La Graílla
Predicar la esperanza
Ahora que se profetiza convertir al catolicismo en oenegé, la esperanza tiene muchos más necesitados
Anónimos
Impuesto de la ilusión
Acertó quien le puso el estandarte de la esperanza a este Año Jubilar, porque hay muchas almas de esta tierra que están faltas de su aliento, pero quien conoció el anterior y vio girar el mundo se pregunta si esa esperanza que se ... anuncia será sólo para fuera o también para dentro. Se hace bien en prometer sentido, trascendencia y luz a quienes se internaron por un camino de sombras pensando que la purpurina del consumo, los viajes y la tecnología bastaría para hacerlos felices, pero entre los que habían acudido a rezar a la capilla del Seminario y después siguieron la procesión que encabezaba el obispo tuvo que haber algunos que también la buscaran para sí mismos, para su fe y para la Iglesia que les enseñó el camino del Evangelio y les ayuda a que no se salgan de él.
Las celebraciones cíclicas, y más aquellas que tienen un plazo tan largo como el cuarto de siglo, invitan a recordar la ocasión anterior para saber si se han cumplido los propósitos, contar cuánta gente se ha quedado en el camino y desde luego mirarse a uno mismo para darse cuenta de cuánto ha decepcionado lo que prometía en el año 2000.
La barca de la Iglesia de Córdoba tiene hoy rumbo más cierto que entonces, o al menos no parece que se mire mejor a unos hijos que a otros ni que se les abran arcos del triunfo a algunos mientras a los demás se les dan portazos. Paradojas de la historia: a este tiempo mejor en que la diócesis reconoce sus glorias, sus tradiciones y su historia sin ser mediación para nada, los templos han llegado mucho más vacíos.
Las parroquias que antes se pasaban los domingos de una misa en otra ahora están a la mitad; las iglesias nuevas de zonas nuevas se llenan para las catequesis de primera comunión y se vacían después, y el que ha visto evolucionar las cifras teme que este sacramento termine perdiendo tanto terreno como los demás y acabe por ser anecdótico, aunque también más auténtico y sentido. Los conventos femeninos empiezan a desaparecer, los masculinos aguantan con muy pocos religiosos erguidos con dignidad frente a la tormenta, y el brillo de las cofradías apenas es capaz de tapar descosidos.
Ahora que algunos profetizan y procuran la conversión del catolicismo en una oenegé que procure comida, compañía y abrigo, la predicación de la esperanza es oportuna, porque ofrece algo que de verdad sólo va con la fe, mucho más difícil de encontrar que el pan, el arroz o la leche y desde luego con bastantes más necesitados.
Si no lo ven ahora, cualquier día los cuerpos que ya no puedan hacer deporte, los ojos que se tengan que parapetar detrás de muchas dioptrías después de abusar de las pantallas y los cándidos que buscaron en las posturas un sentido tendrán que distinguir algún camino donde reencontrarse con la comunidad y el arraigo que quisieron perder, las exigencias que quisieron olvidar y los consuelos que despreciaron. Para dentro y para fuera, habrá que ver el resultado al cabo de otros veinticinco años.
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