CÓRDOBA ENTRE LÍNEAS
Rafael Navarro: «A un empresario todo le quita el sueño»
Todo empezó cuando su abuelo entró de aprendiz en un taller y conoció a su abuela, pulidora: el matrimonio fundó Orfebres Navarro, que cumple cien años
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Rafael Navarro, en el taller de su empresa en el Parque Joyero
El empresario escribe las cosas de más importancia en una libreta Moleskine, de páginas lisas y pastas flexibles. Lo hace con lápiz y letra clara. «Aquí lo tengo todo. Nunca las tiro. Cuando quiero saber algo de otros años busco y lo encuentro», sonríe Rafael Navarro en su despacho de la empresa que fundó su abuelo hace ahora cien años. Él, que tiene cincuenta y seis, hace cinco que se mudó de La Torrecilla al Parque Joyero, donde está encantado, y justo en un momento de transición de la compañía desde un modelo familiar extenso -en el que participaban varios primos hermanos- a otro más reducido.
Con diecisiete empleados y una facturación anual de 3,5 millones de euros, Orfebres Navarro fue pionera en la internacionalización de la joya cordobesa. «Entré aquí en 1986, y al año siguiente cogí la maleta para irme a la Feria de Basilea: me ocupé en seguida de las exportaciones», señala quien ha abierto los mercados de Estados Unidos, Europa, Sudamérica y Sudáfrica.
-Todas las empresas de Córdoba no pueden decir que están celebrando cien años de vida, como sí lo hacen ustedes ahora. Son de los decanos del sector.
-Nosotros, junto con otras empresas que siguen trabajando, como Aguilar de Dios, que son amigos nuestros, y que empezaron incluso antes que nosotros. Rafael Guijo y Alfonso Muñoz también son muy antiguas.
-El Parque Joyero se inauguró hace veinte años. ¿Por qué llevan aquí sólo cinco?
-Nosotros hemos estado muy bien situados en La Torrecilla, y cuando el negocio se dividió optamos por cambiar la ubicación, algo que llevábamos teniéndolo en mente en los últimos años, sobre todo por seguridad, por tranquilidad, porque no es lo mismo estar en un polígono industrial con unas medidas de seguridad aisladas que estar aquí, en un complejo en el que la seguridad es su principal ventaja. Nosotros vivimos un intento de robo hace unos años, aún en la Torrecilla, cuando se celebró la Copa Davis, y tuvimos que mejorar las medidas de vigilancia de la empresa. Y, luego, la Policía nos recomendó un sistema de seguridad que requería una inversión muy grande, cosa que nos convenció también de venirnos al Parque Joyero.
-¿Cree que el Parque ha cumplido la función con la que fue ideado?
-Mi historia aquí es de cuatro años, ya digo. Cuando llegamos había mucho hueco, estaba bastante vacío. Entonces no se veía este movimiento de empresas, ese ambiente de trabajo que sí que existe hoy. Ahora se han venido muchas empresas, hasta el punto de que se han habilitado nuevos aparcamientos interiores porque hacían falta. La ocupación ha llegado al ochenta por ciento. Ahora podemos decir que estas instalaciones son un centro de negocio. Yo estoy encantado. ¿Por qué? Por seguridad, por accesibilidad y sobre todo porque antes estaba en un polígono industrial en el que para adquirir ciertas cosas tenía que moverme: ahora tengo aquí en el Parque materia prima, maquinaria, útiles, empresas que me manufacturen algo. Para mí ha sido totalmente positivo: sí ha cumplido mis expectativas.
-Entre las funciones con las que nacieron estas instalaciones estaba unir al sector, muy atomizado entonces, además de aflorar la economía sumergida, o expresado de otro modo, acabar con ese dicho que estaba en la calle de que un joyero declaraba la mitad de lo que ganaba.
-Sí, eso estaba en la calle. Pero es del pasado, porque ahora, desde que casi todas las empresas se han abierto a la exportación y se introducen en los mercados de afuera, eso desaparece. Aquí estamos todos juntos pero no revueltos. En el Parque Joyero haces vida social si quieres, y si no, no la haces. Bien es verdad que las empresas que estamos aquí instaladas intentamos luchar por un bien común del Parque, porque queremos que atraiga a gente. Y ahora, que estamos llegando un nivel de ocupación muy alto, podemos conseguir muchas más cosas.
Un foco de atención
-¿Como cuáles?
-Hombre, que venga más gente, más gente a comprar, porque el Parque debería ser un foco de atención, un sitio en el que la gente sepa que se fabrica joyería y que se puede comprar. De hecho, sé que están viviendo marcas a buscar fabricantes que le fabriquen su producto, y otras que vienen directamente a buscar productos, porque aquí hay una oferta de productos grande.
-Hace un mes y medio entrevistamos en estas mismas páginas al presidente de la Confederación de Empresarios de Córdoba (CECO), Antonio Díaz, y le preguntábamos si creía que los sectores tradicionales de la economía cordobesa, como la joyería y la agricultura, se estaban quedando atrás en la incorporación de las nuevas tecnologías. Contestaba que sí.
