados a la Familia Real, o un código de conducta para el personal de la Casa del Rey.
Un Rey constitucional
Felipe VI debía cumplir con todas las funciones que la Constitución le atribuye, mientras realizaba una serie de cambios en el Palacio de la Zarzuela para poner en orden su Casa, lo que incluía tomar decisiones muy dolorosas para él en lo personal. Todo ello en un contexto de cambio social y político en España, tras una dura crisis económica y con el inicio de una época convulsa por el final del bipartidismo en España, que llevaría a sucesivas crisis políticas, además del desafío secesionista catalán y la polarización que se vive a día de hoy.
El Rey era consciente, en definitiva, de que cogía el timón de una España muy distinta a la de su padre, quien tras conducir al país hasta la democracia que es hoy, contó con el apoyo de los dos principales partidos políticos, que se alteraron en el poder sin necesidad de pactos de Gobierno.
El reinado de Don Felipe ha transitado, sin embargo, en medio de crisis políticas en las que, sin implicarse, ha tenido que actuar como árbitro y moderador al frente de la Jefatura del Estado. En 2015 hubo unas elecciones generales, después otras, en 2016, que supusieron el final del gobierno de Mariano Rajoy en junio de 2018, tras una moción de censura de Pedro Sánchez. Luego hubo dos nuevas convocatorias electorales en 2019, en abril y noviembre. En esta última Rajoy salió como candidato más votado pero, al no tener mayoría absoluta, le comunicó a Don Felipe que no se presentaría a la investidura y, por tanto, rechazó el mandato del Rey de formar Gobierno en su nombre.
Tras producirse este primer bloqueo político en la historia de la democracia en España, Don Felipe expresó su preocupación desde su despacho. «Para esto nadie me ha dejado apuntes», lamentó. Sin investidura no se podían convocar elecciones y el Rey tuvo que proponer a Pedro Sánchez como candidato para presidente del Gobierno. El resultado de los comicios del 23 de julio de 2023 condujo a España a otra situación insólita y el Rey tuvo que actuar: ofreció a Alberto Núñez Feijóo la posibilidad de ser investido como presidente del Gobierno porque era el candidato más votado, aunque Pedro Sánchez tenía más apoyos, y así se demostró cuando pactó con los independentistas y siguió en el Palacio de la Moncloa.
En los momentos de incertidumbre política y cuando tuvo que hacer frente a todos los cambios internos de la Institución, Don Felipe contó con el apoyo del abogado del Estado Jaime Alfonsín, a quien nombró jefe de la Casa de S.M. el Rey tras su proclamación. Siempre contó con su asesoramiento y se abrazaba a la Constitución, la norma suprema a la que siempre se ampara. El pasado mes de febrero, nombró al diplomático Camilo Villarino.
En todo este tiempo Don Felipe ha puesto en práctica 32 de las 34 funciones que la Carta Magna le atribuye, a excepción de dos: declarar la guerra (Art. 63.3) y convocar referéndums en los casos previstos en la Constitución (62.c). Aunque tuvo que sancionar la ley de Amnistía hace unas semanas, Don Felipe estuvo al lado del pueblo catalán y de todos los españoles durante el auge del 'procés', que tuvo su punto álgido en octubre de 2017.
El discurso del 3-O
Dos días después de que se celebrase el referéndum ilegal en Cataluña, dirigió unas palabras al pueblo catalán y a los españoles por televisión. En seis minutos acabó con esa sensación de vacío de poder e incertidumbre tras el golpe separatista. Aquel día 3-O supuso el rearme moral de la nación a través un discurso que descubrió al Rey, donde defendió la Constitución, denunció el ataque a las instituciones catalanas y donde defendió el autogobierno de Cataluña.
En su único mensaje extraordinario al país en todo su reinado, Don Felipe se consolidó al frente de la Jefatura del Estado, de la misma manera que Juan Carlos I el 23F, solo que con un contexto y circunstancias diferentes. Tras esta intervención desde su despacho en la Zarzuela, la hostilidad en Cataluña contra el Rey se acrecentó, hasta el punto que fue declarado persona 'non grata' en Gerona, la ciudad cuyo título ostenta la Princesa Leonor. También recibió insultos en cada una de sus visitas a Cataluña, en un ambiente de hostilidad que el Rey siempre afrontó con espíritu de consenso.
La crisis del Covid
Las circunstancias adversas y de inestabilidad del reinado de Felipe VI llevaron a la Casa del Rey a medir mucho las apariciones de los miembros de la Familia Real. La última etapa más doméstica -hasta el cortafuegos que supuso que Don Juan Carlos se instalase en Abu Dabi- coincidió con la pandemia del Covid-19. El 18 de marzo, con toda España confinada en sus hogares, el Rey se dirigió a la nación: «Este virus no nos vencerá, nos va a hacer más fuertes como sociedad». El trabajo diario de los Reyes desde el Palacio de la Zarzuela, la operación Balmis, los lotes de mascarillas que Don Felipe consiguió y la gira que realizaron durante ese verano por toda España, reforzaron una idea fundamental: que los Reyes estaban en la calle, con los españoles.
Continuidad de la Monarquía
Después de diez años de absoluta anormalidad, los Reyes se han consolidado como dos figuras con personalidades muy marcadas y distintas, que no pierden el foco de sus funciones institucionales: Don Felipe como símbolo de unidad a la cabeza de la Jefatura del Estado, y Doña Letizia como un resorte para el Rey y volcada en una agenda propia y con peso social.
Superadas tantas adversidades, siguiendo el discurso de proclamación de Felipe VI, los Reyes continuarán velando por la dignidad de la Corona, preservando su prestigio y contribuyendo a que tenga una mayor dignidad. Por el camino, darán más protagonismo a sus hijas. Ahora, la Corona puede avanzar hacia un nuevo tiempo con la certeza de que su continuidad está asegurada con la Princesa Leonor, que hace unos meses juró la Constitución ante las Cortes como Heredera de la Corona.
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