historia
La famosa biblioteca de Alhaken II
La ubicación exacta de la espléndida biblioteca sigue siendo un misterio. ¿Estuvo en el alcázar de Medina Azahara, en el de Córdoba o en otro palacio?
Medina Alzahira, la ciudad de Almanzor | Claves para un enigma arqueológico en Córdoba
![Estatua de alhaken II en el Campo Santo de los Mártires de Córdoba](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/16/al-haken-R9iKgWwyvhDbAN0TxlFv7ZO-1200x840@abc.jpg)
El califa Alhaken II, hijo y sucesor de Abderramán III, consagró buena parte de su vida a sus aficiones preferidas: las letras, las artes y las ciencias. En todas estas materias sobresalía con carácter de genio, y todo el mundo sabía que el ... mejor regalo que podía hacérsele consistía en un libro, cualquiera que fuese, incluso hierático o prohibido por el islam. El monarca enviaba continuamente embajadas a Damasco, Bagdad o Alejandría con el fin de conseguir ejemplares raros y únicos, y se aseguraba contar con la primera edición o copia de los manuscritos que publicaban los escritores más famosos, pagando para ello fuertes sumas de dinero. Además, el califa en persona solía frecuentar el mercado de los libreros que existía en los arrabales de la populosa Córdoba de finales del siglo X.
Su gran afición a las letras hizo posible que al final de sus días la ciudad alardease de contar con la biblioteca más importante del mundo, algo sin parangón desde los tiempos de la famosa biblioteca de Alejandría. En efecto, en sus anaqueles personales disponía de cerca de medio millón de ejemplares, muchos de los cuales eran comentados por el propio califa, que solía hacer anotaciones al margen de los manuscritos. Se dice que tan sólo sus índices ocupaban cuarenta cuadernos de veinte hojas cada uno.
De esta forma, reunió en sus estanterías las principales obras de ciencia, historia y literatura escritas hasta el momento, en griego, latín y árabe. En ellas seguro que no faltaban los autores clásicos como Aristóteles, Platón, Galeno o Ptolomeo. Como dijo Dozy: «Nunca había reinado en España un príncipe tan sabio, y aunque todos sus predecesores habían sido hombres cultos y aficionados a enriquecer sus bibliotecas, ninguno había buscado con tanto afán libros raros y preciosos».
La ubicación exacta de la espléndida biblioteca sigue siendo un misterio. ¿Estuvo en el alcázar de Medina Azahara, en el de Córdoba o en otro palacio? En un principio pudo estar instalada en la residencia que Alhaken II recibió́ de su padre en Azahara, conocida con el nombre de 'Dar al-Mulk' o mansión real o del poder. El monarca, según relataba Ibn Hayyan, la destinó́ como almacén de sus efectos particulares. Posteriormente, los volúmenes pasarían a su ubicación definitiva, en el edificio conocido como palacio 'Merwan', del que pocos más datos podemos ofrecer, salvo que estaba custodiado y a cargo del eunuco Talid.
Pero aquella biblioteca no era sólo un almacén donde se acumulaban volúmenes, sino que, en torno a la misma, se creó un verdadero centro del saber y conocimiento de la época, con escuelas de traductores, copistas y restauradores. Llama la atención que fueran dos mujeres, Lubna y Fátima, las que tuvieran un papel predominante en aquellas escuelas.
La afición del califa parece que también contagió al pueblo de Córdoba, en especial, a sus clases altas. Por ello, en el interior de las casas cordobesas comenzaron a proliferar las bibliotecas particulares, algo inimaginable en aquellos tiempos, no ya en España, sino en el resto del mundo conocido. Tal es así que al-Maqqari decía que las gentes de Córdoba son las que más se preocupan «por tener en sus casas alacenas repletas de libros» y se consideraba tan importante la cultura y el hecho de ser culto que «en Córdoba no se encargan funciones públicas, sino de quien se puede decir que posee una biblioteca, y que tal libro sólo lo tiene él, o que tal libro de tal calígrafo sólo se puede encontrar en su casa».
![La famosa biblioteca de Alhaken II](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/16/1471856674-U11545318661KbW-760x427@abc.jpg)
Téngase en cuenta que debemos esperar más de seis siglos hasta desembarcar el pleno Renacimiento, para que, una vez desaparecido el Califato, podamos volver a hablar de la existencia de bibliotecas en las casas de la nobleza de Córdoba, que pasó toda la Edad Media más preocupada por la guerra que por las letras.
Del mismo modo que existe algo de mito sobre la destrucción de la famosa biblioteca de Alejandría, también algo de fábula hay en el caso cordobés, culpando de su desaparición al 'malo, malísimo' Almanzor. Algunos cronistas musulmanes presentaban al caudillo como un ser despiadado y un radical religioso, al tiempo que daban a entender que era un personaje inculto y casi analfabeto, aseveraciones que, sin embargo, se encuentran muy alejadas de la realidad.
En efecto, algunas crónicas tendenciosas, por su odio a los amiríes, transmiten que Almanzor hizo una enorme pira en el patio del alcázar con todos los libros, la cual estuvo ardiendo tres días con sus tres noches a causa de tanto volumen como había. Todo ello, bajo el pretexto de que, con este acto, deseaba congraciarse con los imanes, que recelaban de más de algún ejemplar de aquella biblioteca. Autores como Tabaqát refieren que: «Algunos de los libros fueron quemados, otros arrojados a los pozos del palacio, donde se les echó encima tierra y piedras, o fueron destruidos de cualquier otra forma».
¿Qué existe de verdad en todo ello? La respuesta es poco o nada. Cuando se profundiza en la figura de aquel caudillo, primer ministro o 'háyib' del califa Hishan II, si algo queda patente fue el altísimo nivel cultural que alcanzó su corte, superando incluso a la del mismo Alhaken II. Almanzor, aparte de sus conocidas gestas militares, destacó por su avidez de conocimiento, su pasión por la literatura y por las ciencias, como la astronomía, que cultivaba subiéndose a la cúpula de La Perla, uno de sus palacios de 'al-Zahira'. Así pues, siguió con la misma empresa cultural que el califa que lo encumbró y, con él y con su hijo, Almuzzafar, Córdoba y el califato alcanzaron cotas jamás vistas en el panorama científico-cultural. Por esta causa, ejerció de mecenas y reclutó para Medina Azahara a toda una corte de literatos, sabios, músicos, científicos y poetas, algunos procedentes de Oriente, como el famoso Said de Bagdad, que frecuentemente lo acompañaba en sus paseos por los jardines de Zahira y Amiriyya. Se calcula que al menos eran 80 los literatos a nómina en su corte, por cierto, pagados de manera muy generosa.
Cuando cayó el último gobierno amirí, el de Sanchuelo, el segundo hijo de Almanzor, cayó el califato y comenzó la guerra civil. Primero fue arrasada 'al-Zahira', después 'al-Zahra', 'al-Rusafa', y, así, uno tras otro, todos los palacios, alcázares y almunias de Córdoba. En ese marco de guerra civilista habría que buscar la verdadera destrucción y la dispersión de la fastuosa biblioteca de Alhaken II, el más sabio de todos los reyes de España, y al que Córdoba aún no le ha rendido su merecido tributo. Quizá habría sido una buena ocasión ahora con la recién inaugurada en los Jardines de la Agricultura, con mis respetos a Cántico.
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