-No sé si Antonio Díaz conoce internamente nuestro sector, nuestro grado de cualificación y de digitalización. Nuestras empresas están cada día más cualificadas, más preparadas, más tecnificadas. Yo viajo por el mundo, voy a muchas ferias, y creo que el sector joyero cordobés está muy preparado para todo y no tiene nada que envidiarle al de otros países. Otra cosa es que nos pueda faltar personal cualificado.
El empresario, con el Centro de Convenciones al fondo
-En la cualificación es esencial la Escuela de Joyería. ¿Cómo valora el papel que cumple?
-Hay falta de personal cualificado porque en formar a un trabajador no se tarda meses, sino años. Creo que la Escuela de Joyería está haciendo una labor impresionante: prepara a la gente joven y les abre los ojos al mundo de la joyería y unos primeros conocimientos de los distintos oficios que hay en el sector; lo que da la Escuela es una base para luego proseguir el aprendizaje. Antes había muchos talleres que tenían aprendices, porque era muy fácil tener aprendices, pero ahora es inviable por los costes sociales que tienen esos puestos. Hay que contar con otro factor: cuando pasó la crisis de 2007 y 2008 hubo muchas personas que se cambiaron de sector: tengo amigos míos que son engastadores y que están trabajando en El Corte Inglés o en la construcción y le dices de venirse o de cambiar y te dicen que no; además de empresas que no han querido seguir después de las crisis que hemos vivido.
-Desde su experiencia en los mercados internacionales. ¿Cuál es el valor añadido de la joya cordobesa?
-Yo no la hago, pero en Córdoba se fabrica una joyería comercial, pequeñita, de estampación o de microfusión que es muy económica. Y estamos especializados en ella desde hace muchísimos años. Me acuerdo que cuando yo empecé a trabajar, el que era presidente de la Asociación de Joyeros, Fernando Cabrera, decía que un cordobés sacaba mil pares de pendientes de un kilo de oro. Y llevaba razón, porque somos capaces de hacer pendientes que pesan menos de un gramo. Calidad y diseño son nuestros dos grandes valores, además de la joyería comercial que se exporta a todas partes del mundo.
-Su empresa centenaria es familiar. ¿Llevarla con parientes es complicado?
-Es complicado en el momento en el que se atomiza la familia.
-¿Hay muchas tensiones?
-Si es una gran empresa que gana dinero y es capaz de repartirlo para todo el mundo no hay problema. Ahora bien: si la empresa va bien pero vienen crisis, altibajos como en todos lados, pues es lógico que los familiares que son socios pero están fuera de ella se planteen que quieren tirar para otro lado.
«El dinero no es lo más importante, pero hay que ganarlo. También está crear un equipo humano, una marca propia»
-¿Cómo les están afectando los problemas de abastecimiento de mercancías por la guerra de Ucrania?
-Nosotros compramos oro y diamante y no tenemos problema: los podemos conseguir fácilmente en la Sociedad Española de Metales Preciosos y alguna que otra empresa que se dedica a ello. Todo el oro que compramos es reciclado. Lo que ocurre es que el oro fluctúa mucho en su precio, y se muy afectado por todo tipo de cosas. A nosotros nos hace falta estabilidad en el coste de la materia prima. La guerra es Israel también nos ha afectado. Ahora estamos en un precio que ronda los sesenta euros por gramo, cuando hace dos o tres años estábamos en cuarenta.
-¿Qué le quita el sueño a un empresario?
-A un empresario se lo quita todo. (Risas). Lo que te quita el sueño es el día a día de la empresa: porque tú tienes que seguir trabajando, tienes a diecisiete personas a tu cargo y dependiendo de ti y de tus decisiones. Me preocupa también la subida de precios en todos los ámbitos: los billetes para viajar al extranjero en avión han subido un sesenta por ciento. Y si suben los precios baja el consumo de joyería.
-Porque de comprarse una joya es de lo primero que uno se quita cuando las cosas no van bien.
-Claro. La joyería es un bien de lujo, aunque también de necesidad.
-¿De necesidad?
-Hombre, al final uno compra de joyería en el Día de los Enamorados, en la Navidad, el Día de la Madre o en el cumpleaños de su pareja.
-El empresario Antonio Barea declaró en estas páginas: «A un empresario le mueve el interés por ayudar». ¿Está de acuerdo?
-El dinero no es lo más importante para mí, aunque soy consciente de que una empresa no funciona sin él. Pero a mí me mueven otras cosas.
-¿Cuáles?
-La satisfacción de crear una línea de productos propia, creada por mí, que se venda, que la vea por la calle o en una revista por ejemplo. Hablo de la satisfacción de un buen trabajo hecho, de saber que hay un grupo humano que va contigo. Ten en cuenta que lo que tenemos aquí es una familia: hay trabajadores que llevan aquí desde antes de que yo llegara, que me han visto siendo un niño.
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