El margen de España y de la UE para actuar, mientras Rusia y China ganan presencia en Latinoamérica
El papel de nuestro país es poner a Suramérica en la agenda europea, mientras EE.UU. renueva alianzas

«El mundo es un terreno de competición que no se puede dejar desatendido». Es la idea que ha llegado a compartir José Ignacio Torreblanca, director de la oficina en Madrid del `think tank´ ECFR, refiriéndose al interés de Rusia en América Latina y a la presencia extraordinariamente creciente de China en la zona. Ambas potencias han aprovechado el vacío dejado por EE.UU. y Europa durante décadas para estrechar lazos con la región. El final de la Guerra Fría y el 11-S dejó a Latinoamérica postergada. El balance es que Xi Jinping ha visitado más veces los países suramericanos que el expresidente Barack Obama en dos mandatos.
En este escenario la UE busca recuperar el tiempo perdido, con un margen discutible para hacerlo. Y podría encontrar en la zona un destino de diversificación energética a futuro. En ese proceso, España puede jugar un papel considerable dado que el próximo año le toca asumir la presidencia rotatoria del Consejo de la UE. Y pretende introducir el tema de América Latina en la agenda europea.
Josep Borrell afirmó en el marco de la Cepal, celebrada recientemente en Argentina, que América Latina es una «potencia en biodiversidad, energía renovable, producción agrícola y materias primas». También mencionó las 'enormes' reservas de litio: «En Bruselas todo el mundo habla de cuánto litio hay en China y Afganistán, pero hay que recordar que el 60 % de las reservas mundiales de este mineral estratégico están en el triángulo del litio formado por Bolivia, Argentina y Chile. No hace falta ir a buscarlo en China, está aquí».
Pero como recuerda Sonia Alda, profesora del departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas, «hay países europeos que son completamente ajenos a la región y tienen otras prioridades. España ha intentado mantener su presencia en la zona, pero no parece haberlo logrado del todo». Mientras, el Sur Global mira a Occidente con la sensación de que «solo han sido invitados a la mesa principal de forma tardía», señala Torreblanca.
Y concretamente, América Latina ha sido vista durante mucho tiempo como el patio trasero de EE.UU. El reto está en convencer a los países latinoamericanos de que hay un verdadero interés por mantener relaciones constructivas, y a largo plazo. A este desafío se une el que la respuesta de los países latinoamericanos es dispar, sin una voz única, lo que puede condenar a la región a un papel secundario, a pesar de sus posibilidades.
Y es que Latinoamérica. como remarca Inés Gaviria para la IEEE, es una de las regiones del mundo con mayor potencial económico. Tiene una superficie de 20 millones de km2, equivalente al doble de la de Europa o EE. UU., «en ella se encuentra el 40 % de la biodiversidad del planeta, el 28 % de las reservas naturales de agua. También cuenta con el 43 % de las de cobre y el 40 % de las de níquel. Y tiene una población de más de 64 millones de habitantes, el 9 % de la población mundial», dice Gaviria.
De ahí que China y Rusia, cada una con métodos y objetivos distintos, haya puesto su punto de mira en las posibilidades que ofrecen los diversos países de la zona para la consecución de sus intereses y para lanzar un mensaje simbólico a EE.UU. : el de que esta región ya no está bajo monopolio de Estados Unidos. Especialmente en el caso de China con un despliegue diversificado y de cortejo, materializado en la Nueva Ruta de la Seda, a la que ya se han unido 21 países suramericanos.
Alda recalca que «nadie podía prever que un régimen comunista iba a poder entender tan bien el proyecto capitalista de la globalización. Occidente por una cuestión casi de prepotencia ha subestimado su capacidad».
El gigante asiático presta ya más a los gobiernos de Latinoamérica que el Banco Interamericano, el Banco de Desarrollo de América Latina y el FMI juntos. La actividad de Pekín tiene a Washington preocupado. Esto se hizo evidente con el Canal de Panamá, bajo control de EE.UU. durante gran parte del siglo XX. Pero en 2017, el consorcio chino Landbridge firmó un acuerdo para la construcción de un puerto de aguas profundas.
Diplomacia de la salud
Además, la pandemia abrió una ventana de oportunidad para China y Rusia, mientras EE. UU. y la UE estaban centradas en su situación interna. Rusia y China usando la «diplomacia de la salud», suministraron a Latinoamérica vacunas y equipamiento médico. Esto ha permitido al país asiático ganar apoyos en el tema de Taiwán. La República Dominicana o El Salvador han pasado de reconocer a Taiwán a hacerlo con China. Y las licitaciones que antes ganaban estadounidenses, españoles u otros países europeos, ahora las obtiene el capital chino.
Carlos Malamud, investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático de Historia de América en la UNED, señala que «en este momento complicado para la región, marcado por la pospandemia y las consecuencias de la guerra de Ucrania, contar con un mercado seguro para su exportación de commodities es algo muy importante». Y los investigadores de Elcano en un informe afirman que «América Latina está ante el dilema de ratificar a Occidente o acercarse a otros que portan nuevas oportunidades comerciales», y no quieren verse obligada a elegir. Así, muchos países latinoamericanos no han seguido las sanciones a Rusia.
La relación de Moscú con América Latina y el Caribe se ha centrado sobre todo en sus aliados históricos: Venezuela, Cuba y Nicaragua. En enero Sergei Ryabkov, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, dijo que no descartaba el despliegue de fuerzas militares en Venezuela y Cuba. Si bien, la capacidad militar y presupuestaria de Rusia evita ver esta amenaza con verdadera preocupación, no es la primera vez que usa a América Latina para hacer una advertencia. En el año 2008, por el conflicto en Georgia, Rusia desplegó bombarderos con capacidad nuclear Tu-160 en Venezuela y buques como el crucero de propulsión nuclear Pedro el Grande. Igualmente ocurrió en 2013 y 2018.
Malamud apunta que «la presencia rusa en América Latina se ha centrado en el campo energético y en la venta de armamento». Más el valor que puede tener para la región latinoamericana la formación militar, las compras agrícolas y de fertilizantes a Rusia. Sumado a la guerra de información que practica Putin para desestabilizar el territorio usando la agencia de noticias Sputnik y la red televisiva Russia Today que llega a 20 millones de televidentes cada semana en Latinoamérica.
Lo cierto es que sus puntos de entrada son mucho más limitados que los que tiene China. Las empresas rusas Rostec y Rosboronexport son las que se dedican a la venta de armas para distintos puntos de la región, en Venezuela llegaron a vender 11.000 millones de dólares en armas y a tener presencia los mercenarios del grupo Wagner.
Al tiempo que en Cuba, condona la deuda cubana y es clave en el ámbito de financiamiento. Y en Nicaragua ha financiado la modernización militar y de la inteligencia nacional. Este país fue una de los pocos que reconoció a Crimea como nación independiente Además en febrero el presidente argentino visitaba Moscú, y también lo hacía Bolsonaro, ya que Brasil es el principal socio económico de Rusia y parte del Brics (conjunto de economías emergentes, formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Factor atómico
La industria nuclear es clave en el desembarco chino y ruso en la zona. Destaca Rosatom, que ha construido un reactor de investigación en Bolivia y dos reactores nucleares en Argentina.
«En 2015, esa empresa abrió una oficina regional en Latinoamérica debido a los diversos convenios y memorándums que varios gobiernos de Latinoamérica firmaron con Rusia. Desde entonces, el historial de la empresa se ha expandido en países como Argentina, Brasil, Bolivia, Cuba, Paraguay y Perú. El más reciente es el que se ha dado entre Nicaragua y Rusia. Pero se desconocen los términos y la inversión de los acuerdos. En ese escenario, Europa ha sido la que menos ha vislumbrado un riesgo en estos acuerdos. Está concentrada en la guerra en Ucrania y el futuro de la energía», establece Adriana Boersner, profesora de ciencias políticas en la University of South Carolina Aiken.
En la industria espacial, Rusia proporciona la estructura satelital de Glonass, con estaciones terrestres en Nicaragua o Brasil. Y en el sector de los hidrocarburos, Rosneft, Gazprom o Lukoil tienen proyectos en Ecuador, Colombia y Bolivia. Pero el transcurso de la actual guerra, con un armamento militar que está demostrando su poca eficacia y la dependencia de Rusia de equipos obsoletos, han permitido a las empresas chinas ganarle terreno. Suramérica exportó 5000 millones de dólares a Rusia, frente a los 66.000 millones a EE.UU. y 119.000 a China, según revelaba la Universidad de Harvard.
La China de Xi Jinping
China, con un apetito voraz por lo que tiene que ofrecer Latinoamérica, procede con grandes proyectos en infraestructuras y conectividad, compra empresas latinoamericanas o presta dinero con indiferencia de la ideología política. Convirtiéndose en el banquero del mundo y en el principal destino de las exportaciones de países como Brasil, Chile, Cuba, Uruguay o Perú. A los que se les abre un mercado gigantesco que crece con rapidez.
Su acción es diversificada, construye una estación espacial en Argentina, un metro elevado en Colombia, un puerto en Perú, una central hidroeléctrica en Ecuador, tiene una participación del 23% en la tercera empresa de energía más grande de Brasil o despliega fibra óptica en Chile. Y entre los años 2001 y 2018, Venezuela ha suscrito 500 acuerdos con Pekín. China prestó alrededor de 137.000 millones de dólares a América Latina. Los créditos - que ahora están en pausa-tenían como condición pagar una parte con petróleo, usarlos para compras a China y cerrar contratos solo con empresas chinas para las obras en la zona.
Y especialmente a partir de 2018 el gigante asiático empezó a hacer hincapié en la Ruta de la Seda digital. Sin embargo, Malamud matiza que «en el marco de la inversión directa EE.UU y Europa siguen siendo superiores a China, y esto les da a ambos una posición de partida importante».
Ruta de la seda europea
Lo cierto es que no hay una estrategia pública estadounidense ni europea comparable a la desarrollada por China. Por eso, para contrarrestarla Biden en la reunión del G7 buscó el compromiso de la UE para crear un fondo de 600.000 millones de dólares en infraestructuras para los países en vías de desarrollo.
Y la UE tiene previsto destinar 3.400 millones de euros a América Latina y el Caribe en el marco del programa Global Gateway, con el objetivo de financiar infraestructura global y las transiciones verde y digital. Borrell ha sentenciado: «Si Europa quiere tener influencia como actor geopolítico debe prestar más atención a lo que ocurre en Latinoamérica y el Caribe», y España debe colocar esa cuestión en el punto de mira.
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Torreblanca explica que «en la digitalización de los servicios públicos, de salud o de los sistemas educativos, es donde las empresas europeas tienen más valor añadido que las empresas chinas y en la conectividad de las zonas rurales». Lo que está claro es que con la guerra de Ucrania asistimos a un cambio del orden mundial que exige no dejar cabos sueltos si se pretende conservar relevancia geoestratégica, ya que el diablo está en los detalles.
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