Mirar y ver
De mudanza
Una columna siembra preguntas y recoge inquietantes respuestas
20 años del Banco de Alimentos (4/10/2024)
Estoy de mudanza, porque desde hoy escribo en este otro espacio y en diferente día. Es momento de cambios, cambia la chicharra por el viento y el seco hastío por esperada lluvia, «¿entra el otoño legalmente o es una estación clandestina?», advierte Neruda ... . Cambia también la hora, hecha de tiempo y tiento. Sí, estoy de traslado, con todos mis bártulos. Acabo de llegar y, en la puerta, se alinean las maletas repletas de palabras: las verdaderas, las justas, las alegres y las dolorosas, las combativas, las más dulces oídas, las pomposas y las que nadie, salvo el alma, escucha, todas bien ordenadas y a buen recaudo para no perder ninguna.
Las ideas han llegado en grandes cajas, pero se resisten a quedarse dentro y luchan por salir de sus estrechos márgenes y ser libres. Los botes de los sentimientos reposan en lugar seguro y bien envueltos para que no se confundan ni se rompan, junto a las bolsas con los libros saboreados y la mochila de lo vivido, la mesa y el ordenador en el que escribo, la ventana que me mira, el silencio que me dicta, los rostros que me llaman, porque de lo que reboza el corazón habla la boca. No tardaré mucho en encontrar el lugar de cada cosa, una ya sabe que la vida fluye y se ordena sola.
Una columna de opinión es como una casa, nos acostumbramos a su situación, a sus dimensiones, a su aire y decoración, al sonido de los pasos sobre el piso, a los recuerdos colgados de las paredes y a los seres que la habitan... La columna es depósito de las palabras, en ella anidan como en territorio confiado. Una columna es una subjetividad que razona y argumenta, y tiene el valor de quienes trabajan con sus manos, esta vez escribiendo.
No se basta sola, requiere el saber de muchos porque ella no ignora que camina a hombros de gigantes, tal como, en la Edad Media, imaginó Bernardo de Chartres el devenir del conocimiento y las ideas a lo largo de la historia. La columna es hermana de la poesía, ambas miran lo que todos miran y ven lo que nadie ve. Una columna es apacible mensaje o rebeldía que se lee, porque escribir, lo dicen Marguerite Duras y Ana María Matute, es siempre «aullar sin ruido o protestar, aunque sea de uno mismo».
La columna no se acobarda ni se asusta, no teme provocar conciencias cuando presta la voz a quienes se la han robado. Siembra preguntas y recoge inquietantes respuestas. Una columna derriba mentiras y hace eternas las verdades que otros callan, es acción frente a la dictadura de los mediocres y antídoto contra la ignorancia de los soberbios.
Desde esta nueva ventana, miro una realidad que no me gusta: discursos malintencionados, relaciones crispadas, el ruido de las bombas, el cayuco que se acerca, semblantes heridos de mar y espera. Pero, veo también los esfuerzos de muchos que nos muestran y alientan nuestra grandeza, y a nuestra ciudad resguardada, su historia y su futuro. Mientras escribo, llueve sobre Córdoba como el mejor de los presagios, y les abro, como siempre, las puertas de mi casa de papel.
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