La Graílla
Impuesto de la ilusión
Se extinguirían los inspectores de Hacienda si la gente pagara tributos con la misma inocencia que la lotería
Las colectas llenas (14/12/2024)
Mar de Aral (7/12/2024)
Es tierno ahora leer que los promotores de la Ley Seca auguraban que con la prohibición del alcohol nacería un mundo de cárceles vacías y obreros que regresarían a casa sobrios y con el salario íntegro para hacer felices a sus familias. Sorprende que ... nadie en esos lugares de la Administración que se dedican a pensar cómo meter la mano en el bolsillo de los ciudadanos haya querido aplicar a los impuestos la psicología y la persuasión con que se logra que tanta gente se deje el dinero en la Lotería de Navidad.
Sí, un mundo en que los contribuyentes pagasen los impuestos con la santa inocencia con que buscan y pican en el juego de las bolitas conseguiría la extinción de los inspectores de Hacienda, el cierre de los tribunales dedicados a perseguir el fraude fiscal y el paso a otra actividad de los guardias civiles y policías que lo investigan.
Las cifras dicen que cada cordobés ha gastado una media de 65 euros en el sorteo de mañana y eso significa que de la provincia se han marchado 50 millones de los que es más que probable que no regrese ni un diez por ciento. Los mismos padres de familia que desconfían de los fondos de inversiones y la bolsa porque temen que perderán una parte de su dinero dejan irse para siempre los billetes de veinte euros con la ilusión de que entre los 100.000 números que están en el bombo saldrá precisamente aquel por el que apuestan.
Contaba Galdós en 'Misericordia' la historia de un hombre que se había sacado el Gordo y había regresado de Madrid para comprar tierras y retirarse en su pueblo. Sus sobrinos, que tenían un honrado negocio de burras de leche en la capital, habían gastado en lotería en quince años lo suficiente para triplicar el ganado del que vivían.
Ahora el razonamiento es el mismo, pero la publicidad es lo bastante refinada como para envolver en sentimientos lo que no es más que afán de lucro rápido y poco esforzado y, en el mejor de los casos, vana ilusión de ayudar a quienes han sufrido y que tendrían más consuelo con el dinero del décimo.
La familia se mantiene unida porque entrega con toda la felicidad al Estado un impuesto envuelto en la fantasía que se evaporará en la espuma del cava que siempre abren otros; los compañeros de trabajo que han peleado por un mejor convenio y que se quejan de las retenciones de Hacienda en la nómina se encuentran dejándose los picos de la subida en papelitos que muy rara vez aparecen en la lista y casi nunca en los lugares más altos; los que apenas llegan a fin de mes no regatean el dinero que sí escamotearon a los libros que tenían que leer los chicos para el instituto.
Ya tardan en inventarse otro calvo para la campaña del IRPF o para los trimestres del IVA. Los que rompan mañana los décimos inútiles, cuando sepan de alguien que ha invertido en alguna de las empresas que vienen al calor de la Base Logística y vean que con un buen consejo ha conseguido multiplicar sus ahorros todavía lo mirarán con rencor y pensarán que ha tenido suerte.
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