CÓRDOBA ENTRE LÍNEAS
Manuel Pimentel: «Estamos jugando con las cosas de comer»
ENTREVISTA
Su editorial Almuzara, que cumple pronto veinte años, lanza la tercera edición de 'La venganza del campo', donde analiza el estado de la agricultura
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![El empresario y escritor ojea su nuevo trabajo en el almacén de Almuzara, en el Parque Logístico](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/25/pimentel-cordoba-campo-RgpaNIj0jQCgNRoqX1JnWtI-1200x840@abc.jpg)
Almuzara está a unos meses de cumplir los veinte años de vida con cuatro mil títulos publicados, trece sellos consolidados que engloban literatura, ciencia, ensayo, divulgación y poesía, y con presencia en dos países como editorial, que son España y México, desde ... donde distribuye a toda América, Estados Unidos incluido. Entre sus libros más recientes y de más éxito está 'La venganza del campo', de su fundador, Manuel Pimentel (Sevilla, 1961), que va ya por la tercera edición.
-Aquello que parecía el sueño de un romántico se ha asentado como una empresa sólida.
-Una editorial siempre tiene un punto de romanticismo. Yo repito muchas veces que para ser editor tienes que tener alma de poeta pero entrañas de mercader de libros. Es un negocio muy bonito pero no fácil porque hay muy poco margen. Es una actividad dura, si bien tiene la ventaja de que es muy estable: la compra de libros se está manteniendo incluso en papel.
-Cuando ustedes empezaron el mercado estaba viviendo el boom de los libros digitales, que parecía entonces que amenazaban a los tradicionales. Pero estos han sobrevivido muy bien.
-El libro electrónico en ese momento, y ahora el audio libro, son otros formatos que están muy bien, que nos gustan a los editores. Pero el papel nos gusta más. De hecho el 'ebook' está entre el cinco y el ocho por ciento de las ventas y no crece. Visto lo visto, parece que el libro el papel goza de buena salud.
-¿Para ser buen editor o buen librero hay que ser primero buen lector?
-Sí, sí. Sí, sí. Éste es un negocio en el que si no amas el libro ni tienes nociones del tantán de la sociedad es difícil que lo desarrolles. Éste es un oficio no sólo de gente que lee libros sino que además los ama. Hacen falta intuición, suerte y prestigio.
-La tesis de su último trabajo es valiente: dice usted que la sociedad ha vivido de espaldas al campo, que lo ha tratado con crueldad, y que ahora está ajustando cuentas.
-Aplico el sentido común. Fíjese: desde 2000 a 2020 hemos disfrutado de la alimentación más barata de toda la Historia de la humanidad. ¿Por qué? Porque se unieron varios factores: primero la globalización, gracias a la que tú podías traer productos a gran escala de donde la producción fuera más eficiente, y a un mercado abierto abarata precios siempre; segundo, la agricultura seguía mejorando e incrementando los rendimientos; tercero, la distribución empezó a concentrarse y apretaba muchísimo a los precios. La competencia. Es mentira lo que dicen ahora sobre que las cadenas elevan los precios: no, las cadenas pisotean al agricultor, bajan los precios. Y cuarto, una buena climatología. ¿Y sabe qué paso?
-¿Qué?
-Que la sociedad, que es eminentemente urbana y que veía que la alimentación era muy barata, pues no la valoraba. En ni en una sola encuesta aparecía la alimentación como un problema. Simultáneamente aparecieron nuevos valores, que están muy bien, como la sostenibilidad, el medio ambiente, la salud... Moraleja: si tú tienes una sociedad que no valora la alimentación porque cree que surge por generación espontánea en un supermercado y que asume los valores que acabo de decir, pues qué pasa, que sale al campo y le molestan los tractores, los regadíos, los invernaderos... Y en ésas estamos. Y las leyes han dificultado la actividad agraria, la han encarecido, hasta el punto no sólo de haberle dado de lado y de despreciarla sino de haber levantado contra ella el dedo acusador para decirle que es enemiga del medio ambiente, maltratadora de animales... Yo me di cuenta de que esto iba muy en serio cuando en 2008 se cambia el nombre del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación por el de Medio Natural, Rural y Marino. Y ahora la sociedad está perpleja: ve cómo sube la alimentación y no sabe por qué.
