Testimonio de la pandemia
El médico que pasó siete meses en una UCI de Córdoba por el Covid: «Pude haber muerto 4 ó 5 veces»
Vicente Bermúdez fue el paciente que más tiempo estuvo ingresado por coronavirus en la provincia: diez meses. Aquel trance le ha dejado múltiples secuelas, pero apenas ha cambiado: «Vivo sin miedo»
Cinco años desde el inicio de la pandemia Covid-19: lecciones aprendidas y desafíos olvidados

«A veces me emociono un poco, pero ya está». Resulta pasmosa la entereza de Vicente Bermúdez, el paciente de Covid cordobés que más tiempo pasó ingresado cuando se desató la terrible pandemia. Los diez meses justos que estuvo entre las pareces del ... complejo universitario Reina Sofía (del 19 de marzo de 2020 al 20 de enero de 2021) «apenas me cambiaron a nivel mental o emocional», comenta cuando se cumplen cinco años de la mayor crisis sanitaria y social de los últimos tiempos.
No puede decir lo mismo de las tremebundas secuelas que el SARS-CoV-2 dejó en su cuerpo. Desde su salida del hospital, Vicente ha tenido que enfrentarse a varias y complejas operaciones y su vida no ha vuelto a ser la misma, pero «sigo adelante sin miedo y lo puedo contar», explica.
Bermúdez, médico de familia de 65 años, casado y con dos hijas, contrajo la enfermedad en la primera oleada y está convencido de que tuvo que ser en su centro de trabajo: «Además de a mis pacientes atendía casos de cirugía menor en el ambulatorio, una actividad que requería muchas veces una gran proximidad con el usuario. Entonces no llevábamos mascarilla [era el principio de la pandemia] porque, por un lado, para el medio centenar que trabajabamos en el centro de salud, apenas nos mandaron una decena; además, nos dijeron -y fue una consigna no escrita- que no la usáramos porque podríamos alarmar a la población», recuerda.
«Me han trasplantado un riñón, operado de un cáncer y tengo problemas serios para andar bien»
Los síntomas al principio fueron como los de un catarro «que yo creía banal». A los dos o tres días empezó la fiebre «y ya me di de baja laboral. Me mandaron a casa un equipo de sanitarios, vestidos de 'astronautas', con los trajes EPI, me hicieron la prueba: di positivo», relata el médico.
Vicente estuvo aislado en casa una semana, aproximadamente, hasta que comenzó a sentir que no podía respirar bien. «Empecé a asfixiarme, literalmente. Se tomó la saturación de oxígeno en sangre con un aparato que tenía en casa y no superaba el 80 por ciento. «Avisé a un amigo del hospital y me dijo que fuera rápido a Urgencias. Esa noche me ingresaron y a las pocas horas me bajaron directamente a la UCI, deprisa y corriendo por que me moría», rememora.
Sedado y con alucinaciones
Su memoria se nubla a partir de ese momento. «Los cinco primeros meses estuve en cuidados intensivos. En varias ocasiones intentaron retirarme la sedación y tengo 'flashes' de aquello, pero poco más». Vicente recuerda algunas «alucinaciones muy agobiantes y angustiantes», pero poco más.
Después de ese periodo crítico, el paciente mejoró y lo subieron a planta. «Solo llevaba un mes cuando, de nuevo, fui a la UCI: tenía otra neumonía, la cuarta desde mi ingreso», explica sin titubear. Tuvo que pasar otros dos meses en intensivos, «siete en total desde que contraje el Covid».
Bermúdez ha podido consultar sus informes médicos y «calculo que pude haber muerto como cuatro o cinco veces por lo menos: primero, por el Covid; luego por las cuatro neumonías hospitalarias, muy 'puñeteras' porque suelen presentar una gran resistencia a los antibióticos. Además, sufrí un shock séptico (una de cadas dos personas que lo sufren, fallecen); y varias candidemias, una infección en la sangre por hongos, también graves».

Tras salir de la UCI y estar dos meses en planta, recibió el alta hospitalaria, que fue celebrada por todo el equipo y su familia. Pesaba 22 kilos menos, pero su vida ya no corría un peligro inminente.
El periplo sanitaria no finalizó ahí. Vicente salió del Reina Sofía en enero, teniendo que someterse a diálisis porque «el shock séptico se cargó mis riñones». En agosto fue sometido a un trasplante «y tuve mucha suerte de que fuera tan pronto», expresa.
Con posterioridad «me han tenido que operar de un cáncer, que, posiblemente (aunque no digo que sea así) sedesarrollara en parte por algunos tratamientos de inmunosupresión que me han quedado de por vida para mantener el riñón. Me han dado radioterapia y hormonoterapia».
La secuela que más le afecta es una una parálisis en las extremidades inferiores, «desde la rodilla», por lo que necesita, para poder andar, unas tobilleras ortopédicas. «Me he caído un par de veces o tres, y me he fracturado una costilla y un hueso del pie».
«La sociedad actúa como si no hubiera pasado nada, parece haberse olvidado y es increíble»
Los diez meses que estuvo inmobilizado, por un lado, y los tratamientos para no rechazar el riñón, «tuvieron como consecuencia la descalcificación de mis huesos», explica.
Esta limitación, para un corredor como Vicente, que ha llegado a participar en varias carreras, ha sido un duro reto que superar. «No he conseguido volver a correr, que era lo que más me gustaba hacer. Pero, bueno, vuelvo a decir lo mismo: ya vendrá lo que tenga que venir».
Y es que este cordobés es consciente de su buena fortuna, a pesar de todo. Emocionado, recuerda que «otros compañeros que enfermaron no lo llegaron a superar, sobre todo, en esa primear oleada de la pandemia, que fue verdaderamente criminal».

También se le quiebra la voz cuando relata «lo mal que lo pasó mi familia. Tanto mi mujer como mis dos hijas son médicas y por el conocimiento propio de la profesión vivieron esa angustia multiplicada por dos. Los médicos de la UCI llegaron a decirles en algún momento que no se separasen del teléfono, esperando el peor desenlace», relata Vicente.
Estos cinco años después también han sido muy duros (sobre todo, los primeros); además de las operaciones, Bermúdez tuvo que llevar a cabo un proceso intenso de rehabilitación para recuperar la fuerza en su cuerpo. «Me tenían que asear, que dar de comer. Me levantaban de la cama, me sentaban en la silla y de ahí a la cama otra vez. Quise afeitarme en una ocasión, cuando apenas podía valerme por mí mismo, y solo fui capaz de enjabonarme media cara. No podía ni cortarme las uñas, era incapaz», recuerda, sobresaltado.

Vicente muestra su impotencia y dolor al comprobar, cinco años después de la pandemia, que «para esta sociedad parece que no ha pasado nada y me resulta increíble». Y añade: «que el diablo confunda a quienes propiciaron que esto ocurriera a cambio de unos bastardos intereses políticos, y que ahora se dedican a tirar piedras sobre tejados ajenos», critica, duramente.
El paciente que más tiempo estuvo ingresado por Covid «no estaría aquí sin todos los sanitarios y el personal, en general, del hospital Reina Sofía; en especial, Rafael León, Cristina López y Jorge Fernández. Si no es por ellos no estaríamos hablando».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete