Tercer grado en Córdoba | De la sombra de una celda a la luz de la reinserción

RECLUSOS EN MEDIO ABIERTO

El centro trabaja en la incorporación al medio social de más de 180 internos en tercer grado y gestiona la libertad condicional de otros 125

En el complejo de Las Quemadillas se imparten talleres de alfabetización y progamas de búsqueda de empleo y terapéuticos, entre otros

ABC, en la Prisión de Córdoba | «Si cumples tu condena sin tratar de reparar el daño, sólo queda rencor»

El equipo del CIS y la directora de la prisión provincial, durante una asamblea con los internos FOTOS: VALERIO MERINO / VÍDEO: D.DELGADO

Los caminos que conducen a una conducta delincuencial son poliformes, y sus móviles, multicasuales; eso sí,un elevado porcenaje de sujetos que, en la encrucijada entre el 'bien' y el 'mal' eligen violar las normas, están condicionados por un ecosistema desorganizado que, en ... muchos casos, los empuja, como si del antagonista de Pepito Grillo se tratara, por la senda equivocada.

Para tratar de volver a encauzar estas vidas 'desviadas', el sistema penitenciario español cuenta con una serie de instrumentos que coadyuvan a su principal objetivo:lograr la reinserción exitosa de quienes han estado tras los barrotes.

Además del trabajo que se desarrolla en los centros penitenciarios, el peso para la reintegración en la sociedad de quienes han delinquido recae, en gran medida, en los Centros de Reinserción Social.

«En Córdoba, el CIS Carlos García Valdés, que se ubica en Las Quemadillas, trata de dar continuidad a ese proceso de reincorporación en el medio social de los internos», explica la directora de la prisión, Yolanda González.

En este sentido, según destaca, este complejo «es una parte muy importante porque es la forma en la que les ayudamos a reintegrarse, acompañándolos para que puedan superar todos esos riesgos que encuentran cuando vuelven a la calle, cuando se enfrentan de nuevo a su realidad y tienen que afrontar responsabilidades».

Entre el centro penitenciario y el CIS hay casi 1.300 reclusos: de estos, 183 están en el García Valdés en régimen de tercer grado y 125 cuentan con la libertad condicional, según especifica la subdirectora del complejo de Las Quemadillas, Pilar Reyes.

Las instalaciones del CIS cuentan con despachos, enfermería, patio, sala de día, comedor, cocina, biblioteca y sala de terapia. Hay capacidad para 130 personas en habitaciones dobles, en dos plantas, y las mujeres se encuentran en un ala aparte.

En el mismo edificio también se ubica el Servicio de Gestión de Medidas y Penas Alternativas, que solo el año pasado tramitó 1.770 expedientes (que sustituyeron el ingreso en prisión por otras opciones). Estos se resolvieron con trabajos en beneficio de la comunidad y con programas de tratamiento; sobre todo, con talleres de seguridad vial y de intervención en medio abierto con condenados por violencia de género.

De los 183 reclusos en tercer grado, 105 residen en el CIS; 11, en comunidades terapéuticas y 65 tienen pulseras telemáticas

Dichos talleres se imparten en el mismo CIS y también en el exterior, gracias a la colaboración de entidades como Diagrama, Proyecto Hombre o Asaenec, entre otras (colaboran en torno a una decena de asociaciones).

El perfil predominante (aunque cada vez es más variado) de quienes ocupan una plaza en este centro de inserción social cordobés es el de un varón con estudios bajos, escasa vida laboral, proveniente de barrios humildes y familias desestructuradas; además, muchos de ellos presentan (o había tenido antes) problemas de adicción a sustancias estupefacientes.

Paso previo a la libertad

La clasificación en tercer grado y su ingreso en el CIS no se otorga a todos los reclusos de la prisión:hay que ganársela superando una serie de evaluaciones en las que se estudia y valora la posibilidad de reincidencia. «Si el pronóstico va variando y va siendo cada vez más bajo ese riesgo, la Junta de Tratamiento Penitenciario anota esos avances y de forma progresiva se puede acceder a ese tercer grado, que concede la autoridad judicial», explica González.

Se tiene muy en cuenta la personalidad y el historial individual, familiar, social y delictivo del interno, la duración de las penas, el medio social al que retorne el recluso y los recursos, facilidades y dificultades existentes en cada caso y momento para el buen éxito del tratamiento.

Entre todos los factores, se atiende especialmete al pago de la responsabilidad civil. «El abono de las indemnizaciones refleja que se asume el delito y se está dispuesto a hacer un esfuerzo para reparar el daño ocasionado», matiza la directora.

Dentro del tercer grado existen varias formas de cumplimiento: hay personas que 'viven' en el CIS y desarrollan una actividad concreta de formación y/o búsqueda de empleo; otras están internas en comunidades terapéuticas, sobre todo, para toxicómanos. Cabe tener en cuenta que en la 'receta' para la reinserción, el tratamiento de las adicciones ocupa un lugar primordial: no en vano, en torno al 70 por ciento de los reclusos es drogodependiente, sobre todo, varones.

En tercer lugar, también hay reos que, por sus circunstancias personales (como que trabajen en la provincia o residan lejos del centro) efectúan su condena en el exterior: con estos se utilizan medios telemáticos de control, con los que se comprueba que no se saltan los horarios establecidos; en cualquier caso, dichos condenados deben acudir regularmente al complejo. «Exigen más confianza, por lo que se les pide una mayor responsabilidad», apunta la subdirectora del CIS.

De los 183 condenados clasificados actualmente en tercer grado, hay 105 que duermen en el Carlos García Valdés, 11 están en comunidades terapéuticas y 65 tienen las 'pulseras'.

El día a día en el centro, para quienes residen aquí, que se encuentran en una fase más prematura en su proceso de reinserción social, tienen a su disposición diversas actividades que se desarrollan en el mismo complejo (o fuera) que van desde talleres de alfabetización o culturales, a tertulias o el programa Epyco, que centra su actuación en el entrenamiento personal y competencial de las personas privadas de libertad para conseguir su inclusión a nivel social y profesional.

Este plan de actuación laboral empieza normalmente en segundo grado, en el centro penitenciario. «Arranca preparando a los presos en la adquisición de competencias como la oratoria o el pensamiento proactivo. Y en el CIS se continúa el programa con una serie de talleres y aptitudes a nivel psicopedagógico, para ir construyéndole un itinerario laboral, su currículum, etc...», informa Reyes.

La técnica del Epyco, Pilar García, va derivando a los internos, según su perfil, a diversos cursos formativos. Muchos acceden a bolsas de empleo y el nivel de inserción es del 48%.

«Intentamos tener un régimen de vida en el que todos tengan una actividad y en el que estén implicados con el centro. De hecho, además de las acciones terapéuticas y educativas, también corresponde a los internos la limpieza y mantenimiento de las instalaciones», explica Reyes.

El Programa Epyco centra su actuación en dirigir la formación de los internos para su integración laboral; el nivel de inserción es del 48%

Los 'habitantes' del CIS deben regularizadas las salidas. «Cada uno las tiene adaptadas a sus necesidades (ya sean laborales, familiares, por cuestiones de salud, terapéuticas...) y a su programa de tratamiento. «El tercer grado es el principio máximo de individualización, después de dejar atrás el centro penitenciario», insiste la directora de la prisión cordobesa.

Reincidencia

En ese paso hacia la reintegración, dos tercios de los condenado logra reincorporarse a la sociedad con éxito. Y es que muchos reos no cuentan con una trayectoria delictiva, sino que ingresan en prisión por un único delito, según la directora de la cárcel.

Precisamente, debido a esta casuística, hace tres años entró en vigor la Instrucción 6/2020, de la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias, que regula la posibilidad de entrar directamente en un Centro de Integración Social para aquellas personas condenadas a una pena privativa de hasta 5 años, cuando cuentan con primariedad penal o penitenciaria y cierta adaptación a la vida en la calle.

«De esta manera, han podido ingresar entre 6 y 8 personas al mes. Y siempre tenemos lista de espera para acceder directamente al tercer grado», el trampolín hacia la libertad, concluye la subdirectora Pilar Reyes.

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