«Ahora se cree que quien produce alimentos es un enemigo»
-Escribe usted que parte de la sociedad ve a los agricultores como «parásitos de la PAC y señoritos de otros tiempos».
-Son imaginarios. Fíjese en que una finca media en Andalucía vale casi menos que un piso bueno en Madrid, y sin embargo asociamos el piso bueno en Madrid con algo positivo, con la burguesía, y sin embargo la finca con algo negativo. Nosotros, el inconsciente colectivo, no comprende la actividad agraria porque cree en el fondo que no hace falta, que viene por sí sola. De alguna forma hemos decidido externalizar la producción: es como si dijéramos 'yo no quiero saber de dónde viene la comida, pero que no venga de por aquí cerca'. Y eso conlleva muchos riesgos. Porque el mundo ya no tiene una globalización como antes, porque hay trabas, porque hay guerra, porque tarde o temprano habrá problemas con los barcos y la distribución se encarecerá, o faltará. Estamos jugando con las cosas de comer, y con las cosas de comer no se debe jugar. Estamos hablando de nuestra despensa, que hay que garantizarla. Y eso hace que los agricultores sean una parte importantísima de la solución, y que tengamos que contar con ellos, claro está.
-Es necesario, entonces, hacer pedagogía de la agricultura, de la industria alimentaria.
-Claro. Hay que hacer pedagogía de que los alimentos son importantes, de que hay que comer todos los días y de que alguien tiene que producir esa comida. Ahora se produce una pedagogía inversa: en los colegios se ataca directamente a los regadíos, a los trasvases, a las granjas. Estamos en ese momento en el que se cree que quien produce alimentos es un enemigo.
![El exministro, durante su encuentro con ABC](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/25/pimentel-cordoba-campodos-U77208085044ueK-624x350@abc.jpg)
-Miles de agricultores se manifestaron en septiembre en Córdoba cuando se estaba celebrando la cumbre de ministros del ramo de la UE en la ciudad, y se quejaban de que la política no era una ayuda, sino una traba.
-La PAC, en cuanto a transferencia de renta, es imprescindible a día de hoy, pero también ha tenido varias partes negativas: cuando la sociedad deja de valorar la alimentación está recibiendo el mensaje de que sobran alimentos y de que la PAC paga por no producir, con lo que se daba una imagen catastrófica del productor agrario, que aparecía como alguien ocioso y propio de otros tiempos. Yo pensaba que cuando empezaran a haber tensiones alimenticias y de precios la PAC iba a dar un pequeño giro: que iba a decir 'vamos a ser productivistas, vamos a garantizar a los ciudadanos europeos que aquí, aunque haya una guerra, nosotros vamos a tener comida suficiente, abundante, sana, sostenible y además a un precio razonable'. Pero, ¿qué es la nueva PAC? Pues más de lo mismo, porque está imbuida por una serie de valores de sostenibilidad que están muy bien, y que hay que cumplirlos con todas las consecuencias, pero que se olvida de la producción, porque vuelve a castigarla, paradójicamente; y además crea un artefacto burocrático ininteligible para los agricultores. Es de las peores pesadillas que podríamos encontrarnos. Es una PAC que no está acorde a los tiempos y a la que no le preocupa la despensa de los europeos, ni el precio que pagan por los alimentos. La PAC, a día de hoy, también es cómplice del encarecimiento de los alimentos. No soy pesimista: son las matemáticas. Si la demanda crece y estamos aplastando la oferta, los precios suben. Es que esto funciona así desde el pleistoceno.
-¿La venganza del campo se puede atenuar con la incorporación de los procesos digitales y de la inteligencia artificial a la producción?
-Sin duda ninguna la agricultura lleva incorporando desde el neolítico nueva tecnología. Y ahora estas herramientas que cita son extraordinariamente positivas. No olvidemos que en el fondo hay un tema de oferta y demanda: cada vez hay menos tierras, porque se hacen autovías, centros comerciales, hospitales, parque solares, con lo que cada año desaparecen para el cultivo miles y miles de hectáreas, amén de que las tierras residuales, las que ya no producen, se están abandonando. Pero la demanda sigue creciendo. Con lo que la única solución es que el rendimiento agrario se intensifique. Así que las nuevas tecnologías están muy bien y aportarán ese rendimiento. El problema es que en España hay muchas más fincas pequeñas que grandes, en contra de lo que se cree, y los dueños [de esas explotaciones] no van a tener posibilidades para incorporar esas tecnologías. Ahí pueden jugar un papel importante las cooperativas. Y la Escuela de Agrónomos y Montes, de la que yo me siento parte, es muy importante para Córdoba, y gracias a ella se convierte en la ciudad del conocimiento en este sector.
-¿Cree que la agricultura de la provincia está absorbiendo esas mejoras tecnológicas?
-Los cultivos que se lo pueden permitir lo están haciendo: control y eficiencia de riego, dosificación del nutriente exacto para cada tierra. Aunque queda todo un mundo por delante en el que los drones irán perfilando todavía las demandas exactas. El agricultor cordobés, que es un buen profesional, está al hilo de los tiempos.
-¿Las importaciones descontroladas son un peligro para el sector?
-Yo soy partidario de un mercado abierto, que es mucho más eficiente y le da al ciudadano precios mucho más justos. Todo lo que sea cerrar mercados significa que el ciudadano paga más. Nosotros somos exportadores netos de muchos productos: exportamos más que importamos. Ahora, lo que sí tenemos que tener todos son las mismas reglas de juego: no vale que aquí estemos con un nivel de exigencia altísimo y que traigamos productos de otros países con un nivel de exigencia muy inferior, cosa que ocurre. Los mercados han de ser transparentes, seguros y fiables. Pero qué ocurre, que ese mundo de mercados abiertos en el que los beneficios son muy superiores a los costes ya no va a volver, se ha roto ya porque hay desajustes. A España, cuando hay fronteras abiertas, le suele ir bien.
«El imaginario quiere convertir al agricultor en algo folclórico y etnográfico: en un abuelo vestido de traje regional que te enseña cómo corren las gallinitas»
-En su libro se queja de que los trasvases son un tabú, cuando podrían compensar la falta de lluvias.
-Hay paradojas en la sociedad. Yo he tenido ocasión de escuchar a un mismo portavoz en la radio donde decía que había que cerrar los trasvases, para acto seguido protestar por la subida de los precios de las hortalizas. Claro… Es que esto no funciona así. Si no quieres trasvases, pues disponte a pagar más caras las hortalizas, que quieres hortalizas baratas, abre el grifo. Y todo, insisto, es por un imaginario: porque queremos castigar la agricultura. Otro ejemplo: estamos convencidos de que las energías renovables son buenas, y vamos por la carretera y vemos un campo fotovoltaico con una invasión estética y paisajística tremenda, con sus bloques de hormigón, con sus cercas, con sus subestaciones eléctricas y nuestra sensación es decir 'mira qué bien, que esto es sostenible', cuando la realidad es que se trata de algo mucho más agresivo que un cultivo agrícola, pero infinitamente más. El imaginario urbano quiere convertir al agricultor en un elemento folclórico, etnográfico: en un abuelo vestido con el traje regional que te enseña cómo corren las gallinitas y que tiene cuatro cabritas y dos manzanos. Y, si ése es el modelo que queremos, tenemos que prepararnos para que cada manzana cueste mil euros. Siempre hay un argumento para castigar la producción. Todas las normas que están saliendo lo hacen, como la que viene de Bienestar Animal, con la que cerraremos granjas de gallinas para después protestar porque el precio de los huevos sube.
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