Mirar y ver
Hija, ¡no hay quien te entienda!
Las palabras comparten destino y, a veces, lo provocan
Héroes (21/11/2024)
El lenguaje es herramienta poderosa, valioso don que nos permite percibir la realidad, organizarla, interpretarla, comprenderla y nombrarla. A través de él podemos representar lo que conocemos, pensamos, sentimos y comunicarlo a otros, hasta el punto de que, en palabras del filósofo Ludwig Wittgenstein: « ... Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», que crece cuanto más capaz sea de ampliar las palabras que lo designan. Así el lenguaje expresa el mundo visto y vivido por quienes lo usan, de tal manera que se convierte en testimonio del devenir de la humanidad y de su historia. Y con este devenir, las palabras comparten destino y, a veces, lo provocan: nacen, cambian, unas son olvidadas o desaparecen, mientras otras hacen fortuna o permanecen por siempre.
El cambio lingüístico, sobre todo en lo que se refiere a la creación de nuevas palabras, es a la vez reflejo y consecuencia de la evolución social y cultural, y responde a las necesidades de los hablantes. Aunque ha existido siempre y es proceso inherente a la vitalidad de una lengua, en una sociedad como la nuestra, en la que la transformación continua adquiere una velocidad sin precedentes, el lenguaje ha de adaptarse con la misma urgencia.
En los últimos tres años, la incorporación de palabras recientes al Diccionario, llevada a cabo por la RAE, ha sido ingente. Entre otras, en 2021, se incorporan bot, ciberacoso, criptomoneda, cortapega, chuche, o empanado para designar, no una forma de freír carne o pescado, sino a quien está despitado, distraído o confuso. Vamos, «empanao». Un año después ingresan edadismo, conspiranoico, micromachismo, puntocom y obsolescencia programada y, en 2023, sinhogarismo, machirulo, oscarizar, retrogusto, posturear y supervillano, que de estos hay muchos por ahí sueltos.
Entre tanto, en la calle el lenguaje continúa su evolución. No entiendo a mis hijos -me decía, hace unos días, una madre de adolescentes-. Y no me extraña. Si les preguntas que cómo les ha ido en el colegio, te dirán que su profe da «cringe», pero que todo «cool», porque se ha cruzado a su «crush». Cuando salen con los amigos y regresan más tarde de lo previsto, se lo achacan a que fueron con sus «besties» a un sitio «random», de «chill» y con música con buenas «vibras», y que se les fue la hora por el «FOMO» (acrónimo de la expresión inglesa «miedo a perderse algo»).
- ¡Mamá, tú no lo entiendes, es que estoy en mi «prime»!
Se pasarán horas buscando su «outfit» y no pararán hasta encontrar algo muy «aesthetic». Mientras los adultos abroncan y afean -también palabras de moda y omnipresentes en las noticias-, ellos «funan» y tiran «beef» en las redes. Ya no se liga, se «shippea» y, si no los entendemos, es que somos unos «boomer» y necesitamos «ubicarnos», además de un diccionario para traducirlos.
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