Alarma en las federaciones ante un PSOE volcado en «salvar el fuerte como sea»
Los dirigentes más próximos a Moncloa y Ferraz cierran filas y sostienen la tesis de que Ábalos «engañó» a Sánchez
El líder del PP Alberto Núñez Feijóo asegura que «la corrupción en el Gobierno avanza a un ritmo que asusta»
Las dos versiones de Sánchez sobre el caso Delcy, antes y después de destaparse sus mensajes con Ábalos

La resaca fue dura ayer en Ferraz y Moncloa, pese a los intentos por superarla de buen grado. Los informes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil –la UCO a la que el Gobierno lleva semanas poniendo como organismo cuasi infalible, en ... relación a la investigación por corrupción a Begoña Gómez– sobre el caso Koldo suponen un varapalo muy serio en la línea de flotación del proyecto político de Pedro Sánchez, además de, claro está, un paso más hacia el abismo judicial del exministro José Luis Ábalos, cuya imputación puede ser cuestión de días.
Ante una situación de crisis aguda, de shock incluso, los grupos humanos suelen tener dos opciones: esconder la cabeza cual avestruz o salir a tratar de explicarse, de manera incluso compulsiva. El binomio Moncloa/Ferraz optó ayer por lo segundo. Hablaron hasta tres ministros y desde Roma, después de entrevistarse con el Papa Francisco, el propio Sánchez. Lo hicieron confirmando pasadas falsedades sobre alguno de los asuntos en liza, fundamente el 'caso Delcy', y haciendo saltar las alarmas en las federaciones territoriales, que cada vez ven con mayor preocupación a una cúpula del partido y el Gobierno «atrincherada» y «sin capacidad de hacer análisis al margen de salvar el fuerte como sea», tal y como describe un dirigente de un territorio importante con experiencia tanto en Ferraz como en la dirección de su propia federación.
El diagnóstico no mejora cuando se consulta a quienes más lejos están ahora de la cúpula, aunque en su día hayan estado más cerca e incluso hayan figurado en importantes cargos de responsabilidad, con una trayectoria de 'sanchismo' leal con pocas máculas. «Esto es muy preocupante», señala una dirigente que ha llegado incluso a sentarse en el Consejo de Ministros. Desde otro territorio muy importante históricamente se hace un diagnóstico que deja, con lenguaje muy coloquial, poco lugar a la interpretación: «Tu mano derecha en el partido y ministro de Fomento [Ábalos, el ministerio se llama ahora de Transportes] al frente de una trama que parece que se pegó tres años trincando». En otra federación próxima geográficamente se asevera sin mayores ambages que «la cosa pinta mal para el partido a nivel nacional». Y en una tercera, no menos histórica, se concluye: «Malos tiempos».
El diagnóstico cambia radicalmente cerca de Ferraz y Moncloa. Allí donde se escucha que «preocupación cero», que «no, no hay un watergate» y donde se destaca que el partido «actuó rapidísmo», cuando el pasado invierno abrió expediente de expulsión Ábalos (pendiente de resolver, ante las alegaciones del ex número 3 de los socialistas y ahora diputado del Grupo Mixto) y le pidió, infructuosamente, que entregase el acta de diputado.
Fuera de la burbuja que en cierta manera siempre se vive en Madrid capital, e incluso dentro de la M-30, las portadas de la prensa regional en territorios salpicados por el escándalo, muy singularmente los dos archipiélagos, Canarias y Baleares, no hacen sino agudizar la sensación de que la situación es difícil. Y que la evolución judicial del caso puede seguir deparando sorpresas desagradables.
El cortafuegos
La línea argumental esbozada ayer por el Ejecutivo, y por el propio Sánchez –quien hoy estará en el desfile de la Fiesta Nacional y en la posterior recepción en el Palacio Real, lugar propicio para las conversaciones sobre la actualidad política– se cimenta en dos ejes. Uno, el de subrayar la «ejemplaridad» de la respuesta socialista ante el caso Ábalos en comparación a lo que ocurrió «en otras épocas», como dijo Sánchez en Roma en alusión al Gobierno de Mariano Rajoy. Otro, en una clara estrategia de cortafuegos, el de presentar a Sánchez como una víctima del «engaño» de Ábalos, quien ha sido uno de los colaboradores más importantes de toda su carrera política, contados éstos con los dedos de una mano, y posiblemente hasta sobren. Con Ábalos y Adriana Lastra, hoy delegada del Gobierno en Asturias, llegó Sánchez a la sede de Ferraz en 2017 en su primer día de nuevo como secretario general, tras haber derrotado en unas primarias fratricidas a Susana Díaz y a Patxi López, hoy su portavoz parlamentario. Fue una de las imágenes de la 'reconquista sanchista' tras su abrupta salida en 2016.
Un año después, en junio de 2018, Ábalos negoció y defendió desde la tribuna de oradores del Congreso la moción de censura contra Rajoy que aupó a Sánchez al poder. Y dos años después fue Ábalos, ya ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, quien negoció los acuerdos para la investidura de enero de 2020, la misma fecha de su oscura visita a Delcy Rodríguez en Barajas. Y poco después integró el comité de crisis de la pandemia, donde se produjeron los contratos de mascarillas ahora en entredicho.
Salida sorpresa
Ante cualquier encrucijada, Ábalos siempre estaba ahí. Hasta que en el verano de 2021 su cese fue la gran sorpresa, con permiso del de Iván Redondo, de la mayor crisis de gobierno acometida durante su mandato. Aun así, se le respetó su puesto de salida como diputado por Valencia, su provincia natal, y se le procuró un puesto de presidente en una comisión parlamentaria. Cuando el pasado febrero la UCO detuvo a su estrecho colaborador Koldo García, introducido como chófer en Ferraz por el actual secretario de Organización, Santos Cerdán, al comisionista Víctor de Aldama y a varias personas más, el estallido del escándalo sorprendió a Sánchez en una visita relámpago a Rabat, donde de manera airada negó a preguntas de la prensa que el cese de Ábalos tuviese que ver con la trama que se empezaba entonces a conocer. «Por supuesto que no, significaría que yo lo conocía», contestó.
Pese a que los socialistas presumen ahora de celeridad a la hora de apartar a Ábalos, en aquel momento esa vía no se manejaba con tanta claridad, y aún hubo de esperar unos días para que la vicepresidenta María Jesús Montero le enseñase la puerta de salida del partido.
Por su parte, Alberto Núñez Feijóo se pronunció desde Varsovia, donde se reunió con el primer ministro de Polonia, su correligionario Donald Tusk. «La corrupción en el Gobierno avanza a un ritmo que asusta. Ningún presidente honesto eludiría su responsabilidad y seguiría escondido sin dar la cara. Nunca un escándalo de corrupción en España había abarcado a tantos ministerios y a tantas instituciones del Estado. Nunca un presidente del Gobierno había mentido tanto a los españoles. Ahora es cuando empieza a aflorar la verdad a través de las informaciones judiciales y esto ya no lo puede parar ni controlar nadie», concluyó el líder de la oposición.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete