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La nueva vida del butano: barbacoas, estudiantes y tecnología

Todavía se reparten bombonas a más de cinco millones de domicilios

La crisis energético provocó fuertes subidas de precios, aunque ya se ha vuelto a cierta normalidad

Repartidor de butano Valerio merino

RAÚL MASA

Madrid

El afilador, el tapicero y el 'clon, clon' del choque entre bombonas de butano son parte esencial de la memoria musical española de los ochenta, los noventa e incluso los primeros años del nuevo siglo. Parecen elementos de un pasado muy lejano, hundidos entre nuestros recuerdos con televisiones de tubo y teletexto. No todos han corrido la misma suerte. La pequeña figura de color naranja de la bombona sigue viva. Ahora tiene nuevos usos y ya no se piden a viva voz desde la ventana, pero su presencia es vital para los españoles –cinco millones sirve Repsol–.

El uso del butano como fuente de energía ha disminuido en las últimas décadas, se trata de un hecho incontestable. Las cifras lo reflejan: se ha pasado de 1,5 millones de toneladas envasadas en 2003 a poco más de 700.000 en 2023. A esto se suman las instalaciones de gas natural, que se han convertido en el estándar, así como las vitrocerámicas eléctricas que han desplazado a los tradicionales fuegos para cocinar.

Pese a todo, incluida una crisis energética que, lógicamente, también ha afectado a la bombona de butano a nivel de precios, su tradicional color naranja –aunque también existen otros modelos– ha encontrado nuevos compañeros de viaje. Inesperados, con patrones replicables a sus antecesores pero, a fin de cuentas, con necesidades energéticas. También han cambiado los lugares y formas de consumo. Por eso, la otra parte de la ecuación, los que venden, también han tenido que transformarse.

Bombonas a la calle

Un ejemplo de la resiliencia del butano, porque sí, hasta las bombonas se adaptan a este nuevo término tan usado, se puede ver en verano. Tradicionalmente se asocia el uso de este gas al invierno, para prender la chispa de la caldera. Pero cuando el sol más aprieta también es necesario. Y es que la bombona de propano es una buena elección para hacer barbacoas con bajas temperaturas o si estamos en la montaña con una altura elevada. Al contrario, si la necesidad es para una barbacoa en verano con un clima templado, la bombona de butano es la mejor opción. En esto también ha conseguido adaptarse.

En este contexto, el butano tiene más ventajas que otro de sus primos caloríficos en desuso: el carbón. El verano es la época de barbacoas por excelencia, y aquí es donde la bombona quiere tener presencia. La barbacoa de gas permite un mayor control de los grados en los que se cocina, puede llegar a alcanzar los 250-300 grados de temperatura, y es muy fácil mantenerla constante. Uno de los grandes problemas de las barbacoas de carbón es lo mucho que se tarda en preparar el fuego para cocinar. Optar por barbacoas de gas evita este problema, y solo se tiene que pulsar un botón. Pero no es el único uso donde la 'pequeña naranja' quiere sobrevivir.

En pocas semanas, cuando agosto rinda sus armas y el otoño llame a la puerta, millones de estudiantes ejecutarán su particular diáspora anual. El regreso a los pisos de alquiler marca otro modo de vida para el butano. Estas viviendas, por normal general, suelen ser segundas residencias de sus propietarios o, en muchos casos, se trata de hogares más antiguos que todavía no han sucumbido a los encantos del gas natural. Pero esos arrendadores lo prefieren. Sus inquilinos también. La independencia del butano es extrema, y su uso a discreción mediante pago, también. Lo necesitas, compras; no lo necesitas, no compras. Y mientras, no hay que pagar nada de nada. Los impuestos que se cargan sobre este gas son los directos aplicados a la propia bombona. No hay nada detrás.

Esta situación genera agilidad en la relación entre los arrendatarios y el propietario. Menos recibos, menos preocupaciones. Algo que se extiende más allá de los estudiantes. La vivienda en alquiler también es cómplice de la bombona de butano por esa independencia energética. También porque da un mayor control del gasto, y la compra directa obliga a sacar el dinero de la cartera solo por lo consumido.

Cambian las empresas

Para que la bombona de butano se haya adaptado al siglo XXI también ha necesitado un profundo cambio de las empresas. En la era de Amazon y los 'riders' como amos de la carretera, apenas quedaba hueco para la poética estampa de alguien asomado a la ventana esperando al repartidor de butano. Una sociedad estrujada por las prisas y los compromisos fugaces no podía echar una mañana en casa a la espera del 'clon, clon'.

Como si fuera una hamburguesa planchada, rebosante de modernidad, ahora la bombona de butano se puede pedir por internet. Repsol, el líder del mercado en este segmento, utiliza su aplicación, o a través de la página web, para elegir cuándo recibir la bombona. Además, la compañía energética sabe de la importancia que sigue teniendo la bombona para millones de españoles, y lleva años haciendo importantes promociones cruzadas. Al comprar una bombona de modo online, la compañía ofrece descuentos para las siguientes 'naranjas', pero ofrece otras ventajas con sus diferentes productos. Y después surge la magia. Ya no hay que salir a la ventana a recibir al butanero. Se elige el día, la hora y la comodidad se instala.

En estos momentos, y con la nueva revisión del precio del butano, desde el pasado 16 de julio la bombona cuesta 15,34 euros. Aunque el coste bajó en la última revisión, todavía es más caro que hace un año. En 2015 se adoptó el nuevo sistema de fijación de precios, y en este tiempo ha sufrido fuertes oscilaciones, llegando a estar cerca de los 20 euros en 2022. Así ha sido la vida del butano hasta ahora. Por el momento, sus clientes –contados en millones–, siguen teniendo una necesidad.